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Eugenio García Cuevas:
“La vida está llena de discontinuidades, cierres y aperturas en todo lo que hacemos”

domingo 24 de abril de 2022
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Eugenio García Cuevas
Eugenio García Cuevas: “No todo lo que a uno se le ocurre y escribe tiene que ser publicado en un medio formal”.

Eugenio García Cuevas (La Vega, República Dominicana, 1961) es escritor (de prosa y verso), docente e investigador en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón. Se doctoró en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (Ph.D., Estudios Hispánicos). En 2020 fue jurado de Casa de las Américas, Cuba. Su producción literaria y periodística ha merecido las siguientes distinciones: Premio Nacional de Ensayo Literario Pedro Henríquez Ureña (República Dominicana, 1996 y 2010), mención de honor en el premio de ensayo del PEN Club de Puerto Rico (2001 y 2006), segundo lugar en el premio de ensayo del PEN Club de Puerto Rico (2005), Premio Nacional de Periodismo Bolívar Pagán (Instituto de Literatura Puertorriqueña, 1999 y 2002), Premio Eddie López a la Excelencia Periodística (Overseas Press Club de Puerto Rico, 2001), Premio Nacional de Periodismo del PEN Club de Puerto Rico (2000) y placa de reconocimiento por la Sociedad Puertorriqueña de Filosofía (2001). Es autor y antólogo de Juntura de escritura (antología; Editora Nacional, 2015), Cuentos y poemas (Editorial Los Libros Más Pequeños del Mundo, Lima, Perú, 2015), Zonas turbias (Ediciones Artrópodos, 2012), Poesía dominicana del siglo XX en los contextos internacionales (Editora Nacional, 2011), Sujetos y predicados (El hijo de la mujer y diez cuentos más) (Isla Negra Editores, Puerto Rico, 2008), Descendientes del sonido (Isla Negra, 2007), Lengua en tiempo (saberes buenos, malos y feos) (Isla Negra, 2008), A quemarropa (Nacionalismo, intelectuales, ética y academia) (Publicaciones Puertorriqueñas, 2005), La palabra sin territorio (hablar en la postguerra fría) (Editorial Alfaguara, 2004), Mirada en tránsito (dominicanos, haitianos, puertorriqueños y otras situaciones en primera persona) (Isla Negra, 1999), Estaciones encontradas (Isla Negra, 2000), Literatura y sociedad en los años setenta (Diálogo con Andrés L. Mateo) (Editorial Trinitaria, 1998) y Juan Bosch: novela, historia y sociedad (Isla Negra, 1995). García Cuevas me ha dado respuesta a unas preguntas que me enorgullece nos haya contestado. Son todas para ser compartidas con vosotros.

 


 

Hace algún tiempo publicó Poesía moderna dominicana del siglo XX y los contextos internacionales (estudio sobre La Poesía Sorprendida) (2011). En una tesis doctoral defendida en la Universidad Complutense de Madrid durante 2019, se le cita como precedente bibliográfico y autoridad en el tema. Igual, en 2019, en otra tesis doctoral defendida en dicha universidad, se cita otro trabajo de investigación suyo, aquel titulado Juan Bosch: novela, historia y sociedad (1995). Por ambos trabajos de investigación, recibió en su debido momento el Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña (1996 y 2011), conferido en su país y de origen nacional. ¿De qué tratan ambos trabajos? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarles?

En principio el trabajo sobre Juan Bosch fue para obtener el grado de maestría y el de La Poesía Sorprendida para el doctorado en el Departamento de Estudios Hispánicos en la UPR de Río Piedras. Luego de una revisión ambas investigaciones fueron convertidas en ensayos más libres, aunque manteniendo siempre los ritmos de sentidos inmanentes que los orientaron en sus génesis. Como tú sabes, el trabajo de naturaleza académica exige una estructura muy estricta porque se ciñe a una lógica de tesis que tiende a desembocar en un tratado extenso o exiguo muy limitante que puede resultar algo redundante similar al estilo del lenguaje jurídico. Ello porque se tiene que demostrar algo, pero sin desechar las aportaciones que han hecho otros colegas que se suponen autoridades en la materia, tanto en plano metodológico como en la erudición. Ellos te hacen un juicio y te validan como un par más. Yo por lo menos me formé en una escuela de énfasis filológico donde se trabajaba artesanalmente con index card.

