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Rusia y el Bolshoi, vidas paralelas
Un teatro al borde de la desaparición durante la ascención del bolchevismo y su radical ola militante en 1917, sólo logra salvarse ante el esfuerzo y entonces temeroso riesgo de algunos defensores del arte como los revolucionarios Vaganova y Lunacharsky. En aquel entonces majestuoso escenario del Teatro Bolshoi, orgullo nacional ruso, sirve de nueva tribuna a V. I. Lenin para anunciar su plan de electrificación del país, rodeado de símbolos comunistas colgados de las pesadas cortinas del teatro. Allí se propone también la destrucción del mural Titov, pintura que cubre el techo abovedado del edificio, para en su lugar hacer destacar una obra proletaria que llamarían La apoteosis del arte de los pueblos de la Unión Sovietica. Desde entonces el repertorio del Bolshoi es subordinado a los nuevos ideales soviéticos (La Amapola Roja); todo lo que no comulgue con la intolerancia revolucionaria se acusa de poseer una "mentalidad burguesa". A pesar de esos días aciagos por los que atraviesa el país durante la Segunda Guerra Mundial que ven destruir gran parte de las más importantes edificaciones rusas, y la destrucción parcial del Teatro Bolshoi debido a los bombardeos, el venerado teatro es reparado en un tiempo record, 240 días. Con los meses allí se presentan con orgullo algunas de las más aclamadas obras de Tchaikovsky y otros genios nacionales hasta que se termina la contienda mundial.
Es sólo a la caída de la Unión Soviética, después de haber estado como director absoluto del Bolshoi por más de 30 años (1995), que Grigorovich, acusado por algunos de sus críticos de resistirse a las innovaciones, haber permitido un éxodo masivo de algunos de los más destacados artistas rusos sin hacer nada y el de ser dictatorial, es destituido por el presidente ruso Boris Yeltsin, quien nombra en su lugar a Vladimir Vasiliev, un enemigo de Grigorovich por años. El nuevo director, un destacado artista de 58 años, toma posesión de su cargo prometiendo llevar a la institución rusa hacia nuevos destinos, en un momento crítico y ante el disminuido rol del Estado en los asuntos internos de la organización artística. En los últimos 3 años su tarea no ha sido sencilla, quizás la más difícil de las emprendidas por dirigente alguno en la existencia paralela de la institución junto a los destinos de la nación y sociedad rusa. Con dinero muy escaso, uno de los últimos presupuestos del Estado le concedió menos de 15 millones de dólares, que cubre parcialmente los gastos de una institución con 2.500 empleados sobre sus espaldas y más de 1.000 personalidades artísticas; el nuevo director, Vasiliev, ha emprendido planes para atraer nuevos fondos para la institución, ha prometido hacer regresar el Bolshoi a su glorioso pasado incorporando a nuevos valores, originales repertorios, ofreciendo nuevas propuestas, todo a pesar de la profunda crisis por la que atraviesa la nación rusa actualmente. Un proyecto del Bolshoi junto a la Unesco se ha propuesto asegurar la renovación del edificio de la institución, el regio Palacio Bolshoi en la Plaza de Teatralnaya, en malas condiciones por el abandono de sus reparaciones por años. Según sus responsables, para el proyecto de recuperación total se necesitarian unos 300 millones de dólares. Un plan propuesto por Vasiliev, considerado por sus críticos utópico, trataría de lograr que cada teatro en el mundo financiara con una sola función la reconstrucción de este gigante de la cultura rusa y mundial que es el Bolshoi. Es opinión de un gran número de críticos de arte, que aun ante inesperadas dificultades futuras a presentarse en la sociedad rusa, su bicentenaria institución cultural, el admirado Teatro Bolshoi, seguirá siendo el ejemplo de la fuerza del carácter nacional ruso y su poder de supervivencia. ![]() Letralia, Tierra de Letras, es una producción de JGJ Binaria. Todos los derechos reservados. ©1996, 1998. Cagua, estado Aragua, Venezuela
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