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Licia Salvatore: “Mi trabajo es una propuesta basada en el equilibrio”

domingo 23 de octubre de 2016
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Licia Salvatore
Licia Salvatore: “Las formas contenidas en la naturaleza contrastadas con la geometría son el recurso expresivo por el cual me manifiesto en mis esculturas”.

En la obra escultórica de Licia Salvatore las emociones fluyen, drenan dentro de un espacio aleatorio, sensible, cuyo proceso siempre se nos revela ahí en la orilla, como ese constante ir y venir de olas que llegan a la playa. Sus piezas nos invitan a ver, a contemplar, a meditar y reflexionar sobre la fusión y relación existente entre la madera, la piedra y el movimiento del agua para conectar al hombre a un encuentro más humano y espiritual. O como ella misma nos advierte: “Esa fusión entre ambos materiales significa los complementos de los opuestos, como el yin y el yang, el complementario entre la madera y la piedra. En esa cercanía entre ambos materiales, que son tan disímiles, se conjugan lo material con lo espiritual, la esencia con la energía, la cercanía con la lejanía, la dureza con lo sensible, lo material con lo etéreo, el lleno con el vacío, el movimiento con la quietud”.

—¿Qué hechos marcaron el comienzo de su actividad como escultora? ¿Cuándo y cómo comenzó a esculpir?

—Cuando cumplí treinta años empecé a sentir que debía hacer algo más en mi vida, que debía expresarme. Primero pensé en escribir un libro, ya que la poesía me cautivó desde muy pequeña. Era tan sólo un deseo personal para dejarlo engavetado. Nunca fue mi intención dentro de ese deseo de expresarme hacerlo público y mucho menos ser famosa por escribir, era mi rebeldía, quizás también mis sentimientos, mis inquietudes, mis necesidades…

Luego de iniciarme en la enseñanza, me di cuenta de que es una herramienta adicional a mi trabajo, es valor agregado a mi proceso creativo.

—¿Ese deseo de escribir comenzó desde la niñez, desde su temprana juventud?

—A los once años comencé a interesarme por la poesía y a escribir mucha poesía, casi a diario, pensé que por ahí era que iba a seguir drenando mi inquietud espiritual. Escribí hasta los quince años, durante todo el bachillerato hasta que entré a la universidad y todo se paralizó. Luego reinicié la escritura a los veinte años y como por dos años más. Después la abandoné completamente. Mi leitmotiv ya no se encontraba entre mis pensamientos cotidianos, aunque siempre seguí leyendo poesía. Siempre me quedaron esas ganas de retomar la poesía. Siempre he llevado dentro de mí ese deseo de seguir escribiendo. Pensé que debía escribir nuevamente.

Pero cuando me contratan para trabajar en Pequiven1 en un proyecto de construcción, tuve la oportunidad de conocer el comedor, en el cual hay una puerta gigante tallada en madera, ensamblada y pintada al óleo; aquella primera impresión me llegó al alma. Ver la magnitud de aquel trabajo y lo hermoso que era. Ahí fue que sentí que eso era lo que quería hacer: arte. Casualmente en los meses contiguos la empresa realiza un taller de sensibilización artística dictado por una artista venezolana, una pintora que vivía en Estados Unidos y se encontraba en la zona; fueron dos días en que tuve un contacto más directo con la producción artística, tanto teórica como práctica, porque hicimos unos ejercicios en pintura, un cuadro en colectivo que se colocó luego en el área de Calidad de Vida de Pequiven. Comencé a averiguar dentro de la empresa quién había realizado ese trabajo hasta que me dijeron que era del artista plástico Gregorio Torres y casualmente era en ese momento director de la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón (Eapar) de Barcelona, Anzoátegui. Ahí comienza mi odisea para poder llegar a la Escuela de Arte y poder recibir clases, ya que mi horario laboral me impedía asistir a los talleres.

Asistí a clases particulares de dibujo como inicio a mi deseo de querer estudiar arte. Finalmente logro hacer una visita a la Reverón y estaba decidida a inscribirme en talleres de pintura al óleo, pero me encuentro al entrar con el taller de escultura, entré y había cabillas, cemento, mallas, arcilla, arena, piedras… Me sentí totalmente identificada y me inscribí entonces en los talleres libres de escultura, luego de dos años decidí dejar mi trabajo en el área de la construcción e iniciar estudios formales en Arte Puro en la Eapar. ¡Y fue mi mejor elección de vida!

