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Influencias de las lenguas indígenas en el español de Chile

Miguel Correa Mujica

Aunque el estudio del español hablado de Chile no comienza exactamente con la llegada de Rodolfo Lenz (1863-1938) a ese país, ni con la publicación de sus estudios filológicos, con él sí comienza un apasionado debate lingüístico que aún no ha cesado. Creo que el gran ganador de ese debate ya transepocal e histórico lo ha sido Chile, pues de la controversia a favor o en contra de los postulados de Lenz siguen haciéndose investigaciones y estudios sobre las particularidades lingüísticas de ese país, estudios que ayudan a ubicar a Chile en el mapa filológico y cultural del mundo.


Etapa pre-lenziana

Con anterioridad a la llegada de Lenz a Chile, Andrés Bello había publicado, entre 1833 y 1834, una serie de artículos de carácter pedagógico en el semanario El Araucano bajo el título de Advertencias sobre el uso de la lengua castellana dirigidas a los padres de familia, profesores de los colegios y maestros de escuelas, los que estaban destinados más bien a corregir vulgarismos y expresiones viciosas en el empleo del castellano en Chile. En 1895 Bello publica sus Principios de ortología y métrica de la lengua castellana, obra que el autor escribe movido tal vez por el temor a que el idioma se aplebeyara aun más quebrando con ello la unidad léxica y fonética del español hablado en Chile, según lo afirma la filóloga argentina B. R. Enríquez. Los textos de Bello han generado también algunas polémicas: catedráticos, filólogos y eruditos toman partido al considerar los estudios del ilustre venezolano encaminados a corregir únicamente vicios del habla chilena. Otros se inclinan a pensar que su propósito era el de conservar la unidad lingüística continental y no solamente la del habla nacional chilena, como considera Rodolfo Oroz, notable filólogo chileno y director de la Academia Chilena. También de esta controversia sale ganando Chile y la superestructura de la sociedad chilena. A los estudios realizados por Bello siguieron los de Valentín Gormaz y Miguel Luis Amunátegui con obras que hoy se podrían considerar históricas pero que dieron testimonio de la evolución del castellano en ese país. Talmente parece que la energía y el empellón iniciales aportados por Andrés Bello al estudio del castellano en Chile prevalecen hoy día con extraordinaria vigencia.


Rodolfo Lenz y Chile

La llegada de Rodolfo Lenz a Chile en 1891 constituyó un acontecimiento de primer orden en la historia del estudio del español de ese país. Nacido en Halle, Sajonia (Alemania) en 1863, Lenz residió en Chile hasta su muerte, ocurrida el 7 de septiembre de 1938. Filólogo con una sólida preparación, estudió la lengua y el folklore araucanos que fundamentó científicamente. Hablaba trece idiomas. Además de sus estudios lingüísticos, también se dedicó a la enseñanza universitaria. Fue titular de la cátedra araucanista de la Universidad de Santiago de Chile. Sus Chilenische Studien, publicados de 1892 a 1893, constituyen la primera descripción científica de la pronunciación chilena. Rodolfo Lenz es considerado hoy día como la máxima autoridad en el conocimiento del idioma araucano del siglo pasado.

En el mismo año de 1893, Lenz publica su artículo Beiträge zur Kenntnis de Amerikanospanischen (Contribución para el conocimiento del español de América). En ese trabajo, Lenz, después de analizar la evolución demográfica y la historia cultural chilena, describe los sistemas fonológicos mapuches y los del español chileno señalando más de diez rasgos que a su juicio distinguen el español de Chile del resto de los dialectos españoles y que son resultantes de la influencia del sustrato sobre el español hablado en ese país. De esta forma queda echada la semilla de la polémica: al comparar el sistema fonético del araucano o mapuche con el del castellano chileno, Lenz en este trabajo llega a la conclusión de que "el español vulgar de Chile es principalmente español con sonidos araucanos" (249).

Afirma Rodolfo Oroz, quien se opone vigorosamente a la tesis araucanista, que cuando Lenz llegó a Chile se encontró con una serie de fenómenos en la pronunciación chilena (el seseo, la aspiración de -s al final de sílaba, la f bilabial, la r y la rr asibiladas) que él interpretó como peculiaridades del habla chilena debido a la influencia de la lengua araucana desplazada, lo que le llevó a afirmar que el español vulgar de Chile no era otra cosa que español con fonética araucana. Oroz considera que esos fenómenos fonéticos que Lenz creyó de origen araucano son comunes a todas las variedades del español hablado en América.

