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Nancy Bird-Soto: “Escribo por gusto y por voluntad de expresión”

domingo 12 de mayo de 2019
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Nancy Bird-Soto

Nancy Bird-Soto (Puerto Rico, 1975) es docente e investigadora en la Universidad de Wisconsin. Está adscrita al Departamento de Español y Portugués, y al Centro de Estudios de América y el Caribe. Es egresada de la Universidad de Wisconsin, Madison, en español (M.A., 1999; Ph.D., 2006). Su licenciatura en español es de la Universidad de Minnesota, Twin Cities, con un diplomado en Estudios Hispánicos, Latinoamericanos y Europeos del Instituto José Ortega y Gasset en Toledo, España. Bird-Soto ha concentrado su trabajo creativo al estudio de la literatura de escritoras puertorriqueñas entre la transición del siglo XIX y el XX. Su producción creativa le ha servido para retomar temas estudiados a profundidad en su disertación doctoral, y ampliarlos con su propio imaginario. Ha intercambiado unas palabras por escrito dentro del contexto de su trabajo-creativo, las cuales comparto con vosotros.

En Sobre la tela de una araña se van hilvanando historias salpicadas de sueños, manías y retos a lo formulaico.

—Estuvo en Puerto Rico, recientemente, presentando su primera posnovela, Aries point o el viaje de Pleione (Puerto Rico/Santo Domingo: Isla Negra Editores, 2016). En 2016 también ha publicado una serie de cuentos o relatos cortos, titulados Sobre la tela de una araña (Puerto Rico: Editorial Tiempo Nuevo, 2016). ¿De qué trata en estos últimos dos trabajos creativos? ¿Cómo inserta estos y su anterior trabajo creativo con su formación académica y la temática o los temas abordados en estos?

—Ambas obras se narran desde las perspectivas de mujeres ante sus historias. En Sobre la tela de una araña se van hilvanando historias salpicadas de sueños, manías y retos a lo formulaico. Por ejemplo, hay dos cuentos en que se destaca el sentirse a gusto con el cuerpo tal cual, con arrugas o en los días del flujo menstrual. Estas mujeres ni se ciñen a estándares superficiales ni condicionan su sexualidad a lo reproductivo. En esos cuentos hay mucho en cuanto a desaprender expectativas basadas en el ser niña/adolescente/mujer. Por eso el énfasis en el “pre-texto” o microrrelato final, donde se ensaya el “¿qué te puedo contar?” y las múltiples formas de entonar la interrogante. Esa colección la empecé en 2001 cuando era estudiante graduada antes de entrar en la etapa de la tesis doctoral.

Aries Point, en cierto modo, es otra posibilidad ante la pregunta de qué te puedo contar. La narradora se apoda “Pleione”, jugando así con la mitología. Su pretexto es crear un blog como forma íntima de expresión. Recurre a la astrología como base meditativa para hacer lo que a ella más le gusta: jugar con las palabras. Una de las instancias más juguetonas es cuando el personaje de “la víbora” entra como voz invitada para darnos otra versión sobre el mito de Eva y la manzana. Hay “malinchismo” (de la mejor manera) en esta posnovela, en el sentido de que la narradora busca quebrar encuadres desgastados o trillados. La empecé a redactar el año en que recibí la promoción a catedrática asociada en 2011.

Sin duda, mi formación académica influye en estos trabajos creativos. Desde que aprendí sobre el feminismo y la importancia de tener opciones vitales como persona en una clase de literatura con la profesora Naida Ortiz, cuando empecé en la Universidad de Puerto Rico a los diecisiete años en 1992 (lo que propulsó mi proceso de desaprendimiento) hasta mi enfoque en Luisa Capetillo, se me hace más y más obvio que temas como el de forjar nuevos espacios de expresión y el de exploración identitaria son mi “víbora” cucadora interna.

