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El luto de las artes La semana pasada estuvo marcada por cinco zarpazos que la muerte asestó contra las artes. Entre el 7 y el 12 de marzo, las letras, la pintura, la música y el cine perdieron a cinco de sus más importantes exponentes contemporáneos. En Venezuela e Inglaterra, el 7, mueren el escritor Denzil Romero y el cineasta Stanley Kubrick; el 8, en Buenos Aires, Adolfo Bioy Casares; el 10, en Baltimore, el pintor Oswaldo Guayasamín, y el 12, en Berlín, el violinista Yehudi Menuhin. Personalidades capitales en sus disciplinas, cada uno marcó hitos profundos en la concepción que el hombre se ha venido construyendo de sí mismo en este siglo. La muerte en estos casos no es más que el tránsito al mito, a una contrastante inmortalidad. Letralia ha querido rendir un homenaje a estos cinco intelectuales, ofreciendo a sus lectores las someras semblanzas que publicamos a continuación.
Especial atención merece, en el ámbito literario venezolano, la personalidad de Denzil Romero. Uno de los pocos escritores de nuestro país que pueden llevar sin envanecerse el peso de ejercer el oficio con éxito, Romero murió en Valencia el domingo 7 de marzo dejando tras de sí una obra profunda y una carrera marcada por su vertiginosa novelística. Romero había nacido en el estado Anzoátegui en 1938 y desde niño fue un devorador de libros. "Nunca aprendí a nadar, apenas elevé uno que otro papagayo y soy hijo de maestros de escuela, por lo que puedo decir sin jactancia que a los 15 años ya me había leído la literatura clásica española. Admito que en mi formación influyeron algunos escritores, de los cuales sólo te voy a nombrar a Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, José Donoso, Juan José Arreola, Reinaldo Arenas, Marcel Proust, William Faulkner... y de aquí, Ramos Sucre, Arvelo Torrealba, Enrique Arvelo...". Era abogado de profesión. También era profesor de filosofía y, en la Fundación Instituto de Creatividad y Comunicación, daba clases de literatura general y latinoamericana e intertextualidad en la literatura latinoamericana. Luis Britto García dijo de él, en la edición de El Nacional del lunes pasado, que Romero compartía con el lector "largos coloquios de camarada, enumeraciones de la maravilla, erudiciones tocadas con la levedad de la gracia, jocundas sentimentalidades". Sobre su propia obra escribió en una oportunidad: "Verdad es que mis textos se subordinan, en distintos grados, a la reproducción mimética de ciertos períodos históricos y a la presentación de algunas ideas filosóficas, difundidas en los cuentos de Borges, tal es la imposibilidad de conocer la verdad histórica o la realidad, el carácter cíclico de la historia y, paradójicamente, su carácter imprevisible por el cual cualquier suceso inesperado y asombroso puede también darse". Las novelas de Denzil Romero le valieron el equivocado epíteto de antibolivariano. Atraído por las grietas más humanas de la historia decimonónica venezolana, en la que flota la gloria de los prohombres como Simón Bolívar, Francisco de Miranda y José María Vargas, fungió de iconoclasta al esbozar rasgos comunes de tales personajes, elaborando detalladas descripciones no contaminadas por el historicismo. Si bien de La carujada puede decirse que Romero entrega un boceto convincente y competente de la personalidad de José María Vargas y la de Pedro Carujo, quien lo apresó en julio de 1835 durante una de las multitudinarias revoluciones venezolanas del siglo pasado, despierta encendidos fulgores patrióticos cuando, a finales de los 80, publica La esposa del Dr. Thorne, basada en la relación entre Simón Bolívar y Manuelita Sáenz. La novela describe profusas escenas eróticas entre ambos amantes, y se pasea por el sentido lúdico del espíritu