Quien más me marcó fue el estructuralismo genético de Goldmann por su concepto de visión de mundo.

Las tesis de grado son escritos que primeramente conciben como receptores inmediatos a un jurado y posteriormente a otros investigadores. Tienes que demostrar que eres capaz de seguir un método, apoyarte en unas teorías, plantearte una hipótesis, manejar fuentes primarias y secundarias y producir, como aportación, nuevos saberes. Aunque una tesis se escribe en prosa expositiva y argumentativa, a menos que sea para un grado en literatura creativa, ésta no es automáticamente un ensayo de alcances más creativos del género, si es que todavía podemos seguir usando esa categoría de la preceptiva literaria. De manera, Wilkins, que, aunque en esencia mantienen los sentidos iniciales, ambas tesis fueron modificadas para ser publicadas en formato de libros-ensayos y que llegaran a más lectores.

Tuve la suerte de que en 2005, y ya en formato de libro más divulgativo y acoplado a lenguaje menos técnico, la investigación sobre Juan Bosch recibió el Premio Nacional de Ensayo Literario Pedro Henríquez Ureña y el de La Poesía Sorprendida, el mismo premio en 2010. En ambas investigaciones contraje deudas de agradecimiento con dos de mis maestros: la doctora Edith Faría, el doctor Eduardo Forastieri, más con el profesor y amigo Iván Salvá Méndez, quien anterior a mí había hecho una tesis de maestría sobre la obra cuentística de Juan Bosch también en Estudios Hispánicos de UPR, Río Piedras. Sin la orientación de ellos ninguno de estos trabajos habría sido posible. Son tres colegas y amigos de los que aprendí mucho del campo literario y de la crítica literaria académica.

El libro Novela, historia y sociedad, sobre Juan Bosch, fue un trabajo muy ambicioso. En las clases con el doctor Federico Acevedo y el profesor José Juan Beauchamp yo había quedado hechizado con las teorías sociológicas de la literatura de herencia marxista, preconizadas por Georges Lukács y Lucien Goldmann y Mijaíl Bajtín, entre otros. Quien más me marcó fue el estructuralismo genético de Goldmann por su concepto de visión de mundo, paradigma conceptual que le daba sentido a una obra literaria válida como lo era la de Bosch. La visión de mundo se traducía en una estructura mental, no necesariamente vista ésta como ideología. De modo que lo que me propuse fue encontrar la visión de mundo que le daba coherencia a la obra total de Juan Bosch, pero tomando como punto de partida su primera novela, La mañosa, novela de las revoluciones, de 1936. Además de lo ideológico y lo extraliterario este trabajo incluyó valoraciones narratológicas.

Ese proyecto tan pretencioso supuso estudiar toda la obra de Bosch hasta dar con esa visión de mundo, es decir la génesis de su pensamiento que lo llevaría posteriormente —a raíz de su exilio en Puerto Rico en 1938— a incursionar en la política directa subordinada a la aspiración de la construcción de un mundo democrático con los sectores más arrinconados, incluyendo a campesinos, pequeña burguesía y clase trabajadora, entre otros estamentos. Fue un libro que tuvo muy buena recepción y desde donde partieron otros investigadores y ensayistas en trabajos posteriores. Ello porque se exponía y argumentaba una visión transformadora, liberadora y moderna de la República Dominicana y el Caribe. No se debe olvidar que Juan Bosch fue el fundador de los partidos políticos más determinantes del país en el siglo XX, es decir el Partido Revolucionario Dominicano (PRD, entre 1939 y 1941) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD, 1973), de donde derivan otras agrupaciones.

El libro sobre La Poesía Sorprendida, en cambio, se desplazó hacia el estudio del movimiento poético más paradigmático de la moderna poesía dominicana del siglo XX en el contexto de las vanguardias y las posvanguardias europeas, latinoamericanas y caribeñas. Menos inclinado a lo ideológico y lo extraliterario y más centrado en la estética y las poéticas dominicanas, el trabajo tiene mucho de historiografía literaria, vista en el marco de las letras hispánicas.

