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El fútbol como fenómeno educativo

jueves 29 de octubre de 2020
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El fútbol como fenómeno educativo, por Luis Omar Montoya Arias
El fútbol es un fenómeno educativo antes que deportivo. En él se fomentan la honradez, la decencia, la verdad y la fe.

Estaríamos delante de un problema metodológico si pensamos el fútbol, únicamente, desde el profesionalismo. Las ligas avaladas por la Fifa son una parte de la realidad futbolística existente. Cuando niño recuerdo haber jugado en diferentes competiciones barriales en la ciudad de Irapuato, Guanajuato. Tengo 37 años y aún conservo amistades del fútbol, como Luis Felipe Pérez Sánchez, reconocido escritor mexicano. En mi memoria biológica, y en la de las emociones también, prevalece la transmisión de valores como una de las máximas enseñanzas que me dejó el fútbol. Desde el fútbol, entendido como constructo social, se promueven la fraternidad, la amistad, la empatía, la lealtad y la no discriminación.

El fútbol, aún el estigmatizado por su generación de riqueza, tiene que ver con la transmisión de valores.

No digo que el fútbol-comercio sea negativo. Es necesario. Entretiene y mantiene vivo un circuito económico que beneficia arriba y también abajo. Monterrey es el ejemplo más emblemático en el fútbol mexicano profesional, desde su faceta mercantil. El fútbol congrega a millones de personas en el planeta y genera miles de millones de dólares. El fútbol es una economía en sí mismo. Pensemos en el daño que genera cada equipo descendido a las economías locales. El fútbol-negocio es necesario porque genera riqueza, y sin ella las sociedades perecerían.

En el fútbol profesional actual, los valores emergen de las empresas que manejan a los equipos. Los valores de Femsa y Cemex son comunicados desde sus equipos de fútbol. Empresas como las ya referidas invierten en el fútbol profesional por negocio, sí, pero también por imagen. Los equipos de fútbol profesional son usados por las empresas para construir una imagen socialmente responsable.

El caso de Renato Ibarra, ex jugador del Club América, lo demuestra. Aunque el ecuatoriano es un excelente jugador, Televisa, empresa dueña del equipo de Coapa, rescindió su contrato por la afectación corporativa que generaría. El Club América no quiso tener en su nómina a un empleado acusado de golpear a su esposa embarazada. En contravía, el Atlas de Guadalajara optó por negociar el préstamo de Renato Ibarra, predominando en su decisión la calidad deportiva.

Huelga decir que el daño a la imagen corporativa de la empresa que administra el equipo de Jalisco ha sido mayúscula. La decisión implica pérdida de patrocinios, caída en sus ingresos por la venta de playeras y linchamiento mediático. El jugador ecuatoriano, por cierto, fue ofrecido a los Tigres de la UANL, equipo que tomó la decisión correcta al negarle cualquier posibilidad laboral. El hecho demuestra que el fútbol, aún el estigmatizado por su generación de riqueza, tiene que ver con la transmisión de valores. El fútbol conlleva implicaciones éticas. La filosofía al centro.

El fútbol profesional actual es corporativo, los equipos de fútbol son uno, entre varios activos que detentan las empresas. Tijuana es de Caliente, Monterrey de Femsa, los Tigres de la UANL son administrados por Cemex, otra empresa cementera es dueña de Cruz Azul, emporios cerveceros y canales de televisión son jerarcas de franquicias, no sólo en México, sino en el mundo entero. Sin la inversión de empresas trasnacionales, resultaría imposible pagar nóminas tan altas en el fútbol profesional. Sin flujos elevados de capitales, el espectáculo, dentro y fuera del terreno de juego, sería irrealizable. Hoy es tan importante la infraestructura (estadios, autobuses, aviones y uniformes) como lo acontecido, deportivamente, en el rectángulo verde. El fútbol profesional del siglo XXI requiere artistas como Messi y también empresas que garanticen inversión constante como Bayer de Alemania.

Los equipos de fútbol son tan relevantes en el modelaje de la imagen y la transmisión de valores que el narcotraficante colombiano Pablo Emilio Escobar Gaviria compró al Envigado de Antioquia, en un afán por generar una construcción positiva de su persona, desde lo deportivo. El fútbol como problema filosófico. Peñoles es una empresa que no goza de buena prensa por la contaminación minera, pero, a su vez, genera comunidad e identidad regional, gracias a un equipo de fútbol profesional. Para algunos individuos, las franquicias deportivas expían culpas y pecados. Ética y estética dominan los escenarios futbolísticos globales.

El fútbol es un fenómeno educativo antes que deportivo. En él se fomentan la honradez, la decencia, la verdad y la fe. La Fifa le llama fair play. El penal marcado contra México en su juego contra Holanda en el Mundial de Brasil y el ejecutado por Andrés Guardado contra Panamá en el 2015, corroboran el sentido educativo del fútbol profesional. Por supuesto que el fútbol es más que un juego, un deporte y un negocio. El fútbol es una oportunidad para educar en valores.

Me gustaba acudir a los entrenamientos porque era arropado, respetado y cuidado por el profesor de fútbol y por los compañeros. Esas experiencias me formaron como persona.

Recuerdo haber acudido a entrenar durante un año a la escuela de fútbol que funcionó en el antiguo Estadio Revolución de Irapuato. Era la época de secundaria para un servidor, misma que va de los doce a los quince años. Mi director técnico, a quien llamaba maestro, era apodado El Charro. Hombre de edad avanzada que transmitía valores. Me regañaba por personalista. En mis acciones equivocadas como zurdo gambetero, estaba el egoísmo, y en las llamadas de atención de mi profesor de fútbol había un fondo positivo apegado a la instauración del compañerismo y del trabajo en equipo. Aquellas tardes de martes y jueves en Irapuato aprendí de técnica y de táctica futbolística, pero también de valores. El fútbol regala maestros.

Siendo niño, alumno de primaria, mi madre y mi tía Mela nos llevaron, a mi hermano Alan y a un servidor, a la escuela de fútbol del Centro de Orientación Juvenil (Cedoj), en Irapuato. Entonces comenzó un periodo futbolístico bonito, al lado del maestro Camarillo, hombre moreno y con sobrepeso. Buena persona con todos los niños. Alguna ocasión, después de un juego, nos llevó a cenar tacos al centro histórico, a un puesto callejero ubicado en el Mercado Miguel Hidalgo propiedad del señor Trino Reyes. Uno de los niños futbolistas, de nombre Josué, se excedió en el consumo de tacos. El compañero enfermó. La enseñanza fue evitar la gula y no abusar de la amistad. En mi formación humana, el fútbol y sus enseñanzas han sido importantes.

Como estudiante de preparatoria en la sede de Irapuato del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Guanajuato (Cecyteg), fui discípulo de Willy Soto, ex futbolista profesional del Irapuato y director técnico de la selección de fútbol de la institución pública donde cursé mis estudios preuniversitarios. Lo recuerdo siempre con una sonrisa, tratando con amabilidad y respeto a los integrantes del equipo. Generoso, honrado y leal, el maestro Willy generaba buen ambiente. Me gustaba acudir a los entrenamientos porque era arropado, respetado y cuidado por el profesor de fútbol y por los compañeros. Esas experiencias me formaron como persona. De esa etapa futbolera aprendí la responsabilidad, el esfuerzo y la disciplina. Triunfa quien se esfuerza y quien se mantiene unido al equipo. El esfuerzo individual cuenta, pero sin colectividad la trascendencia no es posible.

Luis Omar Montoya Arias
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