del genio; tal óptica para abordar personajes históricos santificados por la educación oficial le acarreó a Romero encarnizados detractores, más aun cuando, en 1988, la novela obtiene el premio La Sonrisa Vertical que otorga la editorial Tusquets en España. Posteriormente Romero se ocuparía de la vida y pasión de Francisco de Miranda, el general venezolano cuyo nombre aparece en el Arco de Triunfo de París. Publica en 1983 La tragedia del Generalísimo, que le valió ese año el premio Casa de las Américas, en 1988 aparece Grand Tour y hace apenas unos meses, el año pasado, el tercer componente de la trilogía: Para seguir el vagavagar, que aparece bajo el sello de Monte Ávila Editores. Miranda fue, para Romero, "un proyecto de vida", según él mismo. "Yo creo que esa es mi obra fundamental y encarna de algún modo todo mi ideario estético, mi teoría novelística. He escrito sobre otros temas y otros personajes, he situado mis libros en otros ambientes, pero siempre el hilo central de mi narrativa está en Miranda". De hecho, había semejanzas físicas entre Denzil Romero y su personaje histórico y literario. José Pulido dice que "no se le escapaba a uno el hecho de que Denzil se parecía cada día más a Miranda o por lo menos al Miranda de los retratos, cuya cabellera blanca se abombaba rebelde al peine, y también soltaba frases de vellos enrollados que reflejaban su conexión con los escritos del venezolano internacional".
No hay mucha información en la red sobre Denzil Romero; acaso una
No es común, en las personalidades ligadas al ámbito cinematográfico,
hallar la discreción y el enclaustramiento que caracterizaron a Stanley
Kubrick. El director de obras clave del cine mundial como La naranja
mecánica y 2001: una odisea del espacio murió repentinamente en su casa en
Hertfordshire, en circunstancias poco claras, el 7 de marzo. Contaba 70
años de edad. El portavoz familiar simplemente informó: "Stanley Kubrick ha
muerto esta mañana. No habrá más comentarios al respecto". Sólo su esposa,
Christiane Herlan, y sus tres hijas, Katherine, Anya y Vivian, además de un
séquito de apenas unas cien personas, pudieron asistir al funeral.
Crítico acérrimo del estilo de vida hollywoodense, enemigo de las
marquesinas y un apasionado de la meticulosidad en su trabajo, decía en uno
de sus primeros filmes que "la individualidad es como un monstruo que debe
ser estrangulado en la cuna para que los que te rodean se sientan cómodos".
Kubrick se marchó a Inglaterra en 1961. Estableció su residencia en
Harpenden, Hertfordshire, y allí se convirtió en un ilustre ermitaño que se
negó el resto de su vida a conceder entrevistas y asistir a los múltiples
reconocimientos que obtenía por sus obras.
El director neoyorquino deja prácticamente terminada Eyes wide shut, una
película en la que se embarcó desde noviembre de 1996 y que cuenta con Tom
Cruise y su esposa, Nicole Kidman, en los papeles principales,
representando a una pareja de psiquiatras envueltos en una serie de
tormentas sexuales. Un video de noventa segundos donde se ve a ambos
actores completamente desnudos en un apasionado abrazo es todo lo que se
conoce de este filme, que será estrenado el 16 de julio. Como todo lo
relacionado con su vida y su trabajo, Kubrick mantuvo un estricto secreto
en torno a esta película, y así lo exigió a sus actores y equipo técnico,
hasta el punto de que en una proyección privada para los ejecutivos de la
Warner —la única vez que la película ha podido ser vista más allá de los
límites de su residencia en Hertfordshire— el encargado del proyector fue
obligado a realizar su trabajo de espaldas a la pantalla. Como una pista
para sus seguidores, se sabe que Eyes wide shut está basada en el relato
Traumnovelle, del escritor austríaco Arthur Schnitzler, fallecido en 1931.
