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Magaly Quiñones:
“Hoy vivo en la poesía y para la poesía”

domingo 23 de mayo de 2021
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Magaly Quiñones
Magaly Quiñones: “La flora, la fauna, el paisaje, la raza y las costumbres antillanas están presentes en mi obra de manera preponderante”.

Magaly Quiñones (Ponce, Puerto Rico, 1945) es escritora, editora, artista, una poeta integral. Fue bibliotecaria en la Universidad de Puerto Rico, de la que es egresada del Bachillerato en Literatura Inglesa y de la Maestría en Literatura Comparada y Lenguas Extranjeras de la Universidad de Puerto Rico (B.A.-M.A.). Forma parte del Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas y ha sido una destacada gestora y representante de las letras puertorriqueñas en congresos y festivales internacionales. Escribe e investiga desde la poesía, el cuento y el arte gráfico, entre otros géneros, siendo parte de su trabajo creativo premiado por la Editorial Mairena, el PEN Club de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Tiene una amplia producción literaria, de la que destacan varios de sus libros publicados: Entre mi voz y el tiempo, 1969; Era que el mundo era, 1974; Zumbayllu, 1976; Cantándole a la noche misma, 1978; Cosas de poetas, cosas nuestras (cartas literarias), 1977; En la pequeña antilla, 1982; Nombrar, 1985; Razón de lucha, 1989; Sueños de papel, 1996; Patio de fondo, 2003; Mi mundo, 2003, Poemas para los pequeños, 2006; Quiero una noche azul, 2007; Pasión y libertad, 2008, y Nana al niño Jesús, 2008. Magaly ha respondido a mis preguntas, y todas sus respuestas son para compartirlas con ustedes.

El poemario En la pequeña antilla, cargado de un tono pesimista y melancólico, aborda diversos temas que posteriormente he retomado en otros libros con mayor seguridad.

—Hace algún tiempo publicó usted En la pequeña antilla (Ediciones Mairena, 1982). ¿De qué trató en dicho poemario? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarlo e ilustrarlo?

—La publicación de En la pequeña antilla fue precedida por tres poemarios, un epistolario (Cosas de poetas, cosas nuestras, 1977) y cientos de poemas de mi autoría que vieron la luz en revistas locales y extranjeras. Este fue un proyecto ambicioso y gratificante porque, además de escribirlo, lo ilustré con mis propios dibujos y grabados gracias a la técnica aprendida en el Departamento de Arte de la Universidad (UPR) y al respaldo de amigos pintores como Antonio Martorell y Rafael Trelles. El poemario, cargado de un tono pesimista y melancólico, aborda diversos temas que posteriormente he retomado en otros libros con mayor seguridad y un espíritu de lucha que no se evidencia en este. El libro está cargado con denuncias pero expresadas en forma de lamentos. Léase: “Lamentos de una negra esclava”, “Lamentos de un poeta pobre”, “Lamentos de un niño de hoy”… Y termina con una declaración angustiosa y pesimista: “Y yo, Magalia, en fuerza preguntando, comulgué a picotazos con mis senos. Yo, la antillana de la tierra pobre, emigrante en mi patio de cangrejos, me fui a vivir sin patria y sin bandera, con la raza pegada a mi esqueleto. Sin duda todo está muy mal, sin duda, no me conformo con ser pasajero”. El tema del exilio está presente, la queja y la inconformidad están presentes, pero mi yo poeta no ofrece soluciones ni estrategias de lucha como sí ocurre en poemarios posteriores. Y es muy evidente en mi libro titulado Poemas de pasión y libertad, de 2008.

—¿Qué relación tiene su trabajo creativo previo a En la pequeña antilla y su trabajo creativo-poético previo y posterior? ¿Cómo lo hilvana con su experiencia de puertorriqueña-caribeña y su memoria personal con lo caribeño dentro de Puerto Rico y el Caribe?

