Liminar
Como praxis vital y herramienta político-social, el arte de Travelo —“travestido”, del argot francés— cumple una función trasgresora, de desvío. La de violentar los códigos culturales imperantes, los de un destructivo sistema patriarcal machista, y deconstruir (“joder”) los estándares de género, invención social que ya no tiene aplicación. Proyecto que se activa en favor de la alteridad y la diferencia, una nueva y múltiple representación de la feminidad y la masculinidad, por una visión más plural de la realidad, y en contra de los cánones orden heterosexista y fálico de la ideología dominante, sus leyes moralistas, sus etiquetas uniformadoras, el dogmatismo conceptual de sus políticas identitarias y normativa sexual. Pero también el arte del travestismo —heraclítea teoría de la identidad en la contradicción— como mágico ritual de transición —los andróginos Tiresias, Dionisos o el Heraclés vestido con las ropas de Onfalia, reina de Lidia— en que se asume la dualidad masculino/femenino, metamorfosis cósmica, resuelta armónicamente en lo divino.
Las políticas bipartidistas, duales, excluyen la pluralidad, la diferencia, igualan y masifican y son el germen de la intolerancia.
Aquí, el bello referente —la belleza efímera del muchacho como poder subversivo, trasgresor— de diferentes países y culturas, o el Spectrum que diría Barthes, juega a transformarse, en constante creatividad, mediante la indumentaria o atuendo que, supuestamente, no le corresponde llevar en consonancia con su cultura o con el género social impuesto. Cuerpo como sujeto fetichizado por el propio juego —juego de máscaras, el mundo como una inmensa mascarada—, igualmente objeto de deseo de una realidad metamorfoseada, una sociedad mestiza y multicultural, con una nueva relación de los seres humanos, donde no tengan cabida el racismo, la xenofobia y el odio a la diferencia.
Discursus
la mujer llevará vestido de hombre, y el hombre vestido de mujer, y quien hiciera tal cosa merecerá la aprobación de Yahvé: mobilis in mobili: el espíritu es una cosa que cambia: truco por sustitución: todo vuelve a su lugar
Epílogo*
En nuestra Europa actual, las políticas bipartidistas, duales, excluyen la pluralidad, la diferencia, igualan y masifican y son el germen de la intolerancia. Aunque parezca extraño —señala Freud en Moisés y la religión monoteísta— la intolerancia de las masas se manifiesta más intensamente frente a las pequeñas diferencias que ante las fundamentales. Esa escasa diferencia nos aboca sin remedio a los más detestables “ismos” —racismo, clasismo, sexismo, fundamentalismo… al fascismo, en suma—, del mismo modo que, irremediablemente, la mucha diferencia nos alejaría de ellos.
De utopía (pastiche barthesiano, impuro, lo propio de la escritura blanca, su grado cero, satori): o mejor, desde la atopía, mi “habitáculo a la deriva”: imagino una sociedad con una política pluralizadora que haga hincapié en la diferencia. Una sociedad infinitamente parcelada, de divisiones no sociales, es decir, no conflictivas. Un mundo donde no habría sino diversidad, de modo que diferenciarse ya no significaría exclusión. Un mundo donde lo natural (lo legal) sería paradójicamente lo minoritario, lo marginal, y la naturalidad, los inconformismos públicos.
¿Vivamos mañana?
* Gandía, Pedro: “Puro Pasolini o El Artista Natural”, Valencia, Debats, Instituciò Alfons el Magnànim, Nº 107, 2010/2, p. 54.
- Tahar Ben Jelloun retrata a Jean Genet - sábado 15 de mayo de 2021
- 6 poemas excluidos de Estrella de Oro - viernes 15 de marzo de 2019
- Ricardo Llopesa, in memoriam - jueves 1 de noviembre de 2018