Su estilo meticuloso de filmar le ganó el mote de artesano, pero también la
incomodidad por parte de actores y técnicos. Su mano estaba generalmente
sobre el guión, la producción, la camarografía, la edición, el sonido y la
dirección de cada una de sus películas, de lo que se desprendió el más
personal cine de autor. Solía repetir decenas de veces una escena, hasta
alcanzar el grado que él consideraba perfecto. Aunque había afirmado que
Eyes wide shut le satisfacía, horas antes de morir había hablado con uno de
los ejecutivos de la Warner sobre cambios sustanciales en la música. Los
actores Harvey Keitel y Jennifer Jason Leigh decidieron abandonar el rodaje
cuando Kubrick les telefoneó para anunciarles que debían hacer nuevamente
todas sus escenas.
Cruise y Kidman, sin embargo, se jugaron el todo por el todo con tal de
protagonizar un filme del que ha sido calificado como el último gran
maestro del cine contemporáneo. En los últimos meses, debieron viajar a
Inglaterra en reiteradas oportunidades, siempre bajo las agudas exigencias
del cineasta. "Kubrick era como de nuestra familia, estamos conmocionados y
hundidos", habría dicho Cruise al enfrentarse a la prensa después de la
muerte del director.
Era proverbial su miedo a volar, por lo que filmó en Inglaterra películas
como Full metal jacket, de 1987, ambientada en la guerra de Vietnam, y la
misma Eyes wide shut, cuya historia se desarrolla en Nueva York. Para esta
su última realización, hizo disfrazar de calles neoyorquinas los estudios
ingleses de Pinewood.
Kubrick había nacido en el Bronx el 26 de julio de 1928. De raíces
europeas, el padre de Kubrick era un médico que atendía a sus vecinos del
Bronx y que logró inculcar en el joven Stan sus dos mayores pasiones: el
ajedrez, que le acompañó toda su vida y en el que era considerado un
experto, y el cine, en el que lo involucró cuando a los trece años puso en
sus manos su primera cámara fotográfica, con la que descubre su mirada
personal sobre la imagen.
Cumplidos los 17, Kubrick entra a la revista Look como fotógrafo, profesión
en la que alcanzó los primeros escalones de la fama al convertirse en uno
de los mejores pagados del medio, en el que se desempeñó durante cuatro
años. En 1950 realiza su primer cortometraje, Day of the fight, con una
cámara de 35 milímetros y una destreza recién adquirida en la forma de
manipularla. Un año después filma Flying Padre, y es el momento en que
decide dedicarse de lleno al séptimo arte. Entre 1952 y 1955 produciría The
seafarers, Fears and desire y Killer's kiss.
Su aparición definitiva en la escena cinematográfica fue en 1956 con Atraco
perfecto. En 1957 filmó Senderos de gloria. De ambas películas dice Ángel
Fernández Santos: "La primera, un thriller de tiralíneas, y la segunda, un
filme de guerra con nitidez de teorema. Ambas siguen al pie de la letra el
patrón, la ley genérica, pero hay algo en ellas que, al mismo tiempo, hace
añicos ese patrón, esa ley. Ese algo está en la formidable singularidad de
la mirada de Kubrick".
Espartaco, de 1960, ha sido calificada como su obra más hollywoodense, por
la espectacularidad de sus escenas, pero no deja de tener el característico
sello personal que imprimía con su creciente espíritu perfeccionista. Al
llevar a la pantalla en 1962 la novela de Vladimir Nabokov, Lolita —la
historia de una relación tormentosa entre un hombre maduro y una femme
fatale adolescente—, perpetró una certera crítica a la hipocresía social
—prevaleciente en torno al tema del amor— y a la blandengue postura del
cine ante los problemas del hombre como animal de pasiones.
En 1964 filma Dr. Strangelove or How I learned to stop worrying and love
the bomb, protagonizada por Peter Sellers, una oscura comedia sobre la
irracionalidad de la carrera atómica. Es la antesala de 2001: una odisea
espacial, una de las películas más complejas jamás realizadas, filmada en
1968. Esta película presenta a Hal 9000, una computadora equipada con
inteligencia artificial que intenta controlar una misión astronáutica, en
una dura visión del progreso científico como potencial punto de partida
para la destrucción de la humanidad. El siguiente paso en la filmografía de
Kubrick sería La naranja mecánica, de 1971, donde nuevamente despliega su
apreciación fatalista de los avances científicos, esta vez en la forma de
una terapia de la aversión que el Estado experimenta en un intento para
controlar a los antisociales. Esta película representó la consagración del
actor Malcolm McDowell.