—Además de escultora es educadora. ¿Qué objetivo persigue usted propiamente con su actividad educativa?

—Dar clases nunca fue algo que me planteé yo misma. Fui llamada por el gobernador del estado, que conoció mi trabajo a través de los directivos de la Eapar, para cubrir la cátedra de talla en piedra, la cual estaba vacante. Dije que sí, con algo de incertidumbre ya que no soy docente, pero que trataría de acuerdo a mi experiencia y manejo de la técnica poder trasmitirla a los alumnos.

Luego de iniciarme en la enseñanza, me di cuenta de que es una herramienta adicional a mi trabajo, es valor agregado a mi proceso creativo. Descubro un universo de posibilidades de analizar los contenidos plásticos de una manera diferente cuando se trata de enseñar a otros, a como uno hace el análisis para sí mismo. La experimentación plástica se amplía, se enriquece con maravillosos encuentros, con aciertos y desaciertos que enriquecen mi visión. Enseñando se sigue aprendiendo.

Luego abrí las puertas de mi taller dos tardes a la semana, a petición de muchas personas para impartir clases particulares, y en este momento trabajo con niños desde los cuatro años, que ha sido la experiencia más enriquecedora dentro de mi experiencia como docente. Ese contacto con el arte primordial, primario, sin ataduras, sin interferencia, con el cual trabajan los niños, es algo que me llena espiritualmente y enriquece mi alma. Me hace tener contacto con lo esencial, con la inocencia. Es grandioso. ¡Cuando trabajo con los niños llego a casa con mi corazón lleno de arte puro y auténtico!

Licia SalvatoreMi primer objetivo en toda esta experiencia de dar clases es desarrollar y avivar la creatividad del individuo, niño o adulto. El desarrollo de la creatividad nos hace enfrentarnos de manera diferente ante la presencia de una circunstancia con resolución de problema, ser creativos nos ayuda a resolver situaciones del mundo cotidiano, sin que sea necesario ser artista plástico para ello. La creatividad es herramienta fundamental en todas las profesiones, en la creatividad radica el éxito o el fracaso de una situación cualquiera.

—¿El oficio de escultor o escultora ha dejado alguna huella en la Licia educadora?

—Por supuesto, el amor y la pasión con que yo asumo mi trabajo de escultora lo trasmito a mis alumnos. Como docente siempre les hablo tanto a niños como adultos del compromiso que significa el arte, de lo enriquecedor que resulta expresarnos a través de la materia. Les hablo que el estar cerca del arte nos hace más sensibles y por lo tanto, mejores personas.

—¿A qué escultores sigue desde sus inicios como artista?

—A medida que iba teniendo conocimiento profundo de la historia del arte, me sentí identificada con varios escultores, entre ellos Constantin Brancusi, Henry Moore, Barbara Hepworth e Isamu Noguchi.

Conociendo artistas venezolanos, las propuestas plásticas que me llevaron a estudiarlos en profundidad fueron Francisco Narváez, Carlos Mendoza, Harry Abend, Pedro Barreto y Valentín Malaver. Trabajaron los materiales con los cuales yo me siento identificada, la piedra y la madera.

—En su obra es evidente la influencia que ejercieron sobre su trabajo escultores como Pedro Barreto, Gregorio Torres y Valentín Malaver. ¿Qué escultores o artistas plásticos la han marcado más y por qué?

—Sí, en mi obra hay evidencias y rastros de todos ellos, es inevitable ya que me identifico con las mismas formas geométricas y orgánicas de sus propuestas plásticas. Pedro Barreto es una influencia importante en mi trabajo, pasé cinco años con él trabajando en su taller y teniendo un contacto directo con uno de los escultores más creativos que ha tenido el país. Barreto fue muy valioso en mi proceso formativo, me trató siempre como una igual a él, eso hizo que sintiera mucha seguridad en mi propuesta y que no dudara nunca de mi intuición, la cual me enseñó a reconocerla y desarrollarla, eso es muy importante a la hora de decidir cuándo está terminada una escultura. Valentín me dio el profundo y gran amor por las piedras, me enseñó a entenderlas, a saber buscarlas, hablarles y respetarlas. Me enseñó a dejarme llevar por sus formas originarias e intervenirlas sólo cuando fuese necesario y en su justa medida. Gregorio Torres me transmite hoy en día todo su conocimiento, el cual es muy extenso, tanto académico como de experimentación y trabajo de taller. Siempre tiene la palabra justa para un análisis plástico de mi proceso y una lectura visionaria sobre lo que hago. Su apoyo es muy importante para mí. Siempre le consulto cuando debo aclararme en mis ideas. Mis primeros intentos con la madera los experimenté en su taller.

