El sisal no sostiene la cabeza
Es la energía de los brazos quienes construyen
el círculo de muerte alrededor del cuello
antes el cuchillo entre los dientes
la caricia del metal jugando con la lengua
antes las manos desfibrando
las entrañas de la hoja
el brote como una leche tibia
al interior
deslinde que se teje con los dedos
el silencio y los dedos
la furia de un campo minado.
La longitud de una cuerda puede medirse
de la cabeza a la rama más alta del algodonero.
Todos desean amarrarse al árbol
permanecer conexos hasta la muda.
Boca ciega
La mujer flota en el agua
parece tan creíble
pensar que hace unos minutos
atrapaba un pez de espuma.
Que su mano soportó un cordel
que la hizo sangrar desde su origen.
Sobre la mujer no hay nubes
ni pájaros, ni moscas
sólo signos que interrogan
el silencio.
Orden
Alguien te dijo
que la paciencia era ventajosa para el bonsái.
Para ti lo correcto es que el árbol no crezca
ya sea un pino o un manzano.
Lo ideal es amputar la vida
con mesura.
Ojo de buey
Una abertura
desde adentro hacia el infinito
desde afuera hacia los estómagos
donde la desgracia se desborda.
Células como puntos negros
oscurecen la utopía.
Un ojo en la carne
ciego para no reconocerse en sí mismo,
para no pestañar ante el polvo y las agujas.
Orificios para hundir las manos
y depositar la muerte.
Descarga
Hay un segundo para la misericordia
justo antes de que el corazón de la bestia deje de golpear.
Antes del estremecimiento
antes de que sus ojos azorados
griten.
Maniobras
Avanzamos en fila
delante las mujeres
abriendo el camino con machetes
llevan los niños a la espalda
en medio de un sueño que puede ser perpetuo.
Detrás los hombres
cargan piedras para levantar nuevas paredes.
Avanzamos
y los pies retornan al inicio
Detrás de los árboles se adivina el desierto
Por eso huimos disfrazados
aquí nada es
lo que parece.
- Boca ciega y otros poemas de Elizabeth Reinosa Aliaga - viernes 3 de julio de 2020