Martin Scorsese ha dicho de Barry Lyndon, su siguiente película —en la que
un hombre apuesta a la conquista de una dama de sociedad, en la Inglaterra
victoriana, para elevar su propio estatus—, filmada en 1975, que a través
de su impresionante barroquismo se puede apreciar la que quizás sea la más
perfecta obra del séptimo arte. Le seguirían El resplandor, de 1980, en la
que Jack Nicholson interpreta a un hombre influido por los demonios que
habitan en un viejo hotel al que le han encargado cuidar durante el
invierno; y Full metal jacket, de 1987, una visión muy personal de la
guerra de Vietnam. Han pasado doce años entre esta película y Eyes wide
shut.
Uno de sus admiradores más consecuentes era su colega Steven Spielberg,
para quien Kubrick era "un gran incomprendido", alguien generoso para quien
fuera capaz de impresionarle con una buena película. "Se le veía como a un
ermitaño porque rehuía a la prensa. Pero para quienes tuvimos la
oportunidad de conocerlo era como un oso de peluche, amable y apasionado".
En el lado opuesto, Malcolm McDowell, el Alex de La naranja mecánica, decía
hace algún tiempo: "¿Extraordinario? Sí. ¿Brillante? Sí. Pero, como ser
humano, vaya, ése es un examen del que no pasa muy bien que digamos".
Existe una página en homenaje
a Stanley Kubrick, con su biografía y filmografía. Un sitio similar se
puede visitar en http://www.geocities.com/Athens/7439/hal.htm.
Y si quiere saberlo todo sobre La naranja mecánica, visite el sitio de Ignasi
A. Mulet Alegre. Finalmente, la Internet
Movie Database le retornará una lista de todas las producciones de
Kubrick en http://us.imdb.com/Name?Kubrick,+Stanley.
La muerte de Adolfo Bioy Casares sorprendió al mundo literario la noche del
8 de marzo de 1999. El escenario de la negra noticia fue el Centro de
Educación Médica e Investigación Clínica, en Buenos Aires, donde los
problemas respiratorios y coronarios del escritor, que le obligaron a
hospitalizarse varias veces en los últimos meses, sellaron su vida a los 84
años de edad.
La consternación entre los escritores que le conocieron o admiraron se
desplegó rápidamente. Para Carlos Fuentes, quien estuvo con Bioy Casares en
septiembre de 1998, fue "un gran ser humano, un excelente y gentil hombre,
un ser de trato fino, con el que se pasaba la vida alegre y feliz". Álvaro
Mutis dijo resistirse "a saber que murió Adolfo Bioy Casares", novelista
que, en su opinión, "supo presentar un Buenos Aires no realista,
desprovisto de adornos y con un estilo excepcional". Abel Posse dijo que el
escritor "alcanzó sus mejores momentos en la observación despiadada y
sarcástica de la pequeña burguesía de ese Buenos Aires de Dormir al sol y
de la magistral primera parte de El sueño de los héroes". Para la escritora
María Esther Vázquez, "con la muerte de Bioy, Argentina pierde una gran
cantidad de valores que hoy parecen estar ausentes. La cortesía, la
humildad, el desprecio a los soberbios y a los imbéciles. Bioy odiaba el
exhibicionismo y era un optimista".
Para Bioy Casares, la inminencia de la muerte le inducía a celebrar.
"Espero morirme creyendo que voy a seguir escribiendo, que venga la muerte
de un momento a otro. Me gustaría decir, segundos antes de la muerte, lo
mismo que un personaje de un libro que estoy leyendo: 'Rápido, cochero; a
todo galope, al cielo'".