Pero debo decir algo muy valioso que me enseñaron ellos tres: la constancia, el oficio y la disciplina del taller, cómo la única vía para poder lograr una propuesta plástica reflexiva, coherente, individual y llena de sentimientos propios.

—¿Qué personas la han ayudado en su proceso creativo, en su trayectoria y oficio como escultora?

—Mis tres maestros me ayudaron desde mis inicios, creyeron en mí y el apoyo de ellos fue incondicional. Muchísima gente me ha apoyado en toda mi trayectoria, amigos, familiares, coleccionistas, alumnos; lo pude evidenciar cuando me llega la invitación a participar en la Bienal de Florencia de 2015, donde me vi en la necesidad de solicitar públicamente apoyo para poder costear todos los gastos que involucraba esa invitación, traslado de obras, pasajes aéreos, estadía, comida, catálogo, etc. Las personas me ayudaron con aportes económicos y con palabras de aliento y admiración por mi trabajo que hacía que me sintiera cada día comprometida a llegar a la meta propuesta. Mis primos fueron los principales patrocinantes de esa aventura, al igual que una amiga que ahora vive en Canadá y un amigo del colegio que me regaló los pasajes para Florencia, con éste hay una anécdota extraordinaria.

Y es que alguien me preguntó en estos días, ¿cómo es eso que tu escribías poesía? Entonces me puso a rememorar mis inicios en esto de escribir, como necesidad inmediata y a mi manera poder manifestar mis sentimientos. Y te reitero que cuando yo tenía once años empecé a escribir poesía. Estando en el colegio había un niñito que me caía muy mal, porque él me perseguía para ser su novia. ¿Novia? ¡Si yo todavía jugaba con la barbie! Así pasó un tiempo, hasta que no recuerdo ni cómo ni cuándo ni por qué… le dije que sí. Entonces empezamos a ser novios, de esos que sólo se agarran las manos. Empecé a sentir bonito por ese niñito fastidioso que me caía mal. ¡Pero no podía contárselo a nadie, en mi casa imposible! Sólo lo sabían mis amiguitas del colegio. Pero sentía la necesidad de expresar todo aquello que me hacía sentir, descubrir ese sentimiento de cariño, esa sensación de amor, de compañerismo, de esa sensación de querer verlo cada mañana, esas mariposas en la barriga. Ese descubrir de las cosas del corazón… De los sentimientos, la ansiedad, la ilusión, el soñar. Fue ahí donde comencé a escribir poesía, para poder drenar toda aquella emotividad que bullía dentro de mí y que me era hasta ese momento ajena, un lápiz y un papel fueron los cómplices en esa aventura, que no hice sino escribir todo lo que sentía por él. A partir de allí es que empiezo a escribir, algunos escritos con métrica poética, sonetos y prosa moderna. Me cambiaron de colegio y a ese niñito no lo pude ver más, entonces me dediqué a seguir escribiendo lo que no le podía decir. Pasé todo mi bachillerato escribiéndole a ese amor perdido, extraviado, a la imposibilidad de estar juntos y que para mí a esa corta edad decretaba como el amor de mi vida. Muchos de esos escritos ya no están, pero otros tantos aún los conservo.

Mi vida ha estado centrada en la búsqueda del equilibrio, en todos los ámbitos personales y profesionales.

Lo anecdótico de esa historia es que ese niño de hace cuarenta años, por el que comencé a escribir poesía, mi fuente de inspiración en todos los momentos en los que decidí escribir, fue quien me regaló los pasajes para ir a Florencia. Se enteró por las redes sociales, se comunicó conmigo y quiso que le contara de qué se trataba esa invitación; cuando terminé de contarle me dijo: “¡Bueno, yo te regalo los pasajes para que vayas. Vale por todos los regalos que no te he dado en la vida!”. Lloré y le agradecí con todo mi corazón su generosidad.

—¿Cómo ha evolucionado su trabajo? ¿Qué importancia le concede usted a la técnica?