M. L. Wagner, un cuarto de siglo más tarde, en su artículo Americanisch-Spanisch und Vulgärlatein acepta, aunque parcialmente, la tesis araucanista de Lenz, sobre todo en lo que respecta a la asibilación de la rr y del grupo tr, así como el carácter alveolar de las consonantes d, t, n, s en el habla vulgar chilena. En 1935, el inglés W. J. Entwistle publicó en Londres su libro The Spanish Language, en el que redujo la influencia de las lenguas sustratistas americanas en el español de América prácticamente a cero al declarar que ninguna peculiaridad lingüística indígena —en el aspecto fonético, morfológico y sintáctico— había pasado a América, no admitiendo tampoco influencia del sustrato mapuche en el español de Chile.

Amado Alonso también entra en la controversia al someter a un riguroso análisis la tesis araucanista de Lenz en sus Estudios lingüísticos, retocándolo después en los Temas hispanoamericanos, donde toma una posición más ecuánime sobre el asunto: no niega del todo la influencia del araucano en el español chileno afirmando que en el caso de Chile "puede suceder que un estudio (...) descubra algunos rasgos de sustrato (en la entonación de Chile y de todas partes es seguro)" (397). Y concluye diciendo: "no hay que descartar la posibilidad de que el araucano (...) haya dejado alguna huella en el chileno, sobre todo en las melodías y en los juegos rítmicos, pero en el sistema fonético, conjunto de articulaciones sistemáticamente relacionadas como un juego de valores, no ha impuesto influencia alguna" (289). Rodolfo Oroz se suma plenamente al juicio de Alonso en su libro La lengua castellana en Chile.


Pero, ¿araucanos o mapuches?

Antes de continuar nuestra indagación lingüística sobre si hay o no influencias indígenas en el español de Chile, hemos considerado conveniente averiguar quiénes eran, dónde vivían, a qué se dedicaban los aborígenes en cuestión y cuáles eran las particularidades de su idioma, hoy al centro de varios desacuerdos filológicos.

Y hemos encontrado mucho. Según Esteban Erize, en su Diccionario comentado mapuche-español, el término araucano es una "creación híbrida hispano-indígena que conquistadores y escritores impusieron" (13). El mismo autor considera que mapuche es una denominación genérica (de mapu, tierra; che, gente) con la que se conocían las tribus indígenas a ambos lados de la Cordillera de Los Andes que hablaban un mismo idioma y compartían las mismas creencias, costumbres y organización interna. Estas tribus ocuparon enormes territorios en la zona meridional del continente americano, zonas que en la actualidad se corresponden con las naciones de Chile y Argentina. El término araucano parece haber entrado en crisis definitiva dado su carácter de vocablo importado. Muchos lingüistas coinciden con Erize en que la denominación genérica de mapuche es la más apropiada para nombrar estas tribus indígenas precolombinas.


Orígenes

En Chile, el asentamiento de las tribus mapuches se hizo relativamente compacto en la zona central del país, extendiéndose desde Copiapo hasta las islas Guaitecas y desde el Pacífico hasta la Cordillera. Aunque no existen datos exactos para calcular la población de estas zonas, se estima que a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, la población mapuche asentada en esas tierras oscilaba entre los cuatrocientos a los quinientos mil habitantes. Actualmente las tribus mapuches en territorio chileno no superan el 10% de esa cifra. Existen grupos indígenas en que los ancianos tratan de inculcar a las nuevas generaciones el habla castiza de sus antepasados. La españolización ha hecho del mapuche un idioma y un pueblo cada día más alterado.

