Producto de la casualidad
Una vez una mujer me advirtió
en la barra de zinc de un bar
que el amor es siempre
producto de la casualidad.
Cuando te decidiste
a sacarme a bailar
la música había cambiado.
Cuando me solté a hablar
sonó el tono de tu smartphone.
Cuando me fui a confesar
tú te habías casado.
Cuando te separaste
mi vida era un desastre.
Nunca fuimos una realidad.
Y es que para algunos amores
el desorden de los factores
altera el producto de la casualidad.
Bares
Recuerdo cuando arreglábamos
el mundo en los bares.
Café caliente, cañas bien frías,
aceitunas, tapas y planes.
Recuerdo que otro mundo mejor
era imaginable.
Ahora no estás,
las cañas están vacías,
los cortados fríos,
los bares cerrados
y ya no sé si el mundo
y yo
tenemos arreglo.
Lenguaje no verbal
Yo.
Luz del amanecer.
Un espejismo en la almohada.
Una cama con pelos y señales.
(paréntesis para un bostezo)
Una maraña de piernas,
edredones, brazos, sueños,
melenas, risas, miradas,
pies y otras extremidades.
Un rostro pleno de palabras:
ojos, caricia, pupilas, nariz,
ceja, oreja, ceja otra vez,
sien, parpadeos, labios.
Tú.
Hacer el amor
Y después de los orgasmos,
nos levantamos,
nos bañamos,
desayunamos,
conversamos,
nos contamos y nos reconocemos.
Y al día siguiente
volvemos a desayunar
y a contarnos y a reconocernos.
Y al siguiente.
Y así,
día a día,
desayuno a desayuno,
hacemos el amor.
- Cuatro poemas de Pablo Llanos Urraca - lunes 19 de junio de 2023