—Como indiqué, En la pequeña antilla fue precedido por varios libros y un epistolario literario que compila un manojo de cartas cursadas por autores y lectores de mi obra provenientes de diversos países, que se expresan y analizan mi obra poética de una forma positiva y edificante. Mi experiencia personal previa a la publicación de este libro incluye unos ocho años vividos en el exilio, en Estados Unidos, y múltiples viajes a diversos puntos de Latinoamérica donde sufrí prejuicios negativos por causa de mi origen caribeño, así como apoyo y encomio proveniente de mis pares. Todo esto sentó bases para el desarrollo de mi trabajo creativo posterior.

—Si compara su crecimiento y madurez como persona, poeta, artista, editora y escritora con su época actual en Puerto Rico, ¿qué diferencias observa usted en su trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado su obra? ¿Cómo ha madurado usted?

—Definitivamente he madurado y mi óptica creativa se ha expandido por lo aprendido en múltiples viajes, en congresos y ferias de libros y en mi empleo en la universidad en el área editorial, en el Instituto de Estudios del Caribe donde dirigí la revista Caribbean Studies por varios años, y en el área cultural, ya que fungí como supervisora de la Oficina de Actividades Culturales. Mi obra ha experimentado grandes cambios porque ha aumentado mi poder de síntesis verbal y mi verso fluye con mayor fuerza y naturalidad. Mi trabajo con la literatura infantil también ha evolucionado porque visito con frecuencia escuelas y hospitales para leerles mi obra a los niños. Ahora, no sólo escribo poesía para ellos, también he comenzado y publicado historias en prosa y tengo casi terminado un cuaderno de cuentos infantiles.

—¿Cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico? ¿Cómo ha integrado su trabajo creativo a su quehacer poético, artístico y sus “cosas de poetas”?

—Mi trabajo creativo creció a niveles independientes pero, de igual modo, fue compartido con escritores de mi generación. Durante mis años de estudios universitarios conocí y compartí, en reuniones en los predios del campus, con miembros del Grupo Guajana y otros escritores de esa época. Compartía mis poemas nuevos con Vicente Rodríguez, Ángela María Dávila, Wenceslao Serra Deliz, Marina Arzola, Andrés Castro Ríos y Antonio Cabán Vale, entre otros. Ya egresada de la universidad colaboré con un proyecto que inició la actriz Iris Martínez bajo el titulo “Poesía en el Tapia”, en 1992. Y también participé en un proyecto titulado “Aprende conmigo” auspiciado por la Biblioteca Carnegie. Además, dicté un taller de poesía con el auspicio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y en 1990 ocupé un cargo en la junta directiva del PEN Club de Puerto Rico. Todas estas experiencias propiciaron un compartir fructífero con poetas locales e internacionales, así como la difusión de mi obra poética por diversos medios de comunicación. Mi trabajo creativo en las artes gráficas surgió en un curso de grabados que tomé en la Universidad de Puerto Rico bajo la tutela de la profesora Susana Herrero. Allí conocí y compartí con dos artistas de renombre como son Rafael Trelles y Oscar Mestey, lo que me ha sido útil en múltiples formas. Primeramente, me ha permitido ilustrar algunos de mis libros y los de algunos poetas amigos. Además, aprendí a mirar hacia adentro y hacia afuera, al afinar mi ojo de artista. Hoy vivo en la poesía y para la poesía, con la mente, el corazón y la voluntad a su servicio. Mi entrega a este oficio ha ido paulatinamente convirtiéndome en una poeta integral.

Mi formación académica y mis múltiples viajes y acercamientos a diversas culturas y a la literatura universal me han hecho sentirme como ciudadana del mundo.

—Ha logrado mantener una línea de creación enfocada en la poesía de protesta frente a la injusticia social en Puerto Rico. ¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de sus pares?

—Mi poesía de protesta fluye en varios frentes, léase: la injusticia social, el acoso y abuso contra la mujer, la guerra entre los pueblos, la contaminación del ambiente causada por ejercicios militares indebidos, pesticidas que contaminan nuestras tierras y el planeta en general, etc. Tanto mi poesía como mi prosa, que aborda estos temas, ha sido bien recibida y celebrada no sólo en Puerto Rico sino también a nivel internacional, ya que estos son males sociales que, desafortunadamente, abundan en muchos países.

