El tirador de piedras
Ernesto Triana López
I
Un camaleón descansa sobre
una piedra debajo del sol. Un
niño de muy mala puntería le lanza
una piedra, le da al sol y éste
cae encima del camaleón.
Ese día las hormigas
comieron camaleón asado.
II
Se sintió el ruido de los
cristales quebrados
El anciano no se inmutó,
siguió tranquilamente mirando
105 variantes encajes que el
atardecer y su ventana iban
labrando en el interior de la casa.
El niño, asustadísimo, no
paró de correr hasta estar bien lejos.
De verdad que no fue su culpa,
todo sucedió por la dichosa paloma
en el tejado.
III
La diagonal es un segmento
que lleva implícito el movimiento
(nadie sabe si se cae o se levanta,
pero se mueve)
Es un trazo iracundo que si se cruza
con otro de sentido contrario,
indica violenta negación.
Es una línea muy progresista
dentro del estado de las rectas,
se burla de la tontería anquilosada
de las líneas verticales y horizontales
que tanto aburren.
Este trazo tiene algo de navajazo,
de rápida fuga, de eficaz comunicación
entre diferentes alturas. Posee estilo,
personalidad, se distingue del montón.
Aunque manteniendo su recta sobriedad,
me hace pensar en parques infantiles,
en la canal que tanto gusta a los niños
y a mí. Yo, decididamente me deslizo por
la diagonal para tomar impulso y
llegar hasta el suelo.
Allí un niño me mira con cara curiosa
tocándose el bolsillo derecho que está,
evidentemente, lleno de piedras.
IV
La birijita con breves vuelos
se pasa de un gajo a otro de la mata
de guayabas, nerviosamente mira a la derecha,
a la izquierda.
Y allí tenemos a nuestro niño deslumbrado
por el diminuto ser. Observa su tremenda agilidad
pensando quizás que se parece un poco a él mismo
¡Si pudiera tener esa maravilla entre las manos!
Instintivamente coge una piedra y la tira con fuerza
pero ésta da contra el tronco, rebota, acierta
al carapacho de una jicotea durmiente y termina su
recorrido en el dedo central de la pata de un pato
que paseaba por la orilla del río.
El pato grita: ¡CUA!
(y esta es una palabra bien fea en el idioma de
los patos)
V
En el borde redondo se paró,
la boca de ladrillos dejaba
escapar un aliento fresco,
de profundidad acuosa ensombrecida.
Aspiró un instante el agradable olor
y de repente sorprendió una cara que
lo miraba embelesado desde el fondo
de aquel hueco.
Por rabia con ese chismoso que trataba de
reproducir todos sus gestos, estiró el brazo
y la mano, abrió los dedos índice y pulgar
para dejar caer la piedra.
Le dio justo en la nariz
y los círculos concéntricos se
fueron agrandando hasta hacerlo desaparecer.
VI
En el instante de lanzar la piedra
tratamos de detener el movimiento,
pero ya era demasiado tarde;
en esas centésimas de segundo
ya el cerebro no puede nada sobre el cuerpo.
La mente trabaja muy rápido,
pero cuando una idea se lleva al plano
de la concreción física, es imposible
borrar sus efectos con la misma velocidad
que se desecha mentalmente.
VII
Tenía deseos de comerse aquel mango
que lucía tan apetitoso, y allá va la piedra.
Casualmente no le acierta, la piedra sigue
su rumbo, se escapa de la atmósfera terrestre.
El impacto fue violentísimo,
toda la nave se estremeció, las alarmas
comenzaron a chillar desenfrenadas,
el control pasó, por supuesto, al cerebro
central de la computadora madre.
El capitán comenzó a decir por los altavoces
que se tranquilizaran, que mantuvieran sus puestos,
que todo estaba bajo control. La tripulación pareció
desprenderse un tanto del pánico inicial.
Pero quien estuviese observando la cubierta superior,
se daría cuenta de que en el depósito de uranio
se había producido una avería irreparable.
VIII
Él mismo fue el primero en gritar:
—¡Auxilio, el rascacielos se cae!
Luego fue King-Kong quien dijo:
—¡Cuidado, el rascacielos se cae!
Pero nadie escuchaba las voces.
Por suerte una nube paró el descenso.
Ya respiraba aliviado cuando una ráfaga de viento
se llevó la nube y de nuevo aquel coloso
prosiguió su caída.
—¡Cuidado, el rascacielos se cae!
—¡Auxilio, el rascacielos se cae!
Pero nadie escuchaba las voces
Solo una auratiñosa que por allí volaba,
devolvió con un aletazo el cuerpo a su sitio.
IX
Paseando Domingo en la tarde con sus padres.
Desde su balcón la gatica Mariarramos tira
la piedra y esconde la mano.
Algarabía, señor protestando por un carro abollado.
Asombro, ¿por qué la regañaban si no había hecho nada?
X
La piedra gira en el aire
y nosotros con ella.
Cada vuelta que da
es un vuelco en el alma.
Nuestra vida, al igual que la piedra,
se va desviando del objetivo inicial
hacia el que fue lanzada.
Parece que volvemos al mismo lugar
de partida, el suelo.
Pero, ¿y la trayectoria?, ¿y el vuelo?
XI
Le tiró al gato y rompió un bombillo.
Le tiró al gato y mató un ratón.
Le tiró y el gato siguió con una sonrisa
la trayectoria de la piedra
hasta la aguja del tocadiscos
que iba automáticamente a posarse
en quién sabe qué canción.
Después, el gato lo miró,
y guiñándole un ojo movió la cola
aprobatoriamente.
XII
Una bandada de patos volaba bien unida.
Se iban buscando tierras más cálidas.
El guía, en la punta de aquella bella uve,
rompía el viento con su poderoso pecho
cuando de pronto sintió el silbido de la
piedra al pasar por su lado.
Miró hacia la tierra, vio a un pequeño
ser que se halaba los pelos, pero lo
que realmente le sorprendió
fue un chorro de agua que salió
desde la nube agujereada.
XIII
Le encantaban las películas de pistolero,
sobre todo esas escenas en que el bueno
lanza la moneda y le abre un hueco en el aire.
Con gran emoción imitativa lanzó la piedra-moneda
y acto seguido la piedra disparó.
Pero eso sale bien sólo en las películas.
La piedra moneda, le cayó en la cabeza.
XIV
En medio del camino un perro ladraba.
Pero él no le tiraba a los perros,
pues tenía siempre presente este cuento:
El perro ladra.
El niño le tira la piedra y logra que calle.
El perro ladra.
El niño le tira la segunda piedra
y logra que calle.
El perro ladra.
El niño le tira la tercera piedra
y logra que el perro... le muerda.
***
Esta ilusión de atardecer que estáis viendo es producto de la única pedrada
certera de este niño.
Le tiró al sol y lo hirió de muerte, sangra por todos los costados, tiene
el cielo completamente manchado. El sol se cae, ya es de noche.
Les recomendamos que se metan en sus casas porque aunque el tirador no
trabaja ahora, es probable que aún anden volando muchas de sus piedras y
debido a la oscuridad puede suceder que algunas no logren apartarse de
nuestras cabezas.