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La búsqueda insaciable de Eduardo Gómez

domingo 7 de febrero de 2021
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Eduardo Gómez
Eduardo Gómez (Miraflores, Boyacá, 1932): “Siempre había pensado que no se es un escritor completo si no se ha escrito novela”. Fotografía: Omar Ardila

¿Cómo te sentiste en el proceso de escritura de una novela a una edad tan alta, teniendo en cuenta que la mayoría de las publicaciones que habías realizado (desde 1969 hasta 2013) eran poéticas y algunos ensayos? ¿Qué marcó esa nueva experiencia con la palabra? ¿Fue difícil el tránsito o te sentiste cómodo?

Sentí que después de escribir una novela ambiciosa y compleja como La búsqueda insaciable, había logrado coronar satisfactoriamente mi trayectoria literaria e intelectual. Siempre había pensado que no se es un escritor completo si no se ha escrito novela. El haberlo logrado a una edad tan avanzada, cuando la abrumadora mayoría se retira porque sus capacidades flaquean, fue también un acierto porque esta novela es un gran balance de mi vida toda y de las experiencias y conflictos decisivos en mi proceso existencial. Las décadas anteriores en que escribí poesía y ensayo resultaron como una especie de preparación para la escritura de esta novela, porque en La búsqueda insaciable el elemento ensayístico y la lírica reflexiva son esenciales en la concepción y realización de esa obra. No fue difícil escribirla porque era un proyecto que había concebido décadas atrás y porque mis lecturas preferidas, desde hace mucho tiempo, han sido las grandes novelas. El realizarla fue una cuestión de crecimiento, en el cual la poesía y el ensayo fungieron como una adolescencia y un comienzo de maduración y la novela, como la plenitud de la adultez.

 

“La búsqueda insaciable”, de Eduardo Gómez
La búsqueda insaciable, de Eduardo Gómez (Proyecto Ediciones, 2020).

La búsqueda insaciable es la primera novela de formación latinoamericana que integralmente se inscribe en esa tradición europea.

Algunos comentaristas que leyeron la primera parte de la novela en la edición de Común Presencia Editores la catalogaron como una “novela de formación” o “novela de educación” (Bildungsroman) y en efecto tienen razón; sin embargo, en la segunda parte que aparece en la edición del CEEZ, y en general, viendo toda la novela en conjunto, yo pensaría que rebasa esa primera catalogación y se convierte en una novela de artista (Künstlerroman), pues aunque el género amplio es la novela de formación, el decurso del personaje lo lleva indiscutiblemente a una vida de artista. ¿Estás de acuerdo con esta mirada o prefieres considerarla una novela de formación, y en este caso, cuál sería el argumento?

No se me había ocurrido, pero ahora que lo dices, me parece que tienes razón, porque el carácter de novela de formación está enriquecido y matizado continuamente por vivencias muy intensas de un poeta y por numerosos poemas, prosas poéticas y andanzas sensuales y lunáticas del protagonista, que es, fundamentalmente, un poeta vocacional, además, escandalosamente transgresor y amoral, de modo que la designación de Künstlerroman es apropiada y en manera alguna excluye la de novela de formación (Bildungsroman) sino que la complementa.

El precursor de la novela de formación fue Goethe, en su obra maestra de juventud, Werther, y luego en la novela Wilhelm Meister, años de aprendizaje. Pero su pleno desarrollo tiene lugar a finales del siglo XIX y primera mitad del XX, con novelistas como Dostoievski en Los hermanos Karamazov, Tolstoi en La guerra y la paz, Thomas Mann en al menos cuatro de sus grandes novelas: La montaña mágica, Carlota en Weimar, Doktor Faustus y José y sus hermanos y, parcialmente, en Los Buddenbrook; Marcel Proust, en su magna obra En busca del tiempo perdido, Sartre en La náusea y parcialmente en Los caminos de la libertad, y Musil en El hombre sin atributos. En comparación, comprobamos que los novelistas de la Generación Perdida en Estados Unidos (Hemingway, Faulkner, Dos Passos, Steinbeck y R. Wright) escribieron narraciones muy meritorias (baste decir que entre ellos hay tres premios nobel) pero en donde no se encuentra descrito el medio de la alta cultura y no hay un solo personaje intelectual o artista. Otro tanto se puede decir de los novelistas latinoamericanos como García Márquez, Carpentier, Vargas Llosa, Asturias, quienes se refieren al hombre común; sólo se podría encontrar una aproximación a la novela de formación en obras como De sobremesa, de Silva; La tejedora de coronas, de Germán Espinosa, y Bomarzo, de Mujica Láinez.

