El suicidio de José Agustín Goytisolo
Ivanóskar Silén-Acevedo
I
Oscura, como toda fama, la Amante
Gris cantó para ti "Los poemas a Julia".
Y hoy la mueca de tu rostro estrellado contra el
suelo te persigue en los corredores
del espejo, do la mueca de tu fama
tropieza en las voces de tu mujer y tu
hija. Es el horror de ti lo que ellas rechazan, es
el sendero oscuro, la violencia del
padre, el orgasmo del esposo con la muerte, lo
que tu mujer resiste. Es tu pasión por
Dios, como la mía, lo que aligeró el sentido
de tu Buda, el sueño zen de los suicidas.
Es el escándalo de ser poeta contra el cielo...
y contra la Medusa establecida.
II
Hoy Pan gira y danza en tu cerebro
roto. Hoy los niños trafican tu cráneo
de luna esparcida, como rosa en las cunetas,
y las estatuas aúllan inmortal tu nombre roto.
Ya corre la noche enmohecida en las gazas que
no contuvieron tu dicha. Ya frenéticos los dioses
del Hades celebran días de fiesta,
porque tú (en pedazos de claro de luna,
de sonatas, de deliros, de Venus pelirrojas
que orgasman por ti toda la muerte,
y desgarran por ti los senos lilas
de hermosos lirios), seducido por la Amante Gris,
buscas aún en naves de neblina, los remolinos
azules de las vulvas inquietantes.
III
Ebrio entre las sombras, y rasgado
por las grietas, Goytisolo ausente,
de su alma cruza el infierno bajo
el sonido del llanto. Los que agonizan,
los más ebrios, los que son vértigo de la
carne (el humo, el azufre, la mirra)
ya no sueñan, ni ríen, ni presagian
al Ebrio que surge de las ruinas.
El infierno es el sueño de la carne. Es
el canto de los monjes atrapados, y
la risa de las niñas suicidadas.
El Ebrio contempla a Goytisolo y
los espejos sueñan (el humo, la mirra) contra
la risa de las niñas suicidadas.
IV
El poeta con los ojos rotos, con
la lengua rota, mira los escombros
y canta. Los cuervos lo contemplan como carne
de gula, o como las huellas del que muere
ansioso, sediento, ebrio de Dios, curioso
de sí sueña al poeta que canta
angelical en medio de los taxis:
"¡Oh, Goytisolo, amor! ¡Oh, soledad de los solos!"
¡Oh, prensa maldita del Hades que
pegaste lo fatal en las paredes del cielo!
Déjalo bailar entre las sombras, el día de fiesta
de su muerte, porque las Quimeras lloran
y el Asombro, y la misma muerte llora: "¡Oh,
infierno de amor! ¡Oh, soledad la del poeta!"
22 de marzo de 1999
Nueva York