Entre otros aspectos, el libro hace un balance del advenimiento de las vanguardias intercontinentales y su impacto al interior de la tradición poética dominicana. Reconstruye, además, las polémicas de los poetas sorprendidos en contraste con el movimiento postumista de Domingo Moreno Jiménez, uno de los grandes poetas dominicanos del devenir poético de todos los tiempos. Es un trabajo diacrónico y sincrónico a la vez que pone en traza crítica los programas de ambos movimientos. Se demuestra, a través de fuentes primarias contenidas en la colección completa de la revista de los sorprendidos, su inserción en el posvanguardismo y su vocación universalista en discordancia con la inclinación del postumismo hacia el localismo.

Los sorprendidos establecen vínculos con el surrealismo, el purismo poético, el simbolismo y el existencialismo.

Una de las aportaciones de este libro, a mi juicio, es el hecho de que cuando se consultan los manuales y libros sobre las vanguardias y posvanguardias hispánicas a nivel historiográfico y crítico apenas se hace mención de La Poesía Sorprendida, exclusión que me pareció un descuido u olvido de un movimiento tan importante en historia de la poesía hispánica. En ánimo de contribuir a sanar esa deficiencia, mi libro establece las conexiones de los sorprendidos con el auge del ambiente revisteril que proliferó a partir de finales de los años 30 en las letras hispánicas hasta finales de los 40, es decir al interior del estado de ánimo colectivo que primó durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial, que es el escenario donde actuaron en sus inicios los poetas sorprendidos para luego seguir afianzando de manera individual una obra de gran solidez estética. Me refiero a poetas como Franklin Mieses Burgos, Aída Cartagena Portalatín, Manuel Rueda, Freddy Gastón Arce y Antonio Fernández Spencer, entre otros.

Otro aspecto que me parece significativo de este libro es que reconstruye el espíritu de internacionalismo de los sorprendidos, cuyo lema fue “Poesía con el hombre universal”. Los sorprendidos establecen vínculos con el surrealismo, el purismo poético, el simbolismo y el existencialismo, movimientos claves de la moderna poesía occidental y de la cual La Poesía Sorprendida formó parte. Esas conexiones se tejieron en La Poesía Sorprendida a través de traducciones de poetas extranjeros (franceses, ingleses e incluso haitianos), introduciendo de esa manera el género de la traducción poética en la República Dominicana. Igualmente, sus relaciones de colaboración con poetas sustanciales de Puerto Rico y Cuba tales como José Lezama Lima y Francisco Matos Paoli, por sólo mencionar algunos. De hecho, tanto Lezama Lima como Matos Paoli fungieron en algunos momentos como miembros de la junta editora de La Poesía Sorprendida, enlazando así la poesía caribeña con el espíritu de renovación de la poesía universal.

 

¿Qué relación tiene su trabajo creativo previo a La Poesía Sorprendida y su trabajo creativo entonces y posterior? ¿Cómo lo hilvana con su experiencia de dominicano-caribeño y su memoria personal de lo caribeño dentro de Puerto Rico, República Dominicana y el Caribe?

La respuesta a esta pregunta implica al menos tres respuestas y la reconstrucción de varias genealogías. Voy a tratar de hilvanarla lo más que pueda a una sola respuesta. Mira, Wilkins, a mí la poesía por donde primero me entró fue por los oídos en la sastrería de Domingo Rodríguez y del maestro cortador Bienvenido Colón, donde entré como aprendiz a los doce años cuando mi padre migró hacia Puerto Rico bien temprano en los 70. La sastrería era un taller artesanal al estilo medieval con todos los rituales y jerarquías propias del oficio donde se escuchaba por la radio una gran variedad de música, declamadores profesionales, novelas y relatos bíblicos, entre otras narrativas noticiosas locales e internacionales. Además de ese arcoíris sonoro, a la sastrería iba otra gran pluralidad de personas que eran portadoras de una oralidad muy diversa y colorida. Los sastres también imitaban canciones populares y hacían cuentos mientras cosían. Los rituales eran poéticos. Por ejemplo, todos tomaban agua, refresco o café del mismo envase de aluminio. Los aprendices éramos los últimos en beber. Terminábamos sorbiendo el fondito, aunque de vez en cuando pagábamos lo que se bebiera. Eso sí, en la sastrería no se tomaba alcohol. Era una ley, y toda ley es una prohibición.