Bioy, el eterno amigo de Jorge Luis Borges, a quien conoció en 1932 y con
quien escribiera Un modelo para la muerte, Libro del Cielo y del Infierno,
Seis problemas para don Isidro Parodi y Crónicas y cuentos de Bustos
Domecq, había nacido el 24 de septiembre de 1914. Su familia le deparó una
vida de lujos que configuraron una personalidad atractiva y deslumbrante.
Lo define Blanca Elena Pantin: "Fue el último de los dandy, un seductor
exquisito". Posse da cuenta también de "aquellas estupendas muchachas en
flor que jugaban al tenis", quienes habrían de visitar "su estudio erótico,
un pequeño departamento cerca de su casa".
Había conocido a Borges en la casa de su amiga Victoria Ocampo. La hermana
de ésta, Silvina, se les une en la aventura literaria de escribir la
Antología de la literatura fantástica. En 1940 se casan Bioy y Silvina,
quien —con Borges— le había convencido de abandonar los estudios y consagrarse por
entero a la literatura. "Gracias a Silvina me dediqué a escribir",
confesaría Bioy Casares.
Su obra, que le mereció en 1990 el Premio Cervantes, es de las más
importantes de nuestra lengua y alcanza su pico más alto con La invención
de Morel, publicada en 1940 y definida por Borges, en su prólogo, con estas
palabras: "He discutido con su autor los pormenores de su trama, la he
releído; no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de
perfecta". Su catálogo incluyó novelas como Plan de evasión (1945), El
sueño de los héroes (1954), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al
sol (1973), La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985), Un campeón
desparejo (1993) y De un mundo a otro, su último libro, publicado en 1997.
Adolfo Bioy Casares fue enterrado sin velatorio, como lo decidió él mismo,
el 9 de marzo en el panteón familiar de los Casares en el bonaerense
camposanto de La Recoleta.
Los diarios Clarín
y La Nación
dedicaron páginas especiales a la vida y la obra de Bioy Casares. Un
recurso indispensable en la red para conocerle es la sección
especial que la página Literatura Argentina
Contemporánea le ha dedicado.
Bajo un árbol sembrado en su casa por el pintor ecuatoriano Oswaldo
Guayasamín descansan, hoy, sus cenizas. El más grande artista que ha dado
la nación suramericana en el siglo XX murió el 10 de marzo en Baltimore de
un infarto. Contaba 79 años de edad y había ido a la ciudad estadounidense
para cumplir con una revisión oftálmica, pues la diabetes le había afectado
la visión; Berenice, su hija, cancelaba la cuenta del hotel mientras él
esperaba en el vestíbulo con un café, cuando una falla en su corazón marcó
el final de sus días.
De espíritu combativo, Guayasamín dedicó su arte a plasmar la tragedia
indígena latinoamericana. Desde su primera exposición individual, en 1942,
su obra fomentó la polémica al denunciar los crudos contrastes sociales que
arrastra Ecuador, y Latinoamérica toda, desde la conquista. Apreciaba en
grado sumo la capacidad del mural para transmitir contenidos. Durante el
régimen de Rodrigo Borja pintó uno para el Congreso de Ecuador, uno de
cuyos elementos era una calavera con un casco ceñido en el que se
distinguía la svástica y las siglas CIA.
Su obra mayor, la Capilla del Hombre, que sería inaugurada en junio de
2002, era un intento del artista por "contar desde el nacimiento de
nuestras culturas hace 8 o 10 mil años hasta lo que está sucediendo ahora
mismo". El monumento queda inconcluso, aunque la fundación Guayasamín
estaría pensando terminarla a pesar de la muerte del artista. La Capilla
del Hombre es un complejo de murales de 2.500 metros cuadrados, de los
cuales Guayasamín había dibujado ya unos 2.000 y pintado el 30 por ciento
de toda esa extensión. El artista tenía en proyecto rendir homenaje "a los
70 millones de indios y los 50 millones de negros que murieron tras la
llegada al continente de los europeos".