—Hace unos años, ya más de una década, defendió su disertación doctoral en la Universidad de Wisconsin-Madison. En 2009 usted publicó Sara la obrera y otros cuentos: El repertorio femenino de Ana Roqué (Nueva York: Edwin Mellen Press, 2009) y Escritoras puertorriqueñas de la transición del siglo XIX al XX: Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué y Luisa Capetillo (Nueva York: Edwin Mellen Press, 2009). ¿Cuál considera es su mayor contribución a la crítica literaria dentro de este o estos trabajos creativos de investigación? ¿Cómo se cruzan o relacionan con su trabajo de investigación más reciente, la edición crítica de Los hipócritas, de Franca de Armiño (Puerto Rico: Editorial Tiempo Nuevo, 2013)?

—El 5 de mayo de 2006 defendí mi tesis doctoral y aunque, claro, fue un momento crucial, la evolución de mi investigación es lo que más ha calado en mí de todo el proceso. Inicialmente, iba a hacer algo comparativo entre las escritoras españolas y puertorriqueñas del siglo XIX, a manera transatlántica. Supongo que todavía estaría escribiendo capítulos. Al fin, opté por acercarme a la narrativa de Ana Roqué y Carmela Eulate Sanjurjo ante los temas/tropos de la “mujer” y la “nación”. Fue entonces cuando el desaprender para aprender se volvió innegable, pues había un nombre que se me seguía cruzando a cada rato: Luisa Capetillo. Un nombre que, confieso, aunque no me era nuevo, tampoco me era familiar. Fue en Madison que “descubrí” propiamente quién era esta mujer y las implicaciones de cómo se configuran los cánones socioculturales. Es decir, ¿quién queda en la memoria colectiva, cómo queda y qué se puede contar de esa persona o comunidad?

Al añadir la perspectiva del feminismo conjugado con la causa laboral, el análisis de Roqué y de Eulate cobró otra dimensión. Cada una en su contexto —con sus contribuciones y contradicciones— fueron tres mujeres con maneras particulares de expresar su feminismo, y todas ellas puertorriqueñas de un modo u otro. De Capetillo entonces pasé a estudiar otras figuras de la diáspora puertorriqueña en Nueva York de la primera mitad del siglo XX, como Jesús Colón y Franca de Armiño. La necesaria tarea de la recuperación literaria e histórica —como el Recovery Project en Houston— me inspiró a publicar la edición crítica de Los hipócritas, de Franca de Armiño.

—Si compara su acercamiento como investigadora de la literatura feminista y obrera con origen en Puerto Rico con su trabajo creativo-literario, ¿qué diferencias observa en su propio trabajo creativo, además de su diferencia respecto a los géneros con los que trabaja? ¿Qué es aquello que ha aprendido dentro del proceso creativo de dar forma y contenido a un corpus creativo y teórico propio?

—Quizás una de las diferencias que más saltan a la vista es la del tipo de género literario. Capetillo y Armiño aprovecharon el teatro como medio directo. En la época, supieras leer o no, podías así tener acceso a su pensamiento y, aunque no haya mucha documentación sobre la puesta en escena, existía la posibilidad. Claro, Capetillo también escribió tratados con temática sociocultural/política y de corte ensayístico, aunque rasgando los límites de ese género. Hay un momento en Aries Point en que Pleione se monta en tribuna y da un discurso sociopolítico que podría ser afín a lo enunciado por Capetillo cuando era lectora en las fábricas de tabaco. Hay fragmentos de esa obra que se podrían “actuar” como monólogos o, incluso, intercalando el microdrama que aparece en uno de los capítulos o grados. Por otro lado, Aries Point es una obra repleta de intertextualidades de todo tipo, desde la literatura canónica hasta la música popular. Es una posnovela con conciencia de que es el siglo XXI. La obra se puede leer grado a grado (sin prisa) o de una sentada al tener poco más de cien páginas. Ahora no es tanto el si sabes leer o no, sino si tienes tiempo para leer y que no se vuelva meramente una tarea más que cumplir y que ahí quedó.

Ya que he vivido fuera de Puerto Rico desde 1995, se me ha hecho más fácil compartir con escritores de habla hispana en Wisconsin desde que era estudiante graduada en Madison.

