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El libro infinito: juego y logografía en la obra de Carlos Yusti

viernes 28 de julio de 2017
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El libro infinito: juego y logografía en la obra de Carlos Yusti, por Roger Herrera Rivas

“La mejor forma de decir es hacer”.
José Martí

Quizás en algún antiguo códice maya exista la sospechosa creencia de que, tras la escritura de estos textos, no estuvo un sacerdote o un cronista oficial de la época trazando los signos de su cultura, sino más bien un artista, alguien capaz de expresar la ilación semántica del dibujo, el número y la letra.

Glifos, códigos, números, signos apetecen el papel y la gula de ciertos creadores, que sin más advierten en cada una de sus propuestas la impronta de lo insólito, de lo inefable; la búsqueda secreta de un lenguaje que se divorcie de los cánones establecidos o haga trizas las ordenanzas y postulados estéticos, para abordar muy “a su aire” su pertinente aleatoriedad.

Hoy quisiera referir mi llana expresión a uno de esos seres que median entre el sueño y la vigilia al estilo de Alfred Jarry, para luego apoderarse de esos irregulares territorios donde habita el lenguaje escrito y las formas visivas de la grafía. Ser que auspicia, desde sus ordenamientos estéticos, la búsqueda infinita del hacer artístico desde los mecanismos de la imaginación y donde juegan papel relevante el juego y la seducción de la letra y el ícono sobre el soporte.

El libro infinito: juego y logografía en la obra de Carlos Yusti, por Roger Herrera RivasMe refiero a la obra síntesis del creador Carlos Yusti (Valencia, Carabobo, 1959). Aunque parte de los ordenamientos de la plástica y la literatura, Yusti propicia, desde los cauces de la patafísica y la tentativa imaginaria de Raymond Russel, la dilucidación de un otro ordenamiento de lo que deberían ser los criterios a la hora de crear un libro. Sus libros de artista se exhiben en la Galería Universitaria Espacios Cálidos del Centro de Estudios y Creación Artística de Plaza Morelos de la Unearte, en Caracas, muestra que se inauguró el 9 de mayo de 2017. El objeto estético libro es para Yusti un objeto sin fin. Esta pertinencia tiene íntima relación con la búsqueda y llenado del hueco en la alegoría. El llenado es lo que produce en el artista plenitud y en el espectador no sólo el goce sino que entra en empatía y se deja seducir, por lo inacabado, por el accidente; la obra de Yusti está a contracorriente de las formas lógicas de hacer. No en vano su relación aleatoria con los logogrifos y logolalias de Samuel Robinson y por ende su relación con Antonin Artaud, padre escatológico de las formas de escisión entre naturaleza y cultura, y quien además hace voces contra “los suicidados de la sociedad”.

Estos seres sin par conforman una fauna inédita y fuera de lugar que, desde sus particularidades y sus extravagantes formas de vida, nos legaron un conjunto de propuestas estéticas donde se conjugan el código escrito y la imagen visual. De dichos ejemplos podemos destacar las singulares logografías o logolalias logradas por Simón Rodríguez en el siglo XIX, donde letra e imagen visiva se articulan en el soporte, creando zonas de tensión, donde la palabra hace las veces de signo gráfico para transportar un mensaje que va de la mano con la impronta oral-escrita y del dibujo. Esto sin atropellarse y sin dar lugar a equívocos en los terrenos de la comunicación, para darle una configuración dibujística al asunto tratado. Esta experiencia no podría destilarse en este escrito si no exorcizáramos la oportunidad de aludir a un Arthur Rimbaud en Una temporada en el infierno y aludiéramos su obsesión por conjurar palabra y color al unísono con la música proyectada en su prosa poética. Más adelante los futuristas darán cuenta de “las palabras en libertad”, la irrupción de los aspectos fonológicos y la ruptura con la sintaxis. Esta herencia redundará en los espectáculos dadá y sus disparatadas postulaciones, sus cantos en contra de la guerra implementados a través del absurdo, manifestaciones que servirán de fuente de inspiración a las argucias y deliberaciones generadas desde el humor negro surrealista a partir del legado de sus manifiestos. pero cabe destacar que de ellos el que abre las puertas a novedosas formas de escribir el dibujo y dibujar la palabra es Antonin Artaud. Un gran abanico de creadores han transitado por los espacios de “la ciencia de las soluciones imaginarias, a partir de la virtualidad”, es decir la patafísica, han desandado a su vez por los espacios del arte visivo o poesía visual, a saber: Ramón Ordaz y Juan Calzadilla. Otro bien connotado y ya desparecido de esta inmunda realidad, nuestro gran gurú de la pata de palo: Dámaso Ogaz.

Nuestro Yusti propone un discurso que, a pesar de no ser único, es esencial, es orgánico, y al realizarlo no sólo se plantea enfatizar en el hechizo entre espectador y obra o entre el ser y el hacer. Él nos brinda la oportunidad unívoca de encontrarnos con la secreta palabra, con nuestros códigos ocultos, cada vez que hace un llamado a la creación del libro sin fin a partir de lo imaginario. Nos involucra, no sólo en la praxis de su laboratorio logográfico sino que, en franca conversación peripatética con nuestro Simón Rodríguez, nos advierte: “El fin último de la Educación es la sociabilidad, para hacer menos penosa la vida”. La sustancia última de estos poemas, dibujos, colores, sonidos, papeles, cartones, emociones, gritos, alegorías, secretos, estallidos y perplejidades, es hacer más sociable al libro y dar mayor sociabilidad a nuestras vidas.

El libro infinito: juego y logografía en la obra de Carlos Yusti, por Roger Herrera Rivas

 

Roger Herrera Rivas
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