—Sé que usted es de Ponce, Puerto Rico. ¿Se considera una escritora puertorriqueña o no? O, más bien, una escritora, sea ésta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente usted?

—Nací en Ponce, Puerto Rico, pero contando apenas con cuatro años de edad mis padres se mudaron a San Juan, donde me crie y donde aún resido. Me considero una escritora puertorriqueña porque mis raíces han sido relevantes en mi producción, pero mi formación académica y mis múltiples viajes y acercamientos a diversas culturas y a la literatura universal me han hecho sentirme como ciudadana del mundo. Al presente soy parte del Registro Creativo de la Asociación Canadiense de Hispanistas y, gracias a las múltiples visitas, en calidad de delegada de Puerto Rico, a conferencias y congresos en diversos países latinoamericanos, mantengo relación y lazos de afecto con escritores y artistas de esos pueblos. Al escritor puertorriqueño José Luis González lo conocí en mi juventud en actividades culturales y luego compartí con él extensamente en Ciudad de México en la década de 1960. Una vez que completé mi bachillerato en la Universidad de Puerto Rico y decidí iniciar mis estudios para obtener un grado de maestría, viajé y residí varios meses en México porque mi intención era completar mis estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde González era profesor durante esa época. Tan pronto le comuniqué mis intenciones me ofreció su ayuda y cooperación al máximo. Desafortunadamente, estalló una huelga estudiantil, eso mantuvo cerrada la universidad durante varios meses y me vi forzada a regresar a Puerto Rico para retomar mis estudios. Puedo dar fe de que José Luis era un puertorriqueño cabal; debido a su ideología política sufrió persecución por parte del gobierno insular y federal, y por años se le prohibió la entrada a Puerto Rico desde México, donde laboraba. Pero comprobé que amaba y defendía sus raíces puertorriqueñas y también defendió y cultivó la identidad del país que lo acogió con los brazos abiertos y que le dio sustento laboral y reconocimiento a su labor literaria.

—¿Cómo integra su identidad étnica y de género y su ideología política con o en su trabajo creativo y su formación en Puerto Rico?

—La composición étnica de Puerto Rico, isla donde nací y crecí, ha sido una temática importante en mi creación literaria. El tener, por vía paterna y materna, herencia de las tres razas: indígena, española y africana, me hizo cobrar conciencia de los genes y las costumbres que conforman mi yo físico y cultural, y eso me ha llevado a abordar el tema de la raza en distintas formas. Además, por el hecho de ser mujer y puertorriqueña me he convertido, en ocasiones, en blanco del prejuicio racial y acoso sexual en Puerto Rico y en Estados Unidos, donde viví y trabajé durante ocho años, entre Nueva York, Washington y Massachusetts. Mi ideología política se formó en mi primera infancia y continuó fortaleciéndose en mi juventud porque nací y crecí en un ambiente de persecución. En su juventud, mi padre fue cadete de la república, bajo la tutela de don Pedro Albizu Campos, y cayó herido en la Masacre de Ponce en 1937, cuando aún yo no había nacido. A pesar de que sólo sufrió prisión por unos días, la persecución se prolongó durante años y yo sufrí, en parte, las consecuencias de la misma. Eso caló hondo en mi psiquis y se trasluce en mi trabajo creativo. Sin duda la flora, la fauna, el paisaje, la raza y las costumbres antillanas están presentes en mi obra de manera preponderante.

—¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida como estudiante antes y después de su paso por la Universidad de Puerto Rico? ¿Cómo integra usted esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritora en Puerto Rico hoy?