De modo que, más allá de los poemas que se podían leer en la escuela, que a la usanza eran románticos, modernistas y criollistas, yo no tuve contacto con la poesía grafemática en esos años. Con textos narrativos sí, sobre todo pasquines, novelas criollas y del boom latinoamericano que se alquilaban por días en un puesto de libros y pasquines que quedaba cerca de la sastrería. En mi casa no había libros y en el barrio no había bibliotecas. Yo vine a conocer a los poetas de La Poesía Sorprendida, del postumismo y a los independientes del 40 ya a finales de los 70, que fue cuando mi padre me trajo a vivir a Puerto Rico. Aquí los seguí leyendo junto a poetas latinoamericanos, españoles y franceses e ingleses traducidos.

Mis primeros ejercicios o garabatos con la escritura fueron silvestres, espontáneos y miméticos, vasallos únicamente de la inspiración y muy alejados de una artesanía lingüística. Por suerte jamás me dejé llevar por el impulso de verlos publicados, aunque de haberlo intentado no creo que nadie se atreviera a ponerlos a circular. Para esos años no existía Facebook… Mi primer poema lo publiqué aquí en Puerto Rico en una revista llamada La Torre del Viejo, creo que entre 1983 y 1985, que dirigía Pedro Juan Rúa en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Era un poema de corte romántico, al modo del poeta puertorriqueño Santiago Vidarte, que trataba sobre un viaje en yola por el mar Caribe… Eran los años de los trágicos naufragios en el Canal de la Mona. Aunque yo vine en avión y de manera legal a Puerto Rico, anímicamente me afectaban bastante aquellas imágenes exhibidas en los medios noticiosos de los ahogados en ese cruel Canal de la Mona que se tragaba y vomitaba crudamente a tantos seres humanos. De manera que, aunque ya había tenido contacto por mi cuenta con los sorprendidos y algunos de sus poemas me habían estremecido, su lengua poética sofisticada y depurada no me tocaba porque para mí la poesía estaba más cerca de lo concreto-directo que de lo simbólico. En fin, que fue cuando tuve más experiencia como lector que vine a descubrir los valores de la poética de los sorprendidos, sus aportaciones y trascendencia para la poesía dominicana y caribeña. Uso la etiqueta caribeña con mucho recelo porque no me atrae mucho esa etiqueta ya demasiado trinchada y manoseada en el mercado cultural.

 

Empecé como maestro de escuela secundaria en el Departamento de Educación de Puerto Rico.

Si compara su crecimiento y madurez como persona, periodista, hispanista, docente, investigador y escritor con su época actual en Puerto Rico, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado su obra? ¿Cómo ha madurado usted?

Entiendo el concepto de crecimiento y madurez como un proceso de transformación que supone llegar a un cierto dominio y eficacia de un vivir-hacer. Por ser la vida movimiento y desarrollo continuo ha de esperarse que un sujeto alcance dialéctica y gradualmente niveles superiores de rendimiento, por usar un concepto del filósofo Byung Chul Han —en la rueda del tiempo—, al de otros inicios. Claro que hay regresiones y estancamientos. La vida está llena de discontinuidades, cierres y aperturas en todo lo que hacemos. La edad no garantiza nada. Lo único que garantiza es una oportunidad de superar o afinar estadios anteriores no necesariamente en términos cuantitativos, como sería en el deporte, sino cualitativamente. Si miro hacia atrás, digamos a cuando tenía menos décadas de las que tengo ahora, sin duda alguna que he experimentado transformaciones en el plano personal, profesional, intelectual, ideológico y creativo. En el ámbito pedagógico, por ejemplo, yo empecé como maestro de escuela secundaria en el Departamento de Educación de Puerto Rico y desde hace más de dos décadas me desempeño como profesor universitario en el sistema de la Universidad de Puerto Rico. Ahí hay una cierta madurez profesional porque es un espacio laboral que demanda trabajar los saberes pedagógicos desde estrategias más complejas, problematizadoras y críticas.

