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El tercer piso. Cuatro poemas

miércoles 9 de junio de 2021
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Hablar solo

No lo niegues. A veces, muchas,
la galaxia de movimientos y entes rebalsa
tu posibilidad de diálogo.
Y entonces
opera un lenguaje involuntario
como río de lodos espesos
que atraviesa diques.
Y aparecen blasfemias,
arrinconadas contestaciones
al poder que te conforma: palabras de amor
a los fantasmas.

Mas, mira bien:
no eres tú quien habla.
Es el pequeño demonio sentado
a tu izquierda
quien pone en ti palabras
como alguien la cuchara en boca menesterosa;

mientras el ángel se ocupa en dejar
la belleza de tu rostro
intacta.

 

Contrapunto

No es verdad. Que
estudiamos para ser mejores;
lo hacemos por entretenernos
y servir en la entrega de la vida
a la muerte plástica.
No es verdad que nos gobiernan los hombres:

lo hace la necesidad
de cerrar las puertas temprano
y hundir el cuchillo
por el ansia de poseer la carroña.

Pero es verdad
que la vida es para ser feliz:
ser feliz con una cama,
tres comidas calentadas,
un techo que tapa toda estrella,

un puñado de escrituras
y el amigo ocasional.

 

Divina comedia

Algunos fuman sólo
por ocupar sus músculos.
Porque el espectáculo es
más que sombras y marionetas:
carne y sangre;
tú y yo torciendo el pellejo
en el mito atávico de la existencia.

A ningún otro importa.
Cada uno conoció
el grano de alpiste que anima
al diminuto pájaro en su jaula.

Mas, ni lo pienses:
hay teología.
Cuando hablas contigo rezas.
Al dormir visitas a un dios en su caverna.

Quizá no has considerado
que este desparpajo sea la bondad toda,
predicada.

 

La ternura esquizoide

—A veces he querido amar
la memoria de un rostro
bajo el sol de los invictos.
Pero apenas pongo mis manos en tus hombros
y ya te suelto:
no tengo fuerzas.
Mas te amo como los árboles aman la luz.
Como el diluvio
ama la gota sola.
Y tengo miedo de mí,
de tus ojos que miran arrasándome.

—Basta. Una estrella no es todo el universo.
Cuando a deshoras
apagas una lámpara
has creído que necesitaría vivir.
Nada está entre tú y ese amor
que no puedas sobrevivir.
Respira sin intoxicarte de ti.
Ve más allá
del voraz centro tuyo
que te absorbe.

—Ayúdame.
Tengo miedo. Te necesito.

Aleqs Garrigoz
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