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Cinco poemas de Juan Carlos Hidalgo Antigoni

lunes 15 de noviembre de 2021
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Los muertos no descansan

Los muertos no descansan,
son un cuerpo ya extinto y en reposo,
un despojo de huesos pero en blanco
avizoran la senda frente a ellos
peregrinan sin brújula y sin mapa,
por la senda sin fin del universo.

La muerte por ser muerte, será dable
de me arranque la vida,
es ausencia de vida, sólo eso,
ella llega y no advierte, pero nunca
por mucho que lo intente,
me podrá despojar de lo vivido.

Lo vivido subsiste inalterable
en los ojos distantes de mis hijos,
lo vivido germina en mis amores,
lo vivido se queda en mis amigos,
permanece silente en mis rincones
y en las letras dormidas de mis libros.

Los muertos no descansan,
sólo yacen inmóviles los cuerpos,
resucitan al mundo de la idea
por la senda sin fin del pensamiento,
mientras quedan andantes, peregrinos,
sus recuerdos, su voz y sus silencios.

 

Breverías

Alguien va sobre mi tumba
cruzando tierra olvidada,
marca su huella insolente
porque yo ya no soy gente,
soy sólo tierra allanada.

Son pasos sobre otros pasos,
hollando sobre mis huellas;
tras la muerte son escasos
los ecos de los fracasos,
como susurros de estrellas.

Abajo yace en silencio
mi osamenta sepultada,
vestigio de un ausente
que vivió siempre inocente
esperando la llamada.

La vida que ya no es vida
para mí, queda grabada
en aquello que mi mente
alguna vez fue presente
y se ha perdido en la nada.

 

Exilio

La línea negra bajo nuestras plantas,
horada el horizonte en la distancia,
no apreciamos los verdes del camino,
la carretera oscura todo abarca
con su pátina perenne de polvillo.

Zigzaguea y desciende,
sube sin pausa cerros y colinas,
nada nuevo hace diana en nuestros ojos,
no hay más mundo
que un único camino hacia el exilio.

Más allá del ficticio horizonte de la nada,
mora el sueño
y más allá del sueño la esperanza.
El pasado sepulta a cada paso,
en cada quien un mundo,
en cada mundo un mismo desamparo.

Queda la patria gris tras del otero,
más allá del otero, en el recuerdo,
más allá del recuerdo en el silencio
sepulcral de los días que se fueron.
Sólo queda el aquí,
poco importa el mañana y el adonde,
se ha diluido el corredor y el patio
en la sutura negra de las trochas.

Al partir quedan mudos los retazos
de la historia que somos
y a lo lejos
alguien cuenta la historia
que escribimos un día
y que dejamos
en el rincón etéreo de los cuentos.

La salida del túnel está lejos,
más allá del sendero y del silencio,
sólo se escucha algún rumor de pasos
como un son de tambores lastimeros.

Los emigrantes marcan
cetrino el transitar hacia el destierro,
una muda de ropa, bastimento,
el bastón en las manos
y en el alma,
la ausencia callada de sus muertos.

 

Del útero a la fosa

No se define por amor la vida,
la vida más que amor es otra cosa,
hay odios que someten con su brida
del útero a la fosa.

Amar es inherente a la existencia,
pero se puede odiar lo que se ama,
odiar es del amor la disidencia
que se subleva y clama.

Vivir para la fama no es la vida,
vivir por el dinero no es la meta,
marchar entre el ascenso y la caída,
nos forja y nos completa.

Deseamos en la vida tantas cosas…
Guiamos en su busca nuestros pasos
y sólo nos llevamos a la fosa
los triunfos y fracasos,

Ladrón, iluminado o nigromante,
amante, soñador o proxeneta,
igual ser erudito o ignorante:
La nada es nuestra meta.

La risa del dolor, no es diferente,
sufrir y disfrutar son todo y uno,
se puede hasta fingir ante la gente,
pero escapar… ¡Ninguno!

Vivir no es sólo amar, vivir es todo:
Amar, odiar, desear, sufrir olvido,
quien cruce por el mundo de ese modo,
es cierto que ha vivido.

 

La fama

Si procurar la fama
es el final objeto del poeta,
la musa que lo llama
y el estro que lo inquieta,
jamás se fundirán en amalgama.

Versar es un oficio
que nace con el bardo y que lo obliga
a ensamblar lo ficticio
que en su deliro abriga,
a su ser material con artificio.

Puede escribir de amores,
rimando sus tristezas y sus sueños,
plasmar los resplandores
con mágicos diseños,
tejidos de palabras y colores.

El tiempo nos advierte
que habremos de apurar el compromiso,
pues dicta nuestra suerte
que un día, de improviso,
iremos a los predios de la muerte.

La fama es transitoria,
termina con la muerte inexorable;
al cabo de la historia
resulta inalcanzable
el rédito inservible de la gloria.

Juan Carlos Hidalgo Antigoni
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