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Manuel Scorza, poeta pese a todo

lunes 12 de diciembre de 2022
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Manuel Scorza
Scorza (1928-1983) supo extender como novelista los límites de la corriente indigenista iniciada en su país por Ciro Alegría y José María Arguedas; como poeta, probablemente sea inclasificable.
Vengo del Odio,
vengo del salto mortal de los balazos;
está mi corazón sudando pumas:
sólo oigo el zumbido de la pena.
Manuel Scorza

I

La obra poética de Manuel Scorza es poco conocida fuera de su Perú natal. De hecho, opacada por el éxito de su narrativa, su poesía puede considerarse una rareza. Como novelista supo extender los límites de la corriente indigenista iniciada en su país por Ciro Alegría y José María Arguedas; como poeta, probablemente sea inclasificable.

La tradición nos indica que la diferencia entre prosa y poesía no es de esencia sino de cantidad. La poesía clásica no atenta a la unidad del lenguaje, ya que, por lo general, basa su dinámica en que un pensamiento ya formado engendre una palabra que lo exprese y lo traduzca. La poética moderna, no obstante, produce una suerte de continuo formal del que emana poco a poco una densidad intelectual o sentimental imposible de eludir, destruyendo la naturaleza funcional del lenguaje y permitiendo así que éste estalle debajo de una línea de relaciones presuntamente vacías. Abolidas las relaciones fijas, la palabra sólo atiende a su proyecto vertical, se vuelve signo erguido.

Ahora bien, la escritura burguesa se caracteriza por ser instrumental y ornamental. Instrumental porque la forma está al servicio del fondo. Ornamental porque la escritura está decorada por accidentes exteriores a su función, tomados casi siempre de su uso canónico. Algunos escritores pensaron que podían superar estos procedimientos atacando las leyes del lenguaje literario (pensemos en la gesta vanguardista, sin ir más lejos), haciendo estallar los clichés y los hábitos lingüísticos, buscando un objeto privado de historia en un caos formal. Pero la desintegración del lenguaje sólo podía llevarlos de regreso al mito o conducirlos indefectiblemente al silencio. Scorza optó por lo primero. Esto, claro está, no debería sorprendernos, ya que todo discurso es la expresión y el producto de la interacción social de tres participantes: el locutor (o autor), el auditor (o lector) y aquel o aquello de lo que se habla (héroe). El discurso, entendido aquí como relato, no es otra cosa que la comprensión viva de la situación real de la palabra al reproducir un acontecimiento.

 

Manuel Scorza conoció muy de cerca la vida de los oprimidos y explotados de América Latina.

II

Exiliado sucesivamente en México, Chile, Argentina y Brasil, Manuel Scorza conoció muy de cerca la vida de los oprimidos y explotados de América Latina, las injusticias a las que se los sometía, las iniquidades perpetradas por el enemigo de siempre. En el marco de esta “herida extremadamente grave y dolorosa” del exilio, concibió los versos de su primer trabajo poético importante, Las imprecaciones, publicado en 1955. De ese período se destaca su famoso “Canto a los mineros de Bolivia” que le inspirara la revolución de 1952 y cuyos versos iniciales compartimos: “Hay que vivir ausente de uno mismo, / hay que envejecer en plena infancia, / hay que llorar de rodillas delante de un cadáver / para comprender qué noche / poblaba el corazón de los mineros”.1

En 1956, la traición del Apra permitió que regresara a la presidencia del Perú Manuel Prado y Ugarteche, abriéndose así el período llamado “de convivencia”. Sin embargo, las incesantes matanzas de campesinos, impulsadas por los latifundistas, ejecutadas por el Ejército y silenciadas por los medios, hicieron que el escritor se acerca al Movimiento Comunal del Perú, llegando a ser su secretario de Política. No conforme con su papel de vocero, se trasladó a la zona de conflicto para conocer a sus protagonistas.

