
El director y actor teatral venezolano Nicolás Curiel, profesor por muchos años de la cátedra de Artes Escénicas en la Universidad Central de Venezuela, quien dirigiera el Teatro Universitario y formara a generaciones de actores, murió el miércoles 3 de marzo a los 92 años.
Curiel formó a personalidades del teatro venezolano como José Ignacio Cabrujas, Elizabeth Albahaca, Eduardo Gil, María Cristina Lozada, Gustavo Rodríguez, Herman Lejter, Teresa Selma y Lucio Bueno, entre muchos otros.
Nacido en Caracas el 26 de abril de 1928, era hijo de Humberto Curiel y Carmen Acosta y nieto del docente falconiano Nicolás Curiel Cutiño. Estudió la secundaria en el liceo Fermín Toro, donde participó en el Teatro Experimental junto a Rafael Di Prisco, Román Chalbaud y Gioventina Campuzano, entre otros, y fue formado por Alberto de Paz y Mateos. Allí también incursionó en la dirección con alumnos de la escuela nocturna que funcionaba en el mismo establecimiento.
En 1947 inició estudios de Derecho en la Universidad Central de Venezuela y se incorpora por primera vez al Teatro Universitario, entonces bajo la dirección de Manuel Rivas Lázaro. No terminó la carrera pues en 1949 viajó a Francia para continuar sus estudios.
Luego de un breve paso por la escuela de leyes de La Sorbona, se matriculó en la escuela dramática Éducation par le Jeu Dramatique (EPJD), bajo la dirección de Jean-Louis Barrault y Madeleine Renaud. En su estadía en Europa conocería en Roma a Lucía Guitlitz, su esposa hasta su muerte en 2010, y con quien tuvo dos hijos: Miguel y Sergio.
Posteriormente, siguió su formación en el Teatro Nacional Popular, de la mano de Jean Vilar y Léon Gischia. En Francia, donde vivió por cinco años, se hizo también dirigente del Partido Comunista.
Ya en Venezuela regresa al Teatro Universitario de la UCV, de cuya dirección se encarga desde finales de 1956. Allí se formaron actores y directores como José Ignacio Cabrujas, María Cristina Lozada, Gustavo Rodríguez y Hernán Lejter, entre otros.
El 9 de abril de 1957 estrenó en el Aula Magna su versión de la obra Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Tres mil espectadores asistieron a cada una de las cinco presentaciones del montaje, la primera de las cuales, con asistencia de miembros de la resistencia contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se convirtió en un mitin por la libertad de Venezuela.
“Teníamos seis meses tratando de realizar este montaje, pero el coronel Damián, que era quien maneja la seguridad de la UCV, no me dejaba ante los problemas políticos que estaban desmoronando la dictadura”, diría Curiel años después.
“Nos pusieron miles de trabas para impedir que se mostrara. Hasta que al final se hizo y la oposición lo convirtió en un mitin extraordinario de rechazo a la tiranía. Era un montaje desprovisto de su religiosidad característica y se convirtió en una denuncia del abuso del poder, por lo cual el público coreaba ‘Ve-ne-zue-la’ cada vez que la heroína era estrujada por el odioso comendador”.
Curiel, quien dirigió por doce años el Teatro Universitario, sería designado en 1970 director titular de las puestas en escena del Taller Ópera de Cámara de la Asociación Venezolana de Conciertos, con quienes montó diversas óperas. Participó en el V Festival de Teatro de Caracas en 1981 con el montaje de La misa del esclavo, de Luis Britto García.
Llegó a realizar más de cuarenta montajes, entre los que destacan Los miserables (1958), Barrabasalia (1962), Romeo y Julieta (1962), Yo, Bertolt Brecht (1963), La literatura que camina: el sentido (1998), y Pinocho, que obtuvo dos Premios Municipales de Teatro. Recibió el Premio Nacional de Cultura, mención Teatro, en 1992.
Fuentes: El Espectador Venezolano • Venezuela e Historia
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