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“Y Dios me hizo mujer”

lunes 14 de noviembre de 2022
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Gioconda Belli
“Y Dios me hizo mujer” forma parte de los primeros textos que Gioconda Belli publicara en plena juventud, ante el buen juicio de la crítica de su país.

Gioconda Belli (1948), poeta y narradora nicaragüense, con su voz irreverente reivindica en el poema “Y Dios me hizo mujer” (publicado originalmente en Sobre la grama, 1972) la impronta femenina que destella a través de la historia de la humanidad, ciertamente callada o anulada en la esfera pública como consecuencia de signos patriarcales. Con evidente alusión bíblica, ella habla acerca de la mujer, no como extensión de la costilla, sino como bendición creativa a partir de la hechura de la máxima divinidad. El título del texto (“Y Dios me hizo mujer”) determina la esencia temática: la existencia del ser femenil a partir de la práctica personal. Es una alegoría a la vida y, con ello, un grito a favor de la procreación, entendida como un proceso fértil cuya determinación biológica, fisiológica, psíquica y social ratifica la condición primigenia de la mujer-madre: dadora de luz y bondad (“me hizo un taller de seres humanos”). Tal como afirma Ida Bergmark: “En ‘Y Dios me hizo mujer’ la mujer es celebrada y considerada como una criatura de Dios. Es como por una vez, la mujer estuviera representada como el sexo superior. Con orgullo, Belli expresa las partes corporales y características del interior de una mujer (…). El rol de la maternidad también es representado aquí con el enfoque en la capacidad de dar a luz”.

Belli fija su pasión poética para describir los atributos que enaltecen a su género, llegando a elevar con sumo orgullo aquel sexo creado “a martillazos de soplidos / y taladrazos de amor”. Desde su yo lírico exalta en primera persona la naturaleza femenina, con la autoridad que le confiere despertarse todas las mañanas y reflejarse frente al espejo como una persona con virtudes y errores, cuyas características difieren del hombre en esa maravillosa forma de asumir la complementariedad humana.

No sólo es el cuerpo (curvas, senos, pliegues, hondonadas), sino una yuxtaposición metafísica que implica la nacencia y disquisición de “…las ideas, / los sueños, / el instinto”, ya que Belli, como activista de derechos, sabe bien que la poesía también irradia ese efecto de interpelación ante la discriminación y la exclusión.

Belli, con el lenguaje adecuadamente esbozado, alcanza continuidad propositiva con cierta tonalidad erótica y sin barroquismo alguno.

Le apuesta al verso libre (veintiséis versos, sin estructura estrófica), en clara alusión a la necesaria emancipación feminista que llega a posicionar en el texto aludido y de vital debate en la modernidad. Belli, con el lenguaje adecuadamente esbozado, alcanza continuidad propositiva con cierta tonalidad erótica y sin barroquismo alguno. No obstante, es elemental manifestar la mención a Dios, en ese vuelco intimista y confesional. Es un acumulado literario de particular óptica, en donde su estética no sólo está en el poema, sino en la protagonista de tal retórica: la mujer. Efectivamente, es ella el centro de la preocupación poemática con una carga ideológica que reafirma la fuerza corpórea como germen y grito de autodeterminación.

Hay versos que trastocan la realidad, tales como: “Tejió delicadamente mis nervios”, “Compuso mi sangre”, nutriendo de una percepción metafórica que identifica con plenitud el sentido autoral. Belli revoluciona con hálito hiperbólico las vértebras del verbo, sin tapujos ni reservas, desnudando los hábitos dentro y fuera de la alcoba, dentro y fuera de la casa, dentro y fuera del aula de estudio o de la oficina de trabajo, en síntesis, asumiendo el rol de testigo de su tiempo en una franca manera de expresar lo que con la rutina a veces no logramos dimensionar como gesto, acontecimiento, acción o detalle de magnitud artística.

“Y Dios me hizo mujer” forma parte de los primeros textos que la autora publicara en plena juventud, ante el buen juicio de la crítica de su país. Fue militante del FSLN, del cual se desencantó con el paso de los años. De esa Nicaragua sandinista, tropical y guerrera es que surge esta figura lúcida y destacada de las letras actuales, con el legado inmanente de Rubén Darío.

Concluyo con la propia reflexión de Belli: “Tanto numéricamente como en calidad, las mujeres ya somos un componente destacado de las letras en español (…). Cierto que las mujeres entramos tarde a la literatura. Si en 1927 la Woolf no podía entrar a la biblioteca de Oxford sin autorización masculina, ¿cuánto creen que nos ha costado llegar tan lejos? Pero ya hemos llegado, y es hora de que se nos reconozca la inmensa calidad y relevancia que, sin mezquindades, y con entusiasmo, nos reconoce el público lector”.

 

Referencia bibliográfica

Aníbal Fernando Bonilla

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