—La técnica es muy importante, es la que me permite desarrollar y llevar a cabo todas mis ideas, lo que se me ocurre. El dominio de ella me hace arriesgarme en la propuesta y en la experimentación con otros materiales. Mi trabajo ha evolucionado de manera coherente, tengo más libertades a la hora de hacerme planteamientos de ensamblaje. Tengo propuestas que aún no salen del taller y a lo mejor, jamás saldrán, son un poco diferentes a lo actual, pero se siguen viendo los rastros de mi presente en ellas.

—¿Qué importancia tiene en su obra la naturaleza?

—La naturaleza tiene una importancia absoluta dentro de mi obra. Las formas contenidas en la naturaleza contrastadas con la geometría son el recurso expresivo por el cual me manifiesto en mis esculturas.

Mi trabajo es una propuesta basada en el equilibrio. En la naturaleza hay equilibrio para que todos los ecosistemas, subsistemas puedan sobrevivir y no extinguirse. Las relaciones interpersonales están primordialmente siendo exitosas si existe el equilibrio. En los animales, en las plantas, el equilibrio es primordial para continuar existiendo. Unos nacen, otros mueren. De igual forma en mi trabajo la propuesta de utilizar elementos tan diferentes dentro de una misma composición tratando de transmitir una fusión visual de un todo contenido en un mismo espacio, es lo que llamo el equilibrio. La geometría fractal, la de la naturaleza, con la euclidiana en contraste en un mismo espacio, en el cual pueden dialogar y confluir, armonizar sin competir, estar y poder ser, eso es lo que está en mi trabajo. Mi vida ha estado centrada en la búsqueda del equilibrio, en todos los ámbitos personales y profesionales. Creo fielmente en el equilibrio como el único elemento necesario para una vida plena y feliz.

—¿De qué manera vive Licia Salvatore el proceso creativo?

—Lo vivo con todos mis sentidos y en cada segundo de mi vida… ni más ni menos.

—¿Crees que la escultura tradicional debe trascenderse o reinventarse?

—Ambas cosas. La escultura tradicional nos da pie para su estudio y su reinterpretación basados en el mundo actual. Las filosofías estéticas han venido cambiando a través de las épocas, por lo tanto los planteamientos plásticos deben ir en avance constante. La escultura tradicional debe trascender, debe seguir presente porque nos permite ver esa evolución y no debe apartarse como propuesta plástica ya que su vigencia, a mi parecer, no se ha perdido. Y al trascender podemos permitirnos reinventarla, reinterpretarla, apropiárnosla y volverla vigente.

—¿Cuál es la clave fundamental de conexión inmediata entre su obra y el público?

—El artista debe encontrarse con su naturaleza, con su “sí mismo”, consigo mismo, con su esencia, y doblegarse a esa fuerza interior que le exige presencia física en el mundo material, esa fuerza por la que crea, con la que intuye y percibe su entorno de una manera especial, el artista tiene la obligación de expresar su conexión con el mundo espiritual para que sea gozo y deleite de quien la percibe. Siento que cuando las personas se conectan con mi trabajo es porque se encuentran en el mismo nivel espiritual que yo. Mis obras llevan una gran carga de pasión, de entrega, están hechas con mi esencia más primaria, que me producen un regocijo explosivo cuando están terminadas. Creo que eso lo percibe quien se conecta con ellas.

—¿Cómo ha sido —y es— su relación con los pintores?

Mi trabajo plástico mantiene vigentes técnicas y materiales de la escultura clásica o tradicional.

—Me gusta la pintura, pero valoro más la escultura… la buena escultura.

—En los últimos años, su proyección nacional e internacional es notoria en el medio artístico local. ¿A qué cree usted que se debe ese reconocimiento?

—A la disciplina y constancia con la que asumí el oficio de ser escultora. No hay otra cosa en la que yo crea más que en mi trabajo. Vivo con una lealtad absoluta a mis pensamientos, a mis creencias y a mi discurso. Soy coherente entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago. No permito que mi esencia sea invadida de una intención distinta de lo que me hace ser artista, eso que nos hace únicos y auténticos. El creativo debe ser todo arte, vivir el arte y vivir como artista. Yo lo hago en todo momento, lo que me lleva a una comunión entre el mundo real y el de mis ideas. Mi absoluto compromiso ante las artes. Creo que eso lo resume todo. Me avala mi compromiso de ser escultora.

—¿Cómo influye su trabajo en el proceso histórico que vivimos actualmente?