En 1967, ante la amenaza de terminar en prisión, se exilió nuevamente. Al hacerlo, llevó consigo abundante material informativo con el que elaboraría un informe pormenorizado de esa lucha. De esta forma, nace la saga conocida como La guerra silenciosa, compuesta por las novelas Redoble por Rancas, Historia de Garabombo el invisible, Cantar de Agapito Robles, El jinete insomne y La tumba del relámpago. Redoble por Rancas, novela que da inicio a la serie, fue publicada en 1970 en Barcelona y traducida a decenas de idiomas. A raíz de las consecuencias de la publicación, recuerda Scorza lo siguiente:

Yo he dotado de una memoria a los oprimidos del Perú, a los indios del Perú que eran hombres invisibles de la historia, que eran protagonistas anónimos de una guerra silenciosa, y que tienen hoy una memoria: poseen estos cinco libros en los cuales pueden apoyarse y combatir. Tienen esa memoria, está dada ya irreparablemente y no se podrá borrar nunca, porque la han adoptado incluso los pueblos en combate; ese es uno de los hechos más emocionantes para mí como escritor. Ha sido una mezcla de realidad, fantasía y documento que ha hecho algo explosivo a nivel de la realidad.2

 

Sería absurdo pedirle a un poeta peruano, comprometido con el campesinado de su país, que no tome algo de la obra de Vallejo para contar las desgracias de su gente.

III

En la poesía de Scorza podemos hallar huellas “vallejeanas”, aunque conjeturo que Vallejo es inevitable. Sería absurdo pedirle a un poeta peruano, comprometido con el campesinado de su país, que no tome algo de la obra de Vallejo para contar las desgracias de su gente; cómo no aceptar las influencias, cómo no aceptar el mandato moral que se le impone. Aun así, toda obra es pasible de cambios, evoluciones y rupturas; y el poeta busca constantemente afinar su expresión, ya que en él mora el deseo de hacer de la palabra un instrumento de revelación y conocimiento. Aceptando esto, no será difícil entender el viraje estilístico que se da en el libro El vals de los reptiles, aparecido en 1970. He aquí algunas líneas pertenecientes al poema “La trompeta”:

En su lecho carcomido de meteoritos,
difícilmente los vapores de los años respirando,
jadeando,
resoplando como esos barcos que a los bares
penetran perseguidos por la orca,
tosiendo,
buscando aire,
y el hacha del recuerdo cae,
hosco el gesto los gerentes juegan dados
la escasa lana de noviembre,
en su trono
coronado por relámpagos de trapo, 
rulos de otro tiempo.3

En este fragmento podemos apreciar una imaginería de vuelo vanguardista, no del todo presente en sus poemarios anteriores. El vals de los reptiles significaría una superación formal, un triunfo del material poético en estado puro por sobre el intelecto, el decisivo salto de la prosodia a la eufonía. Scorza, que siempre se indignó ante las etiquetas, concebía su obra como una exposición dramática de una situación trágica y era absolutamente consciente de que en algunos casos la mera exposición dramática de la situación es ya explosivamente revolucionaria y provoca consecuencias en la realidad. Así es como Scorza comprendió que el poeta no puede oponer su conciencia al lenguaje que utiliza.

A fines de los 70, Scorza se entregó a la elaboración de una nueva serie novelística de la que sólo conocemos el primer volumen, La danza inmóvil. Desafortunadamente, esta trilogía quedó incompleta debido al accidente de aviación que sufrió en Madrid, un 28 de noviembre de 1983, y que terminó con su vida. Así, con apenas 55 años, se iba uno de los más grandes poetas y novelistas latinoamericanos del siglo XX. De algún modo, el poema que compartimos a continuación, “Epístola a los poetas que vendrán”, es su legado más palmario:

Tal vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
quizá mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.

Yo respondo: por todas partes se oía llanto,
por todas partes nos cercaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la poesía
una solitaria columna de rocío?

Tenía que ser un relámpago perpetuo.

Yo os digo:
mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras los mendigos lloren de frío en la noche,
mi corazón no sonreirá.

Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
Hay cosas más altas
que llorar el amor de tardes perdidas:
el rumor de un pueblo que despierta,
eso es más bello que el rocío.
El metal resplandeciente de su cólera,
eso es más bello que la luna.
Un hombre verdaderamente libre,
eso es más bello que el diamante.

Porque el hombre ha despertado,
y el fuego ha huido de su cárcel de ceniza
para quemar el mundo donde estuvo la tristeza.4

Flavio Crescenzi

Notas

  1. Manuel ScorzaObras completas, Vol. I, Siglo XXI Editores, México, 1990.
  2. Extracto de una entrevista que le concedió a José Julio Perlado, de la Universidad Complutense de Madrid, en 1979.
  3. Manuel Scorza. Óp. cit.
  4. Ibíd.
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