En la Argentina, el destino de las tribus mapuches ha sido todavía más triste. Existían en ese país tribus nómadas, poco densas y no siempre en contacto directo entre sí dada la naturaleza semiárida del terreno. Se extendían desde los flancos orientales de la Cordillera hasta el Atlántico abarcando partes de las actuales provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Chubut, y en su totalidad, las provincias de Neuquen, La Pampa y Río Negro. La suma de estas aglomeraciones aborígenes en territorio argentino oscilaba entre las setenta y las noventa mil almas a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI. Actualmente el pueblo mapuche de la Argentina se puede considerar prácticamente extinguido. Sobreviven acaso algunos núcleos de sangre mezclada con la del huinca, tribu cuya lengua se aleja a pasos agigantados de la original debido al continuo contacto con la civilización occidental.

Las tribus mapuches se dividen en dos grandes ramas: la de los ngulluches (Chile) y la de los puelche (Argentina), cada una de ellas con múltiples subdivisiones: picunche, pehuenche, huiliche, ranculche, chadiche, mamulche, etc.


Al grano lingüístico

En medio de postulados en oposición emitidos por filólogos, destacados catedráticos y tratadistas americanos, resulta difícil llegar a una conclusión definitiva sobre si existe o no influencia indígena en el español de Chile. Aunque para este trabajo hemos consultado un sinfín de obras y autores que abordan el tema desde perspectivas diferentes y con amplia variedad de criterios, también hemos considerado importante centrarnos en dos trabajos en particular que a nuestro juicio tratan el tema desde posiciones similares aunque con diferentes resultados: el Diccionario comentado mapuche-español de Esteban Erize (1987-1990) que hace hincapié en el aspecto fonológico y morfosintáctico del idioma mapuche desde ángulos menos viciados y sobre todo, más recientes, y el libro de Rodolfo Oroz, La lengua castellana en Chile (1966), obra monumental que se adentra en el estudio del español de Chile tanto desde la perspectiva morfofonológica como desde la léxica sin pasar por alto los aspectos históricos de esa nación desde tiempos precolombinos. Desde luego que utilizaremos los postulados teóricos de Rodolfo Lenz como sustrato investigativo por ser este autor el que desata la polémica inicial.

Esteban Erize nos brinda en su diccionario comentado una transcripción gráfica de los fonemas mapuches partiendo de la realización de los fonemas españoles, o sea una aproximación a cómo deben articularse o producirse los fonemas (el subrayado es nuestro ya que el autor no utiliza este término) mapuches en español. Desafortunadamente, el autor no nos aclara si para comparar los fonemas se sirvió de las realizaciones fonéticas del español de Chile, del español peninsular o de algún insospechado otro pues, como se sabe, ninguna de esas variantes de español tienen que ser necesariamente equivalentes entre sí (ni de hecho lo son) desde la perspectiva fonológica. De todos modos, Erize distingue 26 "letras o grafías" (14) en el idioma mapuche de las cuales brinda su "correspondiente pronunciación" (14) en un español al que no le asigna una procedencia definida pero que, por el contexto y por cierta intención implícita, parece ser el de la variedad chilena. Ellos son: A, C, CH, CHR, D, E, G, H, I, L, LL, M, N, NG, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, Ü, Ù, V, Y.

Erize distingue 8 "letras" mapuches (no nos atrevemos a nombrarlos fonemas por respetar la voluntad del autor) equivalentes en español: A, E, LL, Ñ, M, O, P, Y.

Erize afirma, sin mayores trámites, que éstos se pronuncian "como en español" (14-16). Y acto seguido describe la realización fonética de los restantes sonidos mapuches por similitud con los del español o con los de otras lenguas occidentales.

Un detalle interesante de su comparación fonológica entre los dos idiomas (que, por lo demás, nos pareció extraordinariamente primitiva y carente de fundamentos científicos serios) es su descripción del sonido mapuche -chr. Afirma Erize que este es el sonido más difícil de transcribir por ser éste "extraño al español" (14). El autor sostiene que este sonido mapuche ha tenido diversas representaciones gráficas a través del tiempo: ha sido denominado T particular por algunos autores; T especial por otros y afirma que ha sido representado gráficamente de cuatro maneras distintas (t, th, tr, ch, con variantes todos menos el último). Con respecto a este mismo sonido, Erize afirma haberlo escuchado en su infancia "en boca de viejos paisanos que habían convivido con los últimos indígenas de la zona, sonido que siempre transformaba nuestra tr en una nítida chr, pronunciando chres por tres, chradición por tradición, cuachro por cuatro, chrenza por trenza y así sucesivamente" (14). Con este ejemplo de origen más bien doméstico, Erize parece formular una influencia fonética directa del mapuche sobre el español hablado en Chile. Nos ha sorprendido que el autor no haya hecho referencia en su diccionario comentado al hecho de que, en el siglo pasado, ya Rodolfo Lenz había atribuido el origen de este fonema a la influencia mapuche. Desde que descubrimos el fonema en el diccionario de Erize, éste nos llamó poderosamente la atención pues tenemos, también nosotros, hispanohablantes residentes en la ciudad de Nueva York hacia finales del siglo XX, amigos chilenos recientemente emigrados de Chile que ejecutan el mismo tipo de sonido -chr que Erize recuerda haber escuchado en boca de unos viejos paisanos y que él considera extraño al español.