—Mi trabajo plástico mantiene vigentes técnicas y materiales de la escultura clásica o tradicional. Utilizando la piedra y la madera, que son materiales ancestrales dentro de la representación artística, comunico una adaptabilidad de la materia con la propuesta contemporánea. Reafirmo con el uso de esos materiales que la afinidad con ellos es atemporal, es decir, es independiente de la época en la que se viva, los materiales deben tener una conexión directa con el artista para que éste pueda ver y lograr lo que tiene que expresar a través de ellos. La piedra desde la prehistoria hasta la actualidad ha sido uno de los materiales más utilizados en la escultura. La talla en piedra ha tenido altos y bajos dentro de la historia del arte, donde ha cedido espacio a otros materiales como el bronce y materiales de la era moderna. También por cambio de gustos o de función de la escultura. Pero siempre ha conseguido defensores.

Defiendo la talla en piedra como lo hicieron en su momento Brancusi, quien veía en la talla en piedra la única vía para llegar a la escultura, y Barbara Hepworth, que se oponía radicalmente en los años 50 a la tendencia de dejar la labor de talla por anticuada o no contemporánea, y así muchos otros escultores.

Licia Salvatore

Licia SalvatoreSu trabajo en palabras

Esa fusión entre ambos materiales significa los complementos de los opuestos, como el yin y el yang, el complementario entre la madera y la piedra. En esa cercanía entre ambos materiales, que son tan disímiles, se conjuga lo material con lo espiritual, la esencia con la energía, la cercanía con la lejanía, la dureza con lo sensible, lo material con lo etéreo, el lleno con el vacío, el movimiento con la quietud.

La asociación entre la piedra y la madera involucra un tratamiento especial de la expresividad de la materia en el espacio físico, ya que estos dos materiales poseen un lenguaje propio, tienen fronteras propias que, confrontadas con propósitos creativos, determinan el momento y la manera en que debe llevarse a cabo dicha asociación. Lo mismo ocurre con las formas rígidas y las sensuales. Mi trabajo propone fusionar esa visión entre materia, forma y vacío, donde ambos materiales y las formas se asocian en una composición y se integran de forma armónica y conceptual, sin romper con la estética del volumen planteado. Las líneas rígidas y geométricas en comunión con las líneas orgánicas y sensuales de la naturaleza se conjugan en un diálogo que armoniza y exalta la calidez de los ritmos y el vacio es el espacio para dejar fluir la energía y pueda existir la fusión entre forma y materia.

Son precisamente estas formas rígidas y sensuales las que lograron que la fusión entre el material blando y el pétreo se combinen como si fuesen uno y sin embargo cada uno mantiene su fisonomía que lo caracteriza. Donde se conjugan como una reflexión y dialogo armónico, orgánico y elegante. Las obras se encuentran en un punto de equilibrio, se levantan hacia el espacio en todas direcciones, se curvan y doblan de forma grácil entre los llenos y vacíos que se dejan entrever en la zona de unión de los elementos naturales que intervinieron en la composición.

En algún momento del proceso creativo puedo estar consciente de lo que ocurre, pero no me preocupo si me equivoco, existe libertad intuitiva absoluta, lo hago con libertad de acción, donde el único compromiso que existe entre la obra y yo es su esencia y nada más. Las emociones fluyen, drenan dentro del proceso, y es ahí donde de forma involuntaria se transmite todo el sentir, lo que uno tiene que decir, lo que perturba o lo que hace feliz. Lo espiritualizo a través de las formas, que fluyen de un subconsciente visionario.


Licia Salvatore nació en Maracay, Aragua, y vive y trabaja en Lechería, Anzoátegui. Estudió en la galería Arte Venezuela (Lechería) y en la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón (Barcelona, Anzoátegui), y además ha cursado varios talleres. En 2011 ganó el primer premio del concurso Estatuilla Elco del Festival de Cine de Oriente. Ha presentado las exposiciones individuales “El taller, tránsito de una escultora” (Ateneo “Miguel Otero Silva”, Barcelona), “La suma de los fulgores” (Galería Bahía, Lechería) y “Caminos de agua” (Taller de Arte Licia Salvatore, Lechería). Ha participado en más de medio centenar de muestras colectivas, la más reciente en la décima Bienal de Florencia, en Italia, en 2015.

Licia Salvatore

Franklin Fernández
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Notas

  1. N. del E.: Petroquímica de Venezuela, empresa del Estado venezolano
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