La búsqueda insaciable es pues, la primera novela de formación latinoamericana que integralmente se inscribe en esa tradición europea.

 

Es claro que la novela tiene un fondo histórico y político, que recorre eventos trascendentales en la historia colombiana (la presidencia de López Pumarejo, el 9 de abril, el movimiento estudiantil en la época de Rojas Pinilla, el Frente Nacional, el proyecto del Frente Unido de Camilo Torres Restrepo, el surgimiento de las FARC como movimiento guerrillero) y también una fragmentaria mirada de un país socialista (Alemania de 1959 a 1965). Asimismo, hace el tránsito hacia la conformación de un sujeto político que comienza como activista estudiantil y pasa a afianzarse dentro de un marxismo heterodoxo, sin dejar de evidenciar los conflictos interiores en la asimilación de ese proyecto. Todo esto queda bien claro en el desarrollo de la novela. Sin embargo, ¿no consideras que son excesivos los apartes en que se tratan estos temas o esto responde a una decisión enfática, especialmente calculada, con qué fin?

Acotación: no quiero que quede la sensación de querer despolitizar la novela, pero a mi parecer eso se hace evidente sin remarcarlo tanto, pues encuentro que varios de los argumentos en las discusiones de tertulias y en la lectura que se hace de uno u otro evento histórico-político son reiterativos.

Las características de esta novela de formación que es La búsqueda insaciable incluyen, como tú mismo lo decías, las modalidades de una novela de artista. Eso significa que es una novela total y como tal no podría reprochársele su cualidad mayor como una falta. Además, sabemos que la realidad histórica y cósmica es inagotable; por tanto, ¿por qué podría llamarse “excesivo” un intento de representarlas con la máxima riqueza, si de todos modos éste nunca será, ni de lejos, suficiente puesto que la realidad es insondable e infinita?

Hay, ciertamente, una “reiteración” de temas en los extensos diálogos y discusiones, pero no hay una repetición de los mismos, sino que el tema general aparece en varias ocasiones y etapas pero con modificaciones que lo van complementando o actualizando; por ejemplo, la aspiración a realizar una contribución al cambio político-social mediante la escritura, la posición de los intelectuales respecto de las FARC y a lo que éstas plantearon concretamente.

 

Me atrevo a afirmar que ninguna novela ha tenido tantos y tan extensos intertextos como La búsqueda insaciable.

Desde mi perspectiva, la novela tiene un valor agregado: la inclusión de intertextos, bien en prosa poética o bien en poemas. Allí encuentro la lucha en la construcción de una subjetividad que se debate entre la pulsión sensual-artística y la realidad de actor sociopolítico. Son, para mi gusto, los momentos más bellos y profundos, los cuales despiertan el goce de leer y acompañar al personaje en esa búsqueda insaciable. Este elemento, además de dar un respiro, reafirma el ser del artista con sus paradojas y logros estéticos. No sé si compartas esta apreciación, pero quisiera saber cómo fue este proceso en el que apelaste a la inserción de textos previamente escritos. ¿Esto surgió en el camino o era algo que querías hacer notar desde el principio? Recuerdo que en la primera versión estos fragmentos aparecían en cursiva. Presumo que, en cierta forma, querías llevar la novela a algo más allá del canon, darle unos elementos que no son comunes al menos en la tradición novelística colombiana. ¿Qué tendrías para decir al respecto?

Como se trata de una novela con una amplia y representativa base autobiográfica, Randolph, el protagonista, vive las experiencias fundamentales de mi existencia, y precisamente una de ellas es la que mencionas: un conflicto permanente entre una sensualidad excesiva y una tendencia a la vagomanía y la disolución en una rebeldía anárquica, y la necesidad de profundizar y superar encauzándolos y proyectándolos, crítica y autocríticamente, en función de una obra literaria comprometida y que contribuya al cambio social. Pero considero que en ese conflicto no hay por qué escoger entre una y otra tendencia puesto que la manera como lo vive el protagonista es indivisible, y a medida que avanza el proceso hacia una maduración, la rebeldía, la sensibilidad poética y la neurosis del artista van integrándose y fusionándose cada vez más con la personalidad del intelectual simpatizante de la revolución marxista, de tal manera que su actitud político-social se torna lo suficientemente compleja y original para que Randolph no pueda afiliarse a ningún partido político, sino que su posición, en general, es la de un compañero de ruta de los profesionales de la revolución marxista.