Sin embargo, ese no es el fin del fonema mapuche que Erize representa con las letras chr. Rodolfo Oroz en su libro La lengua castellana en Chile (1966) rechaza el origen mapuche que Lenz (y Erize) le atribuyera al fonema apoyándose para ello en estudios posteriores realizados por Amado Alonso ("El grupo tr en España y América", Madrid, 1925), los que le convencieron de que el fenómeno no era exclusivo de la pronunciación chilena sino que ocurría en muchos países hispanoamericanos y no en pocas regiones de España por lo que Oroz lo desecha en tanto influjo del sustrato mapuche. Sobre el mencionado fonema, Oroz cita a Alonso cuando éste afirma: "(...) la aparición de este tr en Chile es posterior a la de otros países, como Guatemala y Ecuador, donde las personas cultas, por mí observadas, tienen un grado más avanzado del fonema; o más probablemente que en Chile, debido a su ambiente más culto ha encontrado el desenvolvimiento de tr mayor resistencia" (167-191). Y concluye Oroz en La lengua castellana en Chile: "en posición interior, consonante + r se comporta como en inicial" (111). Y nos brinda la transcripción fonética del vocablo cabra. Afirma Oroz que en la lengua culta chilena los grupos -tr (y también los -dr) se pronuncian como en España (por ejemplo en otro, adrede). Sin embargo, en el habla popular y en la familiar, en la semiculta y hasta en la culta -tr se convierte en una articulación ápico-prepalatal africada sorda (o sea en la realización -chr que Erize y Lenz consideran de origen mapuche, p.ej. en otro).

Rodolfo Oroz sólo acepta participación del influjo sustratista en dos aspectos del español hablado en Chile: en los préstamos lexicográficos y en la entonación del español vulgar chileno. En general, Oroz considera que las particularidades fonéticas del español chileno (seseo, yeísmo, aspiración de -s al final de sílaba, etc.) son en realidad características comunes a todo el español americano, del cual es una variedad el que se habla en Chile. Oroz y otros eruditos rechazan el influjo fonético indígena sobre el español hablado en Chile.


El aspecto fonológico

Oroz despliega argumentos sólidos y bien documentados en su libro La lengua castellana en Chile con los que refuta la tesis araucanista de Lenz. Su posición al respecto es básicamente una resuelta oposición a aceptar el influjo fonológico mapuche sobre el español chileno (tesis araucanista de Lenz). Sin embargo, a diferencia de Lenz, Oroz afirma que en lo concerniente a la entonación del español chileno sí ha habido cierta influencia indígena. Nos dice Oroz que Lenz no le dio importancia en sus estudios a este tópico primordial pues no alude al mismo sino de paso y con referencia solamente al tratar las vocales del habla chilena. Y Oroz agrega en La lengua castellana...: "De todos modos, nuestra entonación difiere bastante de la española y a juicio nuestro, es lo más probable que las entonaciones regionales tengan un origen indígena" (189). Y Alonso afirma en su comentario crítico La interpretación araucana de Lenz para la pronunciación chilena: "no hay que descartar la probabilidad de que el araucano, ya como sustrato, ya como adstrato, haya dejado alguna huella en el chileno, sobre todo en las melodías y en los rasgos rítmicos" (289). Creo que con varios pensadores notables esencialmente de acuerdo sobre el tópico del influjo sustratista en la entonación del español hablado de Chile, podemos afirmar con cierta justificación que en efecto, la entonación del español hablado en Chile ha recibido el influjo de la lengua sustratista indígena.


