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Apostillas a una conferencia de Federico García Lorca

jueves 8 de octubre de 2020
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Federico García Lorca
Las ideas que Federico García Lorca expuso acerca de la poesía las podemos encontrar en algunas de sus proverbiales conferencias.
La poesía no quiere adeptos, sino amantes.
Federico García Lorca

Detrás de todo poeta siempre hay una poética. Ésta, muchas veces, no conforme con poder ser verificada en los poemas propiamente dichos, exige ser expresada de una manera más precisa, más sistematizada, más inteligible. Basta recordar los casos de Huidobro, Eliot o Paz —por nombrar tan sólo algunos—, cuyos textos teóricos rivalizan en calidad e interés con su propia poesía. En efecto, la historia ha demostrado que, en determinadas circunstancias, la mayoría de los poetas están dispuestos a ponerse el traje de ensayistas.

Federico García Lorca, por supuesto, no es una excepción. Las pocas o muchas ideas que el autor del Romancero gitano expuso acerca de la poesía las podemos encontrar en algunas de sus proverbiales conferencias; fundamentalmente, en “La imagen poética de Góngora” y en “Juego y teoría del duende”. Pero no me referiré a ninguna de estas dos, sino a una tercera que tardó bastante en ser incluida en sus Obras completas, y que hubiera permanecido ignorada de no haber sido por la hispanista francesa Marie Laffranque.1 Se trata de una conferencia dictada por primera vez en Granada, en 1928, y titulada “Imaginación, inspiración y evasión”,2 conferencia de donde proviene la célebre frase que elegí como epígrafe.

Imaginación, inspiración y evasión son para el poeta “las tres etapas que busca y recorre toda obra de arte verdadera”. Lorca define la primera como la aptitud para el descubrimiento, pero, al mismo tiempo, nos advierte que “no se puede imaginar lo que no existe”.3 El poeta granadino explica enseguida esta paradójica frase con el siguiente postulado: “La imaginación poética viaja y transforma las cosas, les da su sentido más puro y define relaciones que no se sospechaban; pero siempre, siempre, siempre opera sobre hechos de la realidad más neta y precisa”.4

Lorca, a su vez, hace aquí una especie de defensa de la inspiración, entendida ya no como simple arrebato romántico, sino como una suerte de predisposición creadora que le permite al poeta posicionarse por encima de cualquier pauta retórica. Así lo expresa: “Ya no sirve la técnica adquirida, no hay ningún postulado estético sobre el que operar, y así como la imaginación es un descubrimiento, la inspiración es un don, un inefable regalo”.5 Y, más adelante, concluye: “La imaginación lleva y da un ambiente poético y la inspiración inventa el hecho poético”.6

Ahora bien, para que esta rara operación se produzca, debemos aceptar la existencia de una “lógica poética” que, como es de suponer, nada tiene que ver con la lógica científica a la que estamos acostumbrados. Esta lógica poética, por un lado, ratifica la autonomía del “hecho poético”, y por el otro exime al término evasión de cualquier connotación negativa, pues de lo que se está evadiendo realmente el poeta es “de las garras frías del razonamiento”.7 Así lo resume Federico:

Las últimas generaciones de poetas se preocupan de reducir la poesía a la creación del hecho poético y seguir las normas que este mismo impone, sin escuchar la voz del razonamiento lógico ni el equilibrio de la imaginación. Pretenden libertar a la poesía no sólo de la anécdota, sino del acertijo de la imagen y de los planos de la realidad, lo que equivale a llevar la poesía a un último plano de pureza y sencillez. Se trata de una realidad distinta, dar un salto a mundos de emociones vírgenes, teñir los poemas de un sentimiento planetario. Evasión de la realidad por el camino del sueño, por el camino del subconsciente, por el camino que dicte un hecho insólito que regale la inspiración.8

Aquellos que estén familiarizados con la poesía española de principios del siglo XX podrán darse cuenta de que muchos de los conceptos expuestos por Lorca en esta conferencia son, en primer lugar, una crítica al excesivo intelectualismo de la poesía pura defendida por Jorge Guillén y, en segundo lugar, una personalísima reivindicación de las teorías surrealistas que, por entonces, se abrían paso en la península. Quizá por esto mismo, la más poderosa cristalización poética de semejantes puntos de vista se producirá recién un par de años más tarde, en 1930 para ser exactos, con el insuperable Poeta en Nueva York.

Flavio Crescenzi

Notas

  1. Véase Bulletin Hispanique, Burdeos, tomo LV, 3-4, 1953.
  2. La conferencia completa puede leerse haciendo clic aquí.
  3. Federico García Lorca, Prosa, Madrid, Alianza Editorial, 1969.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd.
  6. Ibíd.
  7. Ibíd.
  8. Ibíd.
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