Guayasamín había nacido en Quito el 6 de julio de 1919. Era el mayor de los
diez hijos del indígena José Miguel Guayasamín y la mestiza Dolores Calero.
En 1932, resistiendo a los deseos de su padre, inició estudios en la
Escuela de Bellas Artes de Quito; en 1942 inició un periplo artístico que
lo llevó a Estados Unidos, México, Perú, Chile, Argentina y Bolivia. Su
prestigio internacional fue impulsado por logros como el primer premio en
la III Bienal Hispanoamericana de Barcelona, en 1956, donde presentó el
tríptico El ataúd blanco, y el premio al mejor pintor de Suramérica en la
Bienal de Sao Paulo, Brasil, en 1957. Había tenido seis hijos (Pablo,
Berenice, Saskia, Shirma, Yanara, Dayuma) de sus tres matrimonios.
La fama internacional no opacó la sencillez que lo caracterizaba. "Hace 50
años", cuenta su biógrafo y amigo, el escritor Jorge Enrique Adoum, "cuando
bebíamos en medio de mucha gente que bailaba, nos acostábamos en el suelo,
bajo una angosta mesa de la sala, para seguir hablando de cosas más
cercanas al corazón, 'como compartiendo un ataúd', dijo entonces". A su
muerte, sus obras han de pasar a ser patrimonio artístico de Ecuador, como
lo ordenó él mismo, así como los objetos artísticos e históricos de su
vasta y valiosa colección.
A mediados de los 70, Guayasamín donó toda su obra y sus colecciones
artísticas prehispánica y colonial a la Fundación Guayasamín, que acababa
de crear para impulsar el arte y la cultura en su país. Esta institución
tiene extensiones en Santiago de Chile y San Salvador, y en 1993 el
gobierno cubano respaldó la creación del taller y estudio Casa Guayasamín
en La Habana Vieja.
La denuncia implícita en la obra de Guayasamín contiene también una fuerte
carga de tristeza. "Este siglo oscuro y violento que nos ha tocado vivir me
ha obligado a llenar mis cuadros de una enorme tristeza". Descreía, sin
embargo, de la muerte, de la cual aseguraba no existía: "No creo en la
muerte, los hombres se diluyen pero siguen viviendo a través de sus
descendientes. (...) Yo tengo ya siete hijos. En cada uno de ellos estoy
profundamente reflejado. Es decir que si me toca diluirme ya queda en mis
hijos impresa mi vida personal, mi espíritu, mi mundo interior ya queda en
cada uno de ellos".
De postura izquierdista, amigo de Fidel Castro y de Salvador Allende,
Guayasamín dijo en una oportunidad haber pintado "como si gritara
desesperadamente, y mi grito se ha sumado a todos los gritos que expresan
humillación, la angustia del tiempo que nos ha tocado vivir". Justamente,
El tiempo que me ha tocado vivir es una de sus colecciones de obras más
famosas, en la que se representan los conflictos armados, la lucha obrera y
el ideario político de la izquierda. "Uno hace las cosas por necesidades
espirituales, por gritar, por protestar, por hablar de las angustias, no
por buscar inmortalidad. A veces pienso que cuando muera, y después de
muerto, no valga nada de lo que he hecho. El tiempo será el que lo diga".
Cuando el pueblo de Ecuador empezó a protestar ante los desatinos del hoy
ex presidente Abdalá Bucaram, Guayasamín fue uno de los propulsores del
movimiento, participando en la planificación de las jornadas de protesta
del 5 de febrero de 1997. Con los escritores Pedro Jorge Vera —también
recientemente fallecido— y Jorge Enrique Adoum formó el llamado Grupo de
los Intelectuales. La Fundación Guayasamín fue en repetidas oportunidades
lugar de reunión para grupos centroizquierdistas, movimientos
independientes e indigenistas. Influyó decisivamente en la instalación de
la Asamblea Nacional Constituyente que inició actividades en diciembre de
1997.
