Memoria periodística
Martín Letona
Novela
Editorial Abismos
Ciudad de México, 2018
ISBN: 978-1987739916
142 páginas
En exclusiva para nuestros lectores, presentamos un fragmento de la novela Memoria periodística, del escritor salvadoreño Diego Murcia, alias Martín Letona, quien reside al sur de la frontera de Estados Unidos y México. Ambientada en el país ficticio de Carolina, la obra retrata, a través de una bitácora de actividades diarias, entrevistas y anotaciones en una libreta, la investigación que la periodista Mariana Reyes realiza en torno al asesinato de Ernesto Alonso, un cantante de cumbias, a manos del director de su grupo musical. Temas como los feminicidios y el acoso a los profesionales del periodismo en entornos sumidos en aguda conflictividad social son el telón de fondo de esta novela escrita desde las tres décadas de experiencias personales vividas por el autor en El Salvador.
Bitácora: Lunes 28 de Abril, 1980
Tengo miedo. No me gusta que toquen a mi familia. He pensado en comprarme una pistola. No sé. Me está corroyendo la rabia. Quiero llorar, pero no quiero que Javiercito se entere de lo que ha pasado hoy. Además, ¿quién está tan enfermo como para ensañarse con un niño? Luego, Sergio, cuando se dio cuenta, más que apoyarme, le echó leña al fuego. Nunca me había sentido tan impotente. Para colmo, esas llamadas silenciosas, en plena madrugada, las respiraciones al otro lado de la línea telefónica… Tengo ganas de ir donde el padre Galdámez, necesito que alguien me aconseje.
Me siento más tranquila. Pobre padre, lo he despertado con mi llamada. Yo sé que eran pasadas las 9 y que él se duerme temprano porque siempre se despierta a las cinco de la mañana para la primera misa del día pero tenía que sacarme esta angustia. Por suerte, él siempre me ha recibido con una sonrisa y los brazos abiertos.
Le conté que, luego de ir por Javiercito a su escuela, me fijé que traía abierta una de las bolsas de su mochila y cuando me dispuse a cerrarla, vi un papel con recortes, doblado que me llamó la atención. Pensé que se trataría de algún deber o un dibujo que había hecho en clase de Estética y estuve a punto de pedirle que me contara de qué se trataba, pero, en cuanto lo desdoblé y leí el mensaje, me quedé fría. Miré a los lados, las caras de las gentes en la calle me parecían todas sospechosas. Nos subimos al carro en friega. Arranqué sin poder coordinar mis movimientos y sin saber dónde ir.
El padre me dijo que primero que nada, debía calmarme, tener sangre fría para analizar si la amenaza era verdadera o solo un intento de susto. Luego, me dijo que debíamos reportar la amenaza a las autoridades. Hecho esto, me aconsejó tomar medidas de seguridad a fin de evitar cualquier desgracia, incluso si esto fuera producto de una broma muy pesada.
Como periodista, una está acostumbrada a recibir todo tipo de amenazas, la mayoría de forma velada. Sin embargo, nunca me habían amenazado de manera tan directa. La forma en cómo hicieron esto significa que me vigilan a mí y a mi familia, me dicen que soy vulnerable y que estoy a su merced.
Ahora que me he tranquilizado, y he podido repasar las posibles causas de esta llamada de atención. La única razón por la que se me ocurre que alguien pudiera hacer semejante cosa es la entrevista que he tenido con el Picadillo. Debo pensar qué hacer.
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