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El viejo timo de las reliquias
(Sobre el origen de la lengua castellana)

domingo 27 de octubre de 2019
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Glosas Emilianenses
Las Glosas Emilianenses son pequeñas anotaciones manuscritas, realizadas en varias lenguas (latín, romance y euskera) entre líneas o en los márgenes de algunos pasajes del códice latino Aemilianensis 60 a finales del siglo X o con más probabilidad a principios del siglo XI.

Escapada hasta el Monasterio de San Millán de Suso, en la Rioja, donde explotan a conciencia lo de las glosas famosas para cobrarle al visitante sus cuatro euros previo paso por la oficina de venta de entradas al recinto, suvenir del lugar, quincalla religiosa y demás pijadas para sacar los cuartos a todo el que se ponga a tiro.

Aunque al monasterio de Yuso y sus alrededores le dicen “El Escorial Riojano”, en una de esas exageraciones tan del gusto de los nativos, la verdad es que el conjunto no es especialmente original como edificio.

El paraje donde se halla el monasterio es precioso, entre montes a los pies de la Sierra de la Demanda, antiguamente conocida también en su tiempo por la población vascófona del lugar como Arandio. Sí porque todo el occidente riojano, la llamada Rioja Alta, fue repoblada durante la Alta Edad Media por gente de habla vasca venida en su mayor parte de las tierras de Álava tal y como indica el tipo de euskera que utilizaron para nombrar los lugares o las villas a las que daban su nombre (el ejemplo más claro es el sufijo locativo vasco occidental –uri: Ochanduri, “Villa de ochando”; Cihuri —zubi+uri—, “Villa del puente”; Naharurri, “Villa de navarros”; Semenuri, “Villa de Jimeno”; Herrameluri, “Villa de Herramel” —cierto conde alavés—, y un largo etcétera).

El monasterio que visitamos es el de Yuso, esto es el de abajo en contraposición al de Suso, el de arriba, también en romance o castellano antiguo. El de arriba o de Suso es el más antiguo y de ello dan fe sus influencias visigóticas y mozárabes. El de abajo o de Yuso es del año 1053, aunque el edificio actual es una reconstrucción en gran parte barroca del original románico. La leyenda atribuye la construcción de este segundo monasterio de San Millán, a pocos metros del original, al rey García IV de Navarra, el cual pretendió trasladar el arca a Nájera, capital entonces del reino. Según la tradición, los bueyes que tiraban de la carreta no pudieron con la carga y se interpretó que el santo deseaba permanecer allí, por lo que el rey ordenó construir un nuevo monasterio.

Aunque al monasterio de Yuso y sus alrededores le dicen “El Escorial Riojano”, en una de esas exageraciones tan del gusto de los nativos, la verdad es que el conjunto no es especialmente original como edificio. El verdadero atractivo, como todos sabemos, son las glosas en lengua romance y vascongada encontradas en los libros de culto del monasterio, y por lo que el lugar ha sido titulado desde entonces como cuna del castellano e incluso de la lengua vasca o euskera.

Ese es el reclamo y de eso vive en buena parte el monasterio por encima de sus riquezas artísticas o monumentales, que ya digo que no son ni mucho más espectaculares ni ricas que tantos y tantos otros monasterios de los alrededores. Las Glosas Emilianenses son pequeñas anotaciones manuscritas, realizadas en varias lenguas (latín, romance y euskera) entre líneas o en los márgenes de algunos pasajes del códice latino Aemilianensis 60 a finales del siglo X o con más probabilidad a principios del siglo XI. La intención del monje copista era probablemente la de aclarar el significado de algunos pasajes del texto latino.

No obstante, debido tanto a falta de rigor filológico como a cierto pujo propagandístico, las glosas en romance se atribuyeron a un primitivo castellano. Hoy en día, ningún filólogo serio defiende esta teoría (digo serio porque seguro que los hay a sueldo del gobierno o de la institución de turno para intentar afirmar todo lo contrario y así mantener el negocio…), sino que estas glosas están escritas en romance navarro-aragonés, y más en concreto en su variedad riojana, que es lo lógico de acuerdo con su localización geográfica y su vínculo histórico con el antiguo reino navarro. Por otro lado, hace ya tiempo que se sabe que los primeros textos con verdaderos rasgos castellanos se encontraron en los Cartularios de Valpuesta, al norte de la provincia de Burgos y limitando con el occidente alavés (en estos cartularios hallados en una zona también de profunda impronta monacal a la que pertenecía parte de lo que hoy es la zona de Valdegobía en Álava, aparecen también nombres o expresiones de tipo vasco como Anderazo, “Mujer grande o buena”, o Minaya, esto es, mi “anaia”, “mi hermano”, demostrando una vez más la implicación entre ambas lenguas.

Ahora bien, atendiendo a la insistencia con que la simpática guía de la visita al monasterio insiste en afirmar que aquello es la cuna del castellano, todo lo anterior parece ser meras pejigueras académicas de cuatro listillos dispuestos a joder la fiesta y, reitero, sobre todo el negocio. Digo yo que por no ponerse a retractarse o a corregir todo lo escrito hasta ahora tras décadas de dar la murga con lo de “la cuna del castellano”, convertido no sólo en un topicazo acuñado y refrendado por la RAE y las diferentes administraciones locales y no tanto, sino sobre todo en el reclamo del que vive el monasterio.

A quién le importan el rigor científico, la honradez intelectual o cualquier otra pijada cuando hay plata de por medio.

A decir verdad, este reclamo de las glosas como cuna del castellano y no como simples glosas en un romance hispánico ya casi extinto al estilo del gallego, el asturiano o el aragonés del que es primo hermano, no dejan de ser la versión moderna del negocio/timo de las reliquias sagradas como las que también atesora el monasterio en los supuestos huesos del Santo Millán nacido en el vecino pueblo de Berceo. Conviene recordar la devoción que durante toda la Edad Media y hasta más tarde generaba la posesión de supuestos huesos y órganos sagrados de santos, espinas o maderos de la cruz de Cristo y demás casquería religiosa. Dicen los entendidos que el absurdo de la existencia de tanto elemento sagrado repartido a lo largo y ancho de los territorios de la cristiandad era de tal calibre que hubiera bastado juntar todos los trozos del madero de la cruz de Cristo guardados como reliquias a largo y ancho del orbe cristiano para construir un puente de madera que cruzara Europa de norte a sur. Por no hablar del hecho de que el número de huesos atribuidos a un santo habría servido para construir un ejército de clones de cada uno de ellos. Pero claro, a ver qué iglesia, monasterio, convento, ermita o simple capilla estaba dispuesta a privarse de su correspondiente reliquia para eso de atraer devotos y así de paso poder sacarles los cuartos.

De manera que con esto de las famosas Glosas Emilianenses otro tanto, la versión moderna del timo de las reliquias. Y es que a quién le importan el rigor científico, la honradez intelectual o cualquier otra pijada cuando hay plata de por medio. Y si no, y de la misma manera que antaño los lugareños te podían correr a palos como se te ocurriera dudar de la autenticidad de los huesos del patrón de su pueblo, hoy en día ya se encargará la correspondiente administración o institución, académica y todo, de defender y promocionar el bulo por encima de toda evidencia científica; a ver si ahora va a resultar que la ciencia lingüística va a ser más importante que la parafernalia propagandística y siempre a rei publicae maior gloria.

Txema Arinas
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