Historia y léxico

Según Oroz, es en el vocabulario donde el influjo de las lenguas indígenas sobre el español hablado en Chile ha sido mayor, en los llamados préstamos lexicográficos. Sin embargo, esa adopción de términos indígenas por parte del español chileno no proviene únicamente del idioma mapuche sino también del quechua. En los primeros tiempos de la colonia, el español en general adoptó vocablos de otras lenguas americanas como el aymará, el náhuatl y el caribe, cuya presencia está reflejada en el español actual de Chile y en el de toda Hispanoamérica.

Hacia el siglo XV, unos 70 años antes de la llegada de los conquistadores españoles, los incas subyugaron el país hasta las riberas del río Maule donde se encontraron con la tenaz resistencia de la población mapuche. Según Oroz, existen testimonios de que, tras la dominación exterior, parte de la población allí asentada fue removida y reemplazada por gentes del inca. El norte del territorio de la actual República de Chile recibió el impacto de la lengua incaica, la que penetró a su vez a la lengua mapuche y de la cual ésta adoptó no pocos vocablos. Sin embargo, Oroz considera que el quechua no desplazó las lenguas autóctonas de la región. Su influjo se limitó a préstamos. Muchos de los topónimos chilenos de esa región, desde el punto más al norte del país hasta la provincia de Santiago, manifiestan la procedencia quechua.

Chile fue conquistado desde el Perú. Diego de Almagro (1475-1538) inició la fallida conquista del territorio chileno (fue ejecutado en el Cuzco por seguidores de Pizarro, contra quien Almagro se había sublevado). Pedro de Valdivia, teniente bajo las órdenes de Pizarro, emprendió la conquista de Chile en 1540. Fundó las ciudades de Santiago, Concepción, Valdivia y Confines. Los indios mapuches le dan muerte en la batalla del fuerte de Tucapel. Su sucesor, Hurtado de Mendoza, conquistó y exploró las regiones del sur donde también se encontró con la enconada resistencia de los indios mapuches quienes quemaron varias veces las ciudades fundadas por los españoles. Las insurrecciones aborígenes (mapuches) se prolongaron hasta el siglo XIX cuando fue quebrada definitivamente la resistencia a la dominación española.

Los conquistadores españoles ayudaron a propagar términos de origen quechua que en la actualidad se encuentran no sólo en la lengua nacional chilena sino también en el español de muchas naciones americanas y hasta en otras lenguas europeas. Los misioneros, por su parte, en su intento de evangelizar a las tribus indígenas, se vieron en la necesidad de estudiar sistemáticamente la lengua de los aborígenes.

Con respecto a las demás lenguas indígenas que se encontraban en el territorio chileno a la llegada de los conquistadores españoles, según Oroz, todas han sucumbido al empuje del castellano. Lo que sobrevive de ellas es poquísimo. Un ejemplo de ello es el pueblo atacama o atacameño, que hablaba su propio idioma, el kunzu, el cual no se ha podido hacer concordar con ningún otro. Se conserva un breve vocabulario de la lengua atacameña, hoy desaparecida entre los idiomas hablados. No se ha podido comprobar ninguna influencia de este idioma en el español de Chile, salvo en la adopción de algunos de sus términos por parte del español chileno. Oroz descarta el rapa-nui de la Isla de Pascua, así como la lengua de los escasos indios fueguinos pues considera que su influencia sobre el español de Chile es nula.

Oroz ofrece, en su libro La lengua castellana en Chile, un vocabulario mínimo de términos indígenas ampliamente utilizados en el español chileno de hoy día. Nos limitaremos a algunos ejemplos:


De origen quechua

  1. Con referencia a objetos y estados de la vida social y cultural:
    • cancha: terreno, espacio, lugar destinado al juego de pelota o a peleas de gallos.
    • chala: zapato rústico.
    • china: india o mestiza que se dedica al servicio doméstico.
    • chupalla: sombrero tosco de paja.
    • guagua: niño de pecho (con derivaciones).
    • guaso: rústico, campesino de Chile.

  2. Palabras relativas a comidas:
    • cocaví: provisión de víveres para un viaje.
    • charqui: tasajo.
    • chuchoca: maíz cocido y seco.
    • huachalomo: lonja de carne.

