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Cuatro poemas de Marcelo Sosa Guridi

viernes 31 de marzo de 2017
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Cinco balas

No duerme la poesía
en la lengua de la musa.
Se desliza como intrusa
entre las rejas del día,

se mantiene con porfía
bajo la ruleta rusa
de cinco balas. Confusa,
transmuta como jauría

rabiosa sobre el papel.
Cada verso es una herida,
un beso, un accidente.

Al final queda dormida
como libro en anaquel;
dormida pero presente.

 

Funambulista

camino por fe
como un funambulista que se sostiene
imaginando la cuerda bajo sus pies
imaginando el cielo sobre su cabeza

camino sin semáforos ni puntos ni comas ni baldosas
escandalizando a inspectores y a gramáticos
camino consciente del vacío que me grita que voy a caer
con el corazón apretado por el puño de un ángel corrupto

pero no me detengo
¡sería tan fácil!
pero no
es una oferta tentadora descansar y volar
pero no
caminar es la fe

cuando el puño maldito se cierra
cuando mis párpados aflojan y tiemblo
por todos lados llegan voces
mi madre susurra ¡adelante!
la mujer más fuerte del mundo
sostiene mi mirada
mi hermana late al compás del corazón oprimido
hay amigos de cuatro patas que siguen conmigo
allá adelante me dicen ¡hola tío!
y ya está

no hay otra solución
no hay gramáticos ni lógicos ni peros ni siquiera inspectores
no hay putos semáforos en rojo ni mierda que me detenga

sigo caminando por las nubes
porque es la única forma
de caminar

 

Palabra

“Et dès lors, je me suis baigné dans le Poème”.
Arthur Rimbaud, Le Bateau Ivre.

La palabra no tiene corazón;
apenas tiene hueso descarnado.
Arcano es el destino que los hados
tejieron cuando hicieron su armazón.

Anhela la palabra su razón;
una vez proferida fue olvidado
su sentido, su rumbo liberado:
deriva, barco ebrio, sin fe, sin don.

Recibe la palabra, mi lector,
otorga contenido a su carcasa;
que brote, signifique, tenga vida,

depende de tu ojo soñador.
En tu predio construye nueva casa:
que sea la palabra bienvenida.

 

Riesgo

El verdadero riesgo es ser cáscara,
crear una corteza de modales,
sensibilizarse ante imágenes
y olvidar el dolor de la carne.
El riesgo es ser ciudadano sin mancha
cuando el día es de barro.

Maldigo mi comodidad de gordo
escribiendo poemitas,
mis repetidas excusas, mis banderas ajadas
en el último cajón de un alma apolillada.

Para qué mierda la fe,
si no la ejerzo hasta sangrar en la maleza,
allí donde la esperanza es lujo.

El día/barro se diluye en la lluvia cultural del olvido
y mi cobardía fabrica karma a plazo fijo.
La oportunidad pasa como un tren vaporero,
obsoleta y hermosa, brillante como una lágrima.
Levanto mi cabeza y corro,
abrazo mi fortuna.
Ser feliz es mancharse hasta el prejuicio
haciendo lo que te dicta el universo.

Marcelo Sosa Guridi
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