Es pertinente recordar que la llamada novela de formación es, precisamente, no sólo un género enciclopédico de la novela moderna, sino que se complementa con intertextos, que son muestras de la eventual obra de los protagonistas (en este caso Randolph y Baldo). De este modo, se comprende que los intertextos sean tan numerosos y tan importantes para la apreciación de la obra en marcha de Randolph especialmente, pero también de Baldo, cuando se trascriben algunas anotaciones sobre temas político-filosóficos y estéticos. En el caso de Randolph hay abundantes intertextos como la “novela autobiográfica” (que tiene más de cien páginas) “Los criminales maduran en la cárcel”, varias prosas poéticas y fragmentos textuales de conferencias de Randolph, además de cerca de veinticinco poemas (incluyendo fragmentos o poemas completos de Neruda, De Greiff y Hölderlin). Me atrevo a afirmar que ninguna novela ha tenido tantos y tan extensos intertextos como La búsqueda insaciable, y ellos facilitan al lector la apreciación de las características y calidades de la obra de los escritores protagonistas. En cuanto a los otros personajes, intelectuales e interlocutores de Randolph y Baldo, abordan con frecuencia extensos e inteligentes diálogos sobre variadas cuestiones filosófico-políticas.

 

Me atrevería a decir que el camino del personaje en la novela lo conduce a una experiencia singular, resultante de una elaboración conceptual en la que vienes trabajando desde hace bastante rato y que, creo, puede resumir en buena parte toda tu obra, me refiero a la noción de “vivir en poesía”. ¿Cómo podría resumirse esta aspiración?

Como he vivido y comprendo, cada vez más, a la poesía y al arte en general, como otra forma de conocimiento que, por tanto, contribuye eficazmente a la superación del mundo prehistórico (en el sentido marxista) y semibárbaro que todavía padecemos, la aspiración a “vivir en poesía” no tiene que ver con la concepción pretendidamente purista y esteticista de la poesía que separa la realidad concreta y la contrapone a la obra. De modo que lo que quiero decir, ante todo, es que no hay separación real entre la obra artística y la manera como se vive, aunque sí muy a menudo contradicciones antagónicas entre una y otra. Vivir en poesía se debe entender entonces como haber logrado que las contradicciones entre la vida práctica y la obra artística no sean antagónicas ni excluyentes. Esta difícil relación de suprema madurez se logra cuando se realiza un trabajo que, al mismo tiempo que nos transforma y nos humaniza, ayuda a transformar a los otros, proveyendo simultáneamente a nuestra manutención. En consecuencia, esta situación de relativa plenitud se proyectará en la creación, desde ya, de un círculo de amigos y conocidos que mantengan a raya las alienaciones del sistema capitalista imperante y nos refuerce en la tarea de criticarlo y superarlo.

 

Este proyecto se fue aplazando, en la medida en que se hacía cada vez más exigente.

El proyecto de esta novela era algo que tenías detenido desde hace más de treinta o cuarenta años. ¿Qué te impulsó a retomarlo? ¿Te inquietaba el no alcanzar a realizarlo? ¿Ahora te sientes satisfecho o crees que fue tardío, que quizás habrías podido aventurarte más en la escritura de novelas?

A partir de los diecinueve años, cuando me instalé en Bogotá para estudiar en la universidad, descubrí la inmensa complejidad del siglo XX, especialmente en mi formación político-filosófica, que incluyó nuevos autores como Marx, Freud y Sartre. Ese asombro al descubrir las complejidades históricas se proyectó en el campo de la literatura y el arte como la exigencia de profundizar más en la novela moderna, puesto que su carácter enciclopédico e integral la hacían más idónea para expresar los grandes conflictos del siglo. Simultáneamente, concebí el proyecto de escribir una novela que abarcara y profundizara en todo lo que había vivido y aprendido. Este proyecto se fue aplazando, en la medida en que se hacía cada vez más exigente; se necesitaron, entonces, mis experiencias en un país socialista para que ya me sintiera preparado para realizar esa aspiración de escribir novela. El hecho de que ha sido tardío me parece más bien un acierto porque desde mi avanzada edad puedo avizorar y comprender con más hondura y equilibrio todo lo más significativo de mi vida.