—Mi paso por la Universidad de Puerto Rico, donde obtuve un grado de Maestría en Artes con especialidad en Literatura comparada y Lenguas extranjeras, trajo cambios y experiencias inesperadas a mi vida y a mi labor creativa. En 1973, gracias a una beca institucional, viajé a Francia junto a compañeros estudiantes y bajo la tutela del profesor Esteban Tollinchi, quien nos sirvió de guía para complementar estudios sobre la vida y obra del novelista Marcel Proust. Gracias a mi conocimiento del francés esta experiencia fue enriquecedora a niveles intelectuales y vivenciales. Además, tuve la suerte de poder contar con maestros de la talla de Piri Fernández de Lewis, Nilita Vientos Gastón y Carla Torretti, entre otros. Todos ellos superaron mis expectativas y me abrieron las puertas al conocimiento intelectual universal, tan necesario para mi labor literaria. En sus clases conocí personalmente a escritores como Eduardo Galeano, Ernesto Cardenal, Mario Vargas Llosa y José María Bulnes que, en su paso por la isla, dictaron charlas educativas en el recinto universitario. Además, una vez que finalicé mis estudios me uní a la fuerza laboral del Recinto como bibliotecaria y, posteriormente, como supervisora de Actividades Culturales, experiencia que propició mi interacción con artistas locales e internacionales que nutrieron mi experiencia vital y, por ende, mi trabajo creativo hasta el día de hoy.

Me complace el hecho de que mi poesía para niños ha motivado a algunos compositores para musicalizarla.

—¿Qué diferencia observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo y a la temática poética del mismo? ¿Cómo ha variado?

—Mi primer libro data de 1969; hoy, cincuenta años después, cuento con diecisiete publicaciones en forma de libro y cientos de publicaciones en forma de revistas, videos, poemas en posters, índices y antologías. La recepción del público al transcurrir estas cinco décadas ha ido en ascenso de forma asombrosa y altamente gratificante. Sé que en la actualidad mi obra cuenta con lectores asiduos en múltiples países del mundo. Sé que, en los últimos meses, esa amplia difusión ha movido a diversos grupos, aquí y afuera, a considerar mi trabajo poético como posible candidato a la nominación de un Premio Nobel de Literatura. Esta sugerencia, que al momento está en estado incipiente pero avanza a paso firme y seguro, me enorgullece y me complace porque, de lograrse durante el próximo año, haría girar los ojos del mundo sobre nuestra isla caribeña y, sin duda, sería de gran beneficio para nosotros. En cuanto a la temática poética de mi labor creativa, creo que sigue siendo la misma desde mis comienzos, con algunas variantes. Mi palabra se desplaza en dos vertientes: la amorosa y la social. En los últimos tiempos, gracias al deterioro ascendente en la naturaleza del planeta, he abundado en el tema ecológico y, a partir de 2003, fecha en que publiqué mi primer libro para la niñez, se ha crecido y fortalecido este renglón en mi tarea literaria. Me complace el hecho de que mi poesía para niños ha motivado a algunos compositores para musicalizarla y, como creo en la unión de las artes, eso fortalece mi producto final y abre caminos nuevos a mi palabra poética.

—¿Qué otros proyectos creativos tiene usted pendientes?

—En este encierro involuntario los proyectos se crecen. Comencé el año entregando a una editorial local emergente un poemario para niños que aborda temas pertinentes a la naturaleza y al uso correcto del lenguaje. Desafortunadamente la condición vivencial actual ha detenido su publicación. También he dedicado mi tiempo a la pintura en acrílico y a la fotografía artística, ya que tengo otros cuadernos inéditos, entre ellos uno sobre recuentos de viajes y otros para niños y para adultos. También tengo en mente buscar quien musicalice algunos de mis poemas inéditos y, como tengo el don de cantar y formé parte de un trío en mis años universitarios, cantarlos y concretar una grabación de los mismos. Además, he compilado una serie de poemas acrósticos que he escrito durante los últimos años y una serie de poemas dedicados al niño Jesús que nunca han visto la luz. En estos días en que se han hecho obligatorias las clases virtuales, diversas editoriales me han cursado peticiones para suplir las necesidades de los niños con mi poesía, y me complace haber podido cumplir con esta encomienda tan necesaria y pertinente al momento que vivimos. Como el futuro es incierto desconozco si en algún momento mi trabajo inédito pueda ser publicado, pero no pierdo la esperanza de que así sea para que, en el futuro, se convierta en material accesible y útil a la humanidad.

Wilkins Román Samot

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