El gobierno ecuatoriano rindió a Oswaldo Guayasamín, el día 12, los honores
que corresponden a quien dedicó su vida y su obra a exaltar las
nacionalidades latinoamericanas.
Para saber más acerca de la vida y la obra de este genio de la plástica
latinoamericana, conviene visitar el sitio homenaje que le ha dedicado
Antonio Ocaña. También se puede obtener información sobre la Fundación Guayasamín.
El viernes 12 de marzo murió en Berlín a los 82 años el violinista Yehudi
Menuhin, víctima de un ataque al corazón ocurrido tres días después de
haber cancelado un concierto por motivos de salud. Poseedor de una
extraordinaria sensibilidad social y convencido de que la música era un
antídoto contra la violencia, había dicho recientemente que "el arte
refleja el refinamiento de una sociedad".
Contemporáneo de Jascha Heifetz e Isaac Stern, Yehudi Menuhin nació en
Nueva York el 22 de abril de 1916 y vivió casi toda su vida en Gran
Bretaña, de donde se hizo ciudadano en 1985. Su debut como violinista se
produjo a los siete años de edad interpretando el Concierto en Mi menor Op.
64 de Mendelssohn con la Orquesta Sinfónica de San Francisco; a los 13 años
ya había obtenido reconocimientos en Berlín, París y Londres y era llamado
"el Einstein del violín".
Justamente en Berlín, poco antes de cumplir sus 13 años, el científico
alemán Albert Einstein lo felicitó, después de su primer concierto,
diciendo: "¡Ahora sé que hay un Dios en el cielo!". Esto le aseguró una
exitosa carrera en la que alternó con los mejores directores y orquestas
del mundo, convirtiéndose en un apasionado de Bach y los románticos. Grabó
con Georges Enesco, quien lo acompañó en el piano; con Edward Elgar; con el
director alemán Wilhelm Furtwängler, con quien produjo memorables
interpretaciones de Beethoven, Mendelsohn, Brahms y Bartók, entre otros.
Como director de orquesta estuvo a cargo de conjuntos como el del Festival
de Bath y del Festival Menuhin, la Royal Philarmonic y la Sinfonía
Varsovia. Interpretó música hindú con Ravi Shankar y piezas de jazz con
Stephan Graphelli, y confesó su aprecio por la música de Los Beatles.
Menuhin desarrolló también una intensa actividad social. Durante la segunda
guerra mundial participó en quinientos conciertos cuyos beneficios apoyaron
a la Cruz Roja y a las tropas aliadas. Pregonó la paz por donde quiera que
su música llegara, mostrándose contrario a toda forma de violencia.
Criticaba al neonazismo recomendando que sus impulsores, a quienes tildaba
de jóvenes que no conocen la historia, fueran "castigados y reeducados sin
violencia, pero firmemente".
Solidario con los jóvenes talentos, concedió becas en países como China y
la extinta Unión Soviética, dando a muchos nuevos valores la oportunidad de
cursar estudios en Occidente. Recibió en 1960 el premio Nehru de la Paz y
en 1990 fue investido del título de embajador de buena voluntad de la
Unesco. También recibió el premio de la Legión de Honor Francesa, la Orden
del Mérito de Alemania, la Orden Leopoldina de Bélgica, la Gran Cruz de la
Orden del Mérito de España, la Orden de Caballero de la Gran Cruz de Italia
y casi treinta doctorados honoris causa en diversas universidades como las
de Oxford, Cambridge y La Sorbona.
"Nací viejo y cada día soy más joven", dijo Menuhin en diciembre. La
Fundación Menuhin, creada por él en Bruselas, conserva su legado en la
forma del proyecto MUS-E, con el que se intenta llevar la enseñanza
artística a los colegios de escasos recursos.
Sobre Menuhin no hallamos material significativo en la red, al menos en
nuestro idioma. En alemán es posible leer su vida y obra.
También en inglés se puede obtener abundante información en el sitio de la
Escuela de Música
Yehudi Menuhin, en Inglaterra.
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