En cuanto a si lamento no haber escrito más novela, se me ocurre que hubiera querido poder hacer cine, porque el cine artístico es una derivación de la novela moderna; es, por decirlo así, una narración novelística mediante imágenes fluidas y que se complementan con un fondo musical. El cine artístico (y es necesario aclararlo así porque hasta ahora hay un exceso de cine comercial) es el género artístico por excelencia de los siglos XX y XXI, y es curioso que muy pocas veces se le da la enorme importancia que tiene. Es casi innecesario recordar las ventajas notorias que tiene, incluso respecto a la novela moderna, como son las imágenes plásticas y dinámicas de una realidad que puede ser muy extensa y compleja con escenarios naturales, citadinos, históricos, de carácter onírico, etcétera, los cuales no pueden ser aprovechados por el teatro y en las descripciones de la novela apenas están sugeridos. Más incluso que en la novela moderna, se experimentan en el cine vivencias directas y abrumadoramente envolventes, que permiten el acceso intenso a las experiencias esenciales de otras vidas y el conocimiento enriquecedor de múltiples viajes por diversas épocas.

Además, el cine, en su calidad de obra grabada, puede repetir en los ensayos las escenas que se consideren imperfectas, todas las veces que sea necesario, y, desde el punto de vista de su difusión, está al alcance de todo el mundo, en diversos niveles de comprensión, ya que la viva plasticidad de su composición lo hace accesible, de alguna manera, incluso a los analfabetos. Finalmente, se pueden sacar millones de copias de una película y hacerla accesible a millones de personas simultáneamente, con lo cual las ventajas económicas (que no hay por qué subestimar) son extraordinarias. Esto lo puedes comprender tú, en especial, ya que le has dado mucha importancia a la investigación del proceso cinematográfico.

 

Finalmente, quisiera que me hablaras de la amistad, a la luz de la relación de los personajes Randolph Heredia y Baldomero Ángel. Pero no sólo la amistad subyacente en la novela, sino lo que ha sido la amistad en tu vida.

Ante todo, es preciso aclarar que la amistad más auténtica es un acuerdo intelectual y afectivo para realizar una obra en común, que debe ser de trascendencia. Entonces, descarto de entrada las amistades sentimentales y puramente personales que tanto abundan. Mi amistad con Estanislao Zuleta tuvo, evidentemente, las características arriba anotadas, porque desde el primer día me enriqueció con la aclaración psicoanalítica de mis conflictos centrales y, posteriormente, con los lúcidos comentarios sobre Sartre, Freud, Heidegger, Husserl y una comprensión más compleja y fecundamente contradictoria, de Marx y Lenin, por ejemplo. Durante esos años iniciales, tuve entonces la oportunidad de dialogar, incluso de forma íntima, con un intelectual que posteriormente ha sido consagrado como uno de los más importantes de Hispanoamérica.

En cuanto a mis amistades en general, por supuesto que he tenido muchos amigos valiosos en mi vida. Me parece de justicia elemental mencionar algunos de ellos, como Mario Arrubla, Jaime Mejía Duque, José García, Cecilia Fonseca de Ibáñez, Jorge Child, Ramón Pérez Mantilla, Andrés Holguín, quien me vinculó a la Universidad de los Andes y luego se convirtió en un crítico muy estimulante de mi poesía; Gretel Wernher, que me confirió la calidad de profesor permanente de la Universidad de los Andes, y de esa manera cambió radicalmente mi vida; Eduardo y Armando Suescún, quienes enriquecieron mis concepciones político-culturales y han estado siempre, en forma noble y leal, apoyándome; Carlos Mario González y Sandra Jaramillo, porque me vincularon íntegramente al mundo de la Corporación Estanislao Zuleta, primeramente, y luego al Centro de Estudios Estanislao Zuleta, los cuales están formados por jóvenes intelectuales prometedores de una nueva cultura, que me han permitido actuar en ese proyecto activamente, como es patente en la edición de mi novela La búsqueda insaciable.

Podría extenderme mucho más en ese tema, pero baste decir que las amigas y los amigos que hice en Alemania fueron decisivos en esos años en los que estudié en la República Democrática Alemana, como el pintor Günther Richter, la dramaturga Katrin Lange, la líder de izquierda Elke Zwinge, Christa Kleeiber de Gómez, mi ex esposa, y la pintora Magda Richter. Asimismo, quedan varios amigos entrañables que no quiero dejar de mencionar, como Omar Ardila, Pedro Alejo Gómez, Josefina Garros, Enrique Santos Molano, Carlos Patiño, J. Mario Murillo, Diego Arango, Helena Uribe, Hernando Rodríguez, Magil, Ricardo Camacho, Betty Osorio, Germán Castañeda, Mario Lamo, Luis Carlos Muñoz, Carlos Castillo, Enrique Rico, Briseida Sánchez, Leonel Rebellón, Antonio Becerra, Santiago Cerna, Lilia Sanabria y otros, a quienes debo permanente estímulo y solidaridad.

Omar Ardila
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