  3. Voces relativas a la vida agrícola:
    • chacra: granja.
    • chépica: grama.
    • guano: materia excrementicia de aves utilizada como abono en la agricultura.

  4. Palabras que corresponden a fenómenos meteorológicos y geográficos:
    • garúa: llovizna.
    • pampa: cualquiera llanura que no tiene vegetación arbórea.

  5. Voces relativas a la fauna y flora:
    • achira: planta.
    • cochayuyo: alga marina.
    • cóndor: especie de buitre.
    • chirimoya: fruto del chirimoyo.
    • llama: mamífero rumiante.
    • papa: patata.
    • palta: aguacate.

  6. Palabras relativas a la construcción:
    • pirca: pared de piedra con barro (derivado: pircar).
    • quincha: reparo de cañas o de ramas.

    La enorme influencia que ejerció el imperio incaico en el norte de Chile quedó reflejada no sólo en la toponimia de la zona sino en el arraigo de más de doscientos quechuismos cuyo uso perdura hasta nuestros días, sobre todo en la provincia de Tarapacá. He aquí algunos:

    • aguaguacharse: engreírse como las criaturas.
    • anticucho: trozos de corazón de vaca que se comen a asados a la parrilla.
    • calincha: mujer varonil.
    • cuculí: clase de paloma que habita los valles cordilleranos del norte de Chile.
    • chacchar: masticar la coca.
    • pichana: nombre vulgar de la escoba.
    • pupo: ombligo.


De origen mapuche

Palabras relativas a instituciones sociales, oficios y costumbres:

  • cahuín: reunión de gente para beber y embriagarse; comentario, boche.
  • chépica: grama.
  • guata: panza, barriga.
  • machi: curandera o curandero de oficio.
  • malón: era el asalto sorpresivo de los indios entre tribus enemigas. El término designa en la actualidad el asalto pacífico de una casa, de un amigo, por ejemplo para organizar una fiesta. En inglés equivale a surprise party.
  • minga: fiesta que sigue a la fiesta en común.
  • un pichintún: un poco, una pequeña porción ("No lave un pichintún, lave más ropa". "El Mercurio", 1963).

El elemento indígena se va reduciendo en Chile cada vez más. Los indios tienden no sólo a ser bilingües sino que las generaciones recientes se asimilan completamente a las condiciones chilenas, olvidando rápidamente su propio idioma. De las 1.660 voces indígenas que aparecen en el Diccionario etimológico de Rodolfo Lenz, sólo una pequeña parte se usa en la lengua común del chileno, salvo las que designan elementos de la flora y de la fauna cuyo empleo parece estar más extendido y generalizado y aun ellas están condicionadas por el ambiente social y las circunstancias que posibilitan su empleo.


Conclusiones

La influencia de las lenguas indígenas en el español hablado en Chile es un tema que todavía se presta a polémicas debido tal vez a que la tesis araucanista de Rodolfo Lenz tiende a polarizar las opiniones sobre el tema. En ella su autor asegura haber encontrado alrededor de diez rasgos fonéticos del mapuche en el español hablado de Chile (como lo son la palatización de j, diferenciación entre ll/y, el fonema -tr, la aspiración de -s al final de sílaba, las r y rr asibiladas, etc.). Esteban Erize coincide con Lenz en que sí ha habido filtraciones fonológicas mapuchistas en el español de Chile. Tanto Amado Alonso como Rodolfo Oroz rechazan el aspecto fonológico de la tesis araucanista de Lenz aduciendo que los rasgos fonéticos que Lenz creyó ver en el español hablado en Chile son en realidad rasgos comunes al español americano resultante del transplante del español peninsular durante la conquista y ulterior colonización del continente americano. Oroz considera que la única influencia de las lenguas sustratistas indígenas sobre el español hablado en Chile está en la entonación y en los préstamos léxicos que el español chileno ha tomado del mapuche y del quechua.

Por lo que, a la pregunta de si ha habido influencia de las lenguas indígenas en el español hablado de Chile, nos sentimos ahora más capacitados para decir que sí, que sin lugar a dudas la ha habido y en gran escala.


Bibliografía

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