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Editorial
La revista difícil. Esta edición salió con un enorme retraso. En el editorial explicamos las razones.

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Inaugurada la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Más de 2.000 textos de autores hispanoparlantes pueden ahora ser leídos gratuitamente en la red.
Nueva Ortografía. La Real Academia Española anunció la presentación de la nueva Ortografía de la Lengua Española, y las novedades que incorpora.
Dos. Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute inician una gira que terminará en enero de 2000.
Se suicidó Javier Egea. El poeta español de 47 años, autor de Paseo de los tristes, venía desarrollando una fuerte depresión en los últimos meses.
Poetas de tres continentes se encontrarán en Venezuela. Del 23 al 27 de agosto se realizará en Venezuela la VIII Semana Internacional de la Poesía.

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Brevísimos y rápidos del río que atraviesa la Tierra de Letras.

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La Base del Neuronauta. Cuento, poesía y crítica de primera línea para los amantes de la ciencia ficción.

Artículos y reportajes
La escritura y la lectura como diálogos. Los investigadores colombianos Myriam Burgos de Ortiz y Luis Augusto Ortiz González analizan el problema de la lectura.
Crónicas desde Lima. Nuevos artículos del peruano José Luis Mejía, de su columna semanal.
Yo prefiero el amor (semblanza de Pablo Neruda). El chileno Benedicto González se pasea a través de la vida y la obra de Pablo Neruda.

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Poemas
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Material especial: Estallidos desde Kosovo
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El buzón de la
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El regreso del caracol Río de ventanas, de Javier Etchemendi
Editar sin papel, de Graciela J. Caplan
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Letralia, Tierra de Letras Edición Nº 75
2 de agosto
de 1999
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Relatos

Iván de Paula


Un cifrado antagonista

Tiene en sus entrañas un flagelo muy arraigado. No le permite avanzar. Ignora su forma, tamaño o color. Cuando intenta embarrarse con la humanidad su enemigo lo cubre nuevamente, como una manta, lo hace lucir ridículo. Ha pensado enésimas maneras para fulminarlo, solamente logra apaciguarlo por un breve lapso para luego subir hasta la superficie de su psiquis. Ahora él está sentado en un rústico y frío banco en un parque imaginario, pensando otra vez cómo zafarse de su rival. Mira hacia atrás y su mirada tropieza con un grupo de palomas más sociables que los humanos, parejas que se estrujaban ajenas a la vista pública, limpiabotas que inocentemente jugaban bolas, a un tráfico macuteado sin importar el qué dirán... y los envidió a todos. A todos, ellos disfrutaban de un pedazo de existencia mientras él vagaba a cuestas con su encargo indeseable. Cansado de meditar se paró del banco y de inmediato se sumergió en los bajos de la ciudad. Caminó sin rumbo fijo y así lo hizo durante casi dos horas insufribles, sintiendo un amargo en el paladar y el angustioso sentimiento de que de nada valía vivir de esa forma.

Entró sin aliento al edificio donde vegetaban sus huesos. Penetró a su cuartucho insípido. Otra vez su enemigo le asediaba. Se encerró, sólo recibió el saludo de sus enseres revueltos, ahí dentro se olfateaba mucho mejor el hedor de su soledad. Se desnudó entre sus dudas y se lanzó sin pensarlo sobre la cama, dispuesto a esperar indefinidamente hasta que su enemigo se hartara, y lo dejara en paz...


El día en que el mundo se iba a acabar

Cuando el mundo no era más que un pequeño poblado. Un hombrecillo estaba sentado, aburrido en su reducida casa. Pensaba en algo que le entretuviera. Estuvo sentado ahí hasta que la primera idea afloró: se le ocurrió pregonar que el mundo se iba a terminar, e iba a comenzar por esa comarca; se levantó de su asiento, salió a anunciar su ocurrencia.

Nunca sospechó el éxito de su empresa. Empezó por el puerto y terminó en los burdeles, toda la gente le creyó sin importar prueba alguna. Todos abandonaban sus viviendas, los animales salvajes cambiaron de rumbo, los domésticos fueron liberados sin evaluar cantidades; en pocas horas el mundo quedo vacío, todos se dirigieron hacia la otra mitad —la desconocida—, la que nunca se había explorado, sólo querían salvar sus vidas de cualquier manera.

El hombrecillo se quedó solo. Se sentía abandonado, triste y una vez más aburrido. Sabía muy bien que era mentira. Los días pasaban y el mundo continuaba igual, algunas personas regresaron molestas. Los hombres fuertes entraron a la casa del hombrecillo para lincharlo, pero solamente encontraron la mesa y la silla solitaria...


La decadencia

La mujer vieja se observa con aires de criticismo frente al espejo. Está totalmente desnuda como para despejar cualquier duda a los espectadores invisibles: añora al cuerpo voluptuoso de años atrás comparable al de Brigitte Bardot.

Ahora sólo queda un despojo de carnes mal distribuidas, cientos de arrugas faciales que le reiteran que ya nada es igual a otrora... Peina su pelo, un mechón se queda enredado entre sus dedos... Acaricia sus ojeras vampirescas, el antaño surca su piel irrespetuosamente... Detrás descansa un retrato ampliado de su época gloriosa: sus ojos comparan el antes y el demoledor después... Siente una y otra vez su completa anatomía escapársele de las manos. Al palpar sus senos éstos caen socarronamente sobre el suelo... Cuando alisa su melena encanecida se le desprende de golpe dejándola en absoluta calvicie... Sus lágrimas corroen poco a poco su rostro... Por un instante fijó la mirada hacia un extremo de la habitación, arrancó de golpe toda su piel, quedó como esqueleto desafiando al frío nocturno, caminó algunos centímetros de la estancia, depositó sus despojos dentro del cajón centenario donde reposaban sus vestidos, joyas y las osamentas de su marido, rest in peace my dear.

    1993.


       

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