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Declaración de principios

martes 20 de abril de 2021
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Milagros Mata Gil
Milagros Mata Gil: “La escritura es un don del cual somos responsables y por ello debemos administrarlo en beneficio de nuestra sociedad y del mundo”.

(Los epígrafes de cada parte son letras de las canciones de Alí Primera, tan ignominiosamente adoptado por el régimen como su cantor oficial)

Se puede matar al hombre
mas no matarán la forma
en que se alegraba su alma
cuando soñaba ser libre
(Alí Primera: “Vas caminando sin huellas”)

I.

Échala
tu palabra contra quien sea
de una vez
así sepas que rompe nubes
échala
tu palabra por dentro quema
y te da sed

(Alí Primera: “Tu palabra”)

Escribí mi primer artículo de opinión a los trece años. En 1964. Atrevida que era yo, presentándome en la redacción de El Bolivarense, que entonces dirigía don Américo Fernández, allá en Angostura. Él, viendo mi tierna ambición, me tomó a su cargo como discípula. Entré en contacto desde entonces con el mundo del periodismo: desde el montaje de linotipos hasta las redacciones: por todo eso pasé, entre clases y vacaciones. Supongo que debí haber estudiado periodismo. O que debí haberme colegiado en su momento. No lo hice por mi naturaleza anárquica… ¿Qué puedo hacer?

Lo cierto es que a los casi setenta años quién sabe cuántos artículos he escrito: en El Bolivarense; en El Expreso; en El Correo del Caroní; en Antorcha; en El Gusano de Luz; en Tal Cual; en El Universal; en El Nacional, y ahora en portales como Actualy.es. No los archivé y ahora andan desperdigados por el ancho mundo de las hemerotecas.

Por causa del escándalo producido por el reciente, que fue la breve reseña de un evento social censurable en tiempos de pandemia y, más aún, en tiempos de hambre, incluso violador de las normas impuestas desde el alto gobierno madurista, han circulado algunas de esas cosas viejas y hasta fotos mías de cuando era muy joven. Hasta entré en el contacto muchas veces deseado con la rama paterna de mi familia y mi recién encontrada prima me envió fotos de mi tarjeta de bautizo y de mi padre Jorge, tiempo ha. Ganancia.

 

II.

Es mejor perder el habla
Que temer hablar
Échala
Tu palabra contra quien sea
Pero dila ya

Lo cierto es que el periodismo me ha enseñado muchas cosas: la primera y valiosísima, a observar. El que observa, aprende. La segunda, que la palabra tiene un valor y un peso. Es decir, eso lo noté en el ejercicio del periodismo, aunque es algo de antaño sabido. Como inicia el Evangelio de Juan:

En el principio existía la Palabra. Y la Palabra era Dios.
Por medio de la Palabra todas las cosas fueron creadas:
Sin ella, nada de lo creado existiría.
En ella está La Vida. Y La Vida es la luz de la humanidad.
Esta luz resplandece en las tinieblas
Y las tinieblas no pueden extinguirla.

(Juan 1: 1-5)

La tercera enseñanza es que la escritura es un don del cual somos responsables y que por ello debemos administrarlo (es decir, usarlo provechosamente y enriquecerlo) en beneficio de nuestra sociedad y del mundo (urbe et orbi). Así que así he escrito. Y, usando una expresión de la difunta Lina Ron que me gusta mucho: “Al que no le guste, que aguante o se arranque”.

 

III.

Me dijeron: no puede escribir en redes sociales sobre ese tema, ni sobre ese personaje, ni sobre su familia, ni sobre esa etnia. Por seis meses. Bueno. Me han dicho, además: lo que molestó fue la satirización del evento. Pero no hubo tal sátira sino la descripción de unos hechos que sucedieron y cómo sucedieron. Con una moraleja final: por favor, cuídense en tiempos de pandemia. Y no exhiban sus riquezas excesivamente. Si alguien se sintió herido por eso ¿qué puedo hacer? Pieles de zapa, dirían.

Así que ni hubo ofensa ni intención de ofender en un texto que, por lo demás, no lleva mi firma, siento que toda esa parafernalia: los cinco hombres fuertemente armados que visitaron mi calle (de paso, provocando el pánico de algunos que hasta saltaron paredones en la huida), la noche detenidos, el juicio, los fiscales, los abogados, la visión somera de tenebrosos calabozos tribunalicios y la sentencia: todo eso, me resulta desmesurado. Aunque no hubo daños que lamentar en ese capítulo. Se agradece, como dice el Chino. Tampoco me parece motivo para convocar a una fatwa.

 

IV.

Entonces, vamos, hombre
Sostén con tu palabra
El corazón del pueblo
Para que no se caiga
Porque la lucha es larga
Para que no se caiga

El asunto es que no dejaré de escribir: la escritura es mi vida. Dentro de seis meses u ocho, escribiré una noveleta sobre este asunto. O no, porque otras experiencias me tocarán. Escribiré sobre lo que observo, como aprendí. Escribiré para ser una partícula de esa luz en las tinieblas de que habla Juan. Escribiré para que otros escriban.

A mi edad venerable, creé, junto con el Chino Álvarez, ese hermano que me obsequió la vida, una editorial: Ítaca. Y allí vamos, navegando. Sin temer a los cíclopes ni a los lestrigones, y abrimos nuestra nave para todo aquel que escriba valientemente y con honestidad.

Milagros Mata Gil
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