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A la muerte del poeta Octavio Paz

jueves 19 de abril de 2018
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Octavio Paz
Entre muchas lecciones, Paz dejó una muy significativa: hay que atreverse a ser distinto.
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Octavio Paz.

Octavio Paz, un mexicano universal, nació el 31 de marzo de 1914 y murió a los 84 años de edad el 19 de abril de 1998. Vivió durante un periodo revelador de la historia de México. Navegó entre la turbulencia armada, las reminiscencias maderistas y del golpe de Victoriano Huerta, el ascenso carrancista y los primeros impulsos tanto del ejército como del espíritu constitucionalista, en el otro extremo, el fin del sistema y del siglo.

Por ello Paz afirmaba que era hijo de su siglo. Pensaba que “la historia no es un absoluto que se realiza sino un proceso que sin cesar se afirma o se niega”. Por su creatividad y amplitud de miras universalizó el ensayo mexicano y dignificó a escala internacional la presencia cultural de las letras del país.

En su madurez valoró la herencia liberal del siglo XVIII, y pugnó abiertamente desde 1968 por la democracia.

Lo más importante de su biografía intelectual es corroborar cómo, por la vía de la razón, pudo influir en la transformación de su presente. Su tesis desprendida de la “tradición de la ruptura” es una de las más fieles guías para comprender el curso de su pensamiento. No hay duda de que ese siglo XX mexicano no sería lo que fue si Paz no hubiera impuesto su autoridad moral entre el poder y las letras.

Demolía con un gran impulso de rebeldía juvenil lo que consideraba opresor. Al paso de los años cultivó el fervor por la izquierda y el comunismo y tuvo el valor de rectificar a pesar del cerco totalitarista de los “ideólogos” y de los devotos de la ortodoxia política. Consciente como pocos de su poder personal, de su capacidad de influencia, del efecto controversial que provocaban sus ideas, Paz concentró de manera temprana su fortaleza en el poder de las mismas, el acierto de su prosa y la oportunidad de sus juicios principalmente políticos.

En su madurez valoró la herencia liberal del siglo XVIII, y pugnó abiertamente desde 1968 por la democracia, a pesar de sus contradicciones y de la tormenta de reacciones hostiles que sucesiva y crecientemente provocaron sus juicios.

En una de sus últimas entrevistas, refiriéndose a “los hijos de la televisión” como los bautizó, decía que este era un grave problema que podía llevar a una división del mundo entre dos grupos sociales: los que leen y los que no leen.

Eso sería lamentable porque significaría la derrota de la democracia. Para que haya democracia es necesario que haya responsabilidad y para que haya responsabilidad es necesario que la gente lea…

Heredero del humanismo crítico de sus antecesores, confirmó, como aún podemos asegurar, que sin un pensamiento depurado y sin una ciencia que estén al día y en diálogo con otras culturas “será imposible convertirnos en una nación realmente moderna”.

Octavio Paz fue una personalidad polémica, por fecunda y tempestuosa, y en cierto aspecto vulnerable a la ferocidad injustificada con que le llovían los ataques personales a causa de sus posturas políticas. También el cúmulo de premios y distinciones internacionales, como el Premio Nobel de Literatura en 1990, fue origen de ataques, porque en nuestro medio ninguna envidia es más espantosa ni implacable que la que provoca el talento; la inteligencia creadora todavía encabeza ese malestar o “enfermedad por el bien ajeno” que definiera san Agustín.

Octavio Paz, en todos los sentidos, fue un verdadero creador y no dejó sucesor alguno.

Fue agudo al prever que la historia es una caja de sorpresas, por lo que la inflexibilidad interpretativa conduce a la parálisis y la intolerancia.

Creyó, con Rimbaud, que la poesía podía cambiar la vida, aunque curiosamente fue gracias a la prosa y a su fervor por la razón que criticó con agudeza tanto la modernidad como las desviaciones del capitalismo y los excesos comunistas.

Entre muchas lecciones, Paz dejó una muy significativa: hay que atreverse a ser distinto. Hay que atreverse a recibir y exponerse al escarnio o al desprecio. Hay que aceptar que las convicciones “paralizan” porque si algo tiene el intelectual es su impulso a arriesgarse, a equivocarse y rectificar: entender es su signo para crear.

Octavio Paz, en todos los sentidos, fue un verdadero creador y no dejó sucesor alguno. Quizás por eso a veinte años de su muerte se percibe este insondable sentimiento de orfandad, incluso en las letras.

En el siguiente poema de mi autoría va un respetuoso homenaje al maestro Octavio Paz a dos décadas de su partida:

Una pausa

In memoriam Octavio Paz

“Ya es hora,
las ventanas se cierran,
los muros se cierran,
las bocas se cierran”.
Octavio Paz

Poseído por las letras,
hombre árbol,
puliendo versos,
entre analogías creíbles
y metáforas prudentes.
De ti
caen las hojas azules,
que arrastra el viento,
por los jardines de Coyoacán.
Los pájaros azules sombríos
suben…
Cielo y limbo se unen.
La lluvia se acumula
chinampitas de papel azul
navegan en las calzadas del Anáhuac, síntesis de la soledad.

La palabra se extravió en el laberinto.
¿Restos de alfabeto dispersado?
Una pausa.

En la Ciudad de los Palacios
las imágenes se oyen,
poeta del espacio en movimiento.
Una pausa.
Poeta arquero,
tu saeta
terrible y fulminante
directo al corazón y el espíritu.
¿Águila o Sol?
Un volado poético.
Confronta el espíritu humano
y el cosmos.
Un convite a los fantasmas.
Una pausa.
Buscando un tiempo enterrado.
Sin máscaras.
Al borde del silencio.
la luz se extingue.
Te encuentra caminando pausado
en la noche tendida de estrellas azules,
por los legendarios patios
de San Ildefonso.

Washington Daniel Gorosito Pérez
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