Ahora que lo que escribo se ha ido publicando y que puedo volver a proyectos anteriores y releerlos con cierta distancia, diría que en el proceso de dar forma y contenido he seguido y sigo aceptando la invitación al “otro modo de ser” de Rosario Castellanos.

—Nancy, ¿cómo visualiza su trabajo creativo o sobre investigación creativa con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico o fuera de éste?

—Ya que he vivido fuera de Puerto Rico desde 1995, se me ha hecho más fácil compartir con escritores de habla hispana en Wisconsin desde que era estudiante graduada en Madison. Uno de los contactos más cercanos ha sido mi amiga Dinorah Cortés-Vélez. Hemos tenido la suerte de que ambas vivimos en Milwaukee como profesoras en diferentes universidades. Aunque no nos lo planteáramos, explícitamente tal cual, me parece que nuestras obras se resisten a la novela tradicional, es decir, a la idea decimonónica de controlar un espacio.

También he reconectado con una amiga mía de escuela superior, Ana Marina Rúa, quien ha publicado una novela experimental, La anémona, con Isla Negra. Y justo este verano me entero de que Claribel Prado, también de mi clase de secundaria, ha publicado su obra Tru en 2016. Es una narrativa en que, entre retos y logros, la exitosa protagonista que vive en Estados Unidos atesora su identidad puertorriqueña.

“Aries point”, de Nancy Bird-Soto—¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo o sobre investigación creativa dentro de Puerto Rico o fuera, y la de sus pares, bien sean escritores de narrativa u otro género?

—La recepción a mi trabajo creativo en Puerto Rico es algo que iré descubriendo en los próximos meses y años. Con la publicación en papel de Sobre la tela de una araña este año y la de Aries Point, espero que ambos libros generen no solamente interés sino conversaciones fructíferas. Por supuesto, debo aprovechar mis viajes a Puerto Rico para hacer presentaciones y/o visitar clases impartidas por colegas. Este septiembre voy a la Feria Internacional del Libro en Santo Domingo con la delegación de Isla Negra, lo que me permitirá compartir con otros escritores y presentar Aries Point allá. En cuanto a la diseminación en Estados Unidos, mucho tendrá que ver con visitar clases de amigos profesores. También estoy disponible para charlas vía Skype o FaceTime.

—Sé que usted es de Puerto Rico. ¿Se considera una autora puertorriqueña o no? O, más bien, una autora de literatura, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué?

—Nací y me crié en Puerto Rico, de padres puertorriqueños, y no le digo que no a un buen arrocito con gandules en su versión vegetariana. Ahora bien, tampoco quiero reducir lo identitario a un lugar de nacimiento, a una crianza, o a un arroz. Soy autora puertorriqueña, y bien puede venir alguien a cuestionármelo; igual, sigo siendo quien soy. Soy escritora; si quiero escribir en español, en inglés, en spanglish, en portuñol, en lo que a la musa se le antoje, ahí va. Lo de qué es literatura puertorriqueña sería tema para otra tesis y con mucha tela para… ¡hilvanar!

—¿Cómo integra su identidad étnica y su ideología política con o en su trabajo creativo o de investigación creativa?

—Pues de hecho, la obra creativa que precede a las que han salido en 2016 es Put Together: A Minne-Memoir (Nueva York: Editorial Trance, 2014), por ahora solamente disponible en formato electrónico. Son mis memorias de los dos años que viví en Mineápolis a mediados de los noventa. Ahí establezco mi sentido de afinidad cultural, no importa dónde viva o en el idioma que escoja utilizar en determinada situación. Y ahí lo digo sin ambages: el inglés no le pertenece a Estados Unidos, y si una persona se siente boricua hable el idioma que hable, nadie tiene el derecho a negarle lo que es algo muy personal: su contexto y las afinidades que todos tenemos y sentimos. Por mi parte, nada de esto implica endosos politicopartidistas. Reconozco que es una temática compleja y que así como las afinidades no se niegan, se debe evitar (como moda pasajera) encasquetarse la banderilla de una identidad sin entender lo que esa comunidad ha vivido, luchado y logrado.

—¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritora hoy?

—Desde chiquita me gustaba escribir, ver la tinta sobre el papel —o el color de las crayolas en los cuadernos— e imaginar mundos. Eso no siempre sentaba bien con algunas mujeres en mi familia, para quienes lo importante no era que me gustara leer y escribir sino que aprendiera a cocinar y a planchar. Total, que no soy muy amiga del calor y esas tareas lo requieren.

Las ideas, los conceptos, los contextos, las aplicaciones, todo eso va evolucionando y por eso es importante que sigamos explorando potenciales.

Cuando a los veinte años leí El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite, fue cuando sentí que por primera vez leía algo que a mí me hubiera gustado haber escrito. Como soy generalmente introvertida, la escritura creativa siempre ha sido mi portal hacia lo que puede ser y al sentido de las situaciones que de entrada parecen ininteligibles. Escribo por gusto y por voluntad de expresión. Por compartir. Tengo “journals” (no tanto diarios porque no siempre escribo todos los días) en que recuento aconteceres, impresiones, y los sueños recurrentes que he tenido por años. Me gusta ver si hay patrones, pistas, mapas.

Mis experiencias de vida: por ejemplo, ser hija única, la crianza católica, ser de una familia de clase media trabajadora, ser bilingüe, ser la primera persona en recibir un doctorado en mi familia, haber viajado a veinte países en lo que va de mi vida, haber vivido en Mineápolis, en Madison, en Milwaukee, poder viajar dos o tres veces al año a ver a mis padres, todo eso son vivencias, factores, privilegios, que están en mi memoria y en mi día a día. Como alguien que busca un mundo con mayor compasión —aunque fallemos de vez en cuando—, me gustaría que lo que escribo invite, como le gusta a la narradora de Aries Point, a tomar pausas, a tener iniciativa propia.

—¿Qué diferencia observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo-investigativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

—Cuando publiqué mis primeros dos libros tradicionalmente académicos (lo digo así porque no siempre todo el mundo hace la distinción entre lo investigativo y lo creativo) fue un honor para mí que Norma Valle Ferrer y Carmen Centeno Añeses aceptaran prologar esos trabajos. Dos años después, recibí un correo electrónico de la profesora Yolanda Ricardo, en Cuba, que quería conseguir uno de mis artículos sobre Capetillo, por si yo se lo podía facilitar. Ese intercambio fue lo que llevó a que un trabajo mío sobre la arecibeña y Martí me abriera las puertas a un coloquio en La Habana en mayo de 2011. Capetillo me llevó a Cuba, por así decirlo. En cuanto a la temática general que trabajo sobre género y feminismos, me estoy enfocando más en las interseccionalidades en torno a lo étnico/racial, estatus socioeconómico y lo transnacional, entre otros factores. Las ideas, los conceptos, los contextos, las aplicaciones, todo eso va evolucionando y por eso es importante que sigamos explorando potenciales.

—¿Qué otros proyectos creativos o investigativos tienes pendientes?

—Aunque todo proyecto investigativo puede ser creativo y cada incursión narrativa y/o poética es un tipo de investigación, por el momento voy a continuar con la distinción académica que se suele hacer entre ambos. En cuanto a lo creativo, estoy trabajando en dos proyectos: uno es una novela que toma por inspiración el área de Isla Verde cerca del aeropuerto; el otro es un tipo de memorias enfocadas en mi experiencia como compañera de un paciente de una enfermedad crónica. Son perspectivas que pueden resonar con gente de cualquier lugar. Como ves, sigo entre la imaginación y la experiencia.

En cuanto a lo investigativo, ando ya bastante adelantada con mi estudio sobre el tema de la disidencia en la literatura puertorriqueña. A fin de cuentas, creativo y/o investigativo, el “qué te puedo contar” siempre está ahí.

Wilkins Román Samot

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