En el periodismo igual, aunque varias veces he aclarado que yo no estudié periodismo académicamente y que mi paso circunstancial por él se redujo a la escena cultural sólo por algunos años. Yo empecé como corrector nocturno en El Nuevo Día mientras era maestro de escuela; luego empecé a escribir columnas de opinión en la sección de Perspectivas hasta que fui trasladado a ser editor de cierre de la sección Por Dentro, donde terminé simultáneamente escribiendo sobre literatura y haciendo entrevistas a escritores. Fui despedido de El Nuevo Día en 2002. Luego pasé a ser redactor y editor cultural del periódico Diálogo Universitario cuando se publicaba en soporte físico. Digamos que cuando llego a Diálogo me sentía con más madurez y soltura en el manejo del lenguaje periodístico y me sentía más cercano a mi formación literaria académica porque este medio estaba dirigido a un público mayormente universitario. A pesar de ser un mensuario era un medio más exigente por la recepción que tenía en los centros académicos y profesiones liberales del país, además de que tenía mayor incidencia en los contenidos que se divulgaban. Esto último era mi mayor responsabilidad. Como muestra de evolución ideológica y en aras de fortalecer la cultura dialógica, siempre procuré mantener un balance entre los colaboradores que se afiliaban a las corrientes del llamado pensamiento posmoderno y los que seguían congregados alrededor del nacionalismo cultural y nacionalismo político. En Puerto Rico la cultura del diálogo siempre ha sido muy peliaguda.

Cuando renuncié de Diálogo en 2005 ya le había perdido el gusto al periodismo cultural, los paradigmas de la lectoría habían sido trastocados y me sentía algo fuera de lugar. Entonces decidí fortalecer mis lecturas, completar mi grado doctoral y quedarme solamente como profesor universitario, trabajo que siempre mantuve activo, aunque fuera ofreciendo un solo curso en la UPR. Yo enseñaba literatura española en el Departamento de Estudios Hispánicos en Río Piedras y cursos de Español, Redacción y Humanidades en los recintos de Carolina y Bayamón y en la Escuela de Artes Plásticas de San Juan. Cinco años después, en 2009, gané por convocatoria pública una plaza en la UPR de Bayamón. Ahí me he establecido dando cursos, investigando por mi cuenta libremente —sin ningún apoyo institucional— y escribiendo cuando le robo tiempo al tiempo, aunque publique muy poco. Hoy día no me atrae el periodismo ni la crítica literaria, razón por la cual sólo esporádicamente publico algunos escritos muy coyunturales. No tengo prisa en publicar nada, ello a pesar de que lo que envío a un medio siempre lo publican.

Porque te repito, Wilkins, le perdí el gusto y entusiasmo al periodismo. Creo que he desarrollado —no sé si como indicio de madurez personal— una cierta capacidad de rechazo. Para mí, madurez en la escritura es siempre reducir lo que se escribe. No todo lo que a uno se le ocurre y escribe tiene que ser publicado en un medio formal. Para publicar todo está Facebook. Qué bueno y saludable que exista esa plataforma. Aunque no siempre esté activo, a mí me gusta Facebook como laboratorio y observatorio social… Creo que uno de los mayores desafíos de todo aquel que escribe es desarrollar el valor de rechazar, cuando lo amerita, lo que escribe. Escribir demanda una considerable cuota de energía física y ésta es limitada. La vida también está en muchos otros lugares y hasta en otros no lugares.

 

Mis poemas y cuentos no han sido incluidos en antologías que lleven el membrete generacional ni aquí ni allá.

¿Cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y República Dominicana? ¿Cómo ha integrado su trabajo creativo-investigativo a su quehacer de escritor?

Wilkins, ya sea en Puerto Rico o en República Dominicana, si hacemos historia literaria cronológicamente yo tendría que ser ubicado como ochentista, pero en verdad me asumo como un degenerado. Desde que el alemán Petersen y Ortega y Gasset propusiera en España la trama de las generaciones, ha sido un concepto muy discutido y objetado. Todavía lo sigue siendo. Podríamos hablar mucho del tópico, pero vamos al punto: una de las características de la idea de las generaciones es el interregno de los quince o veinte años que debe asombrillar a un grupo de individuos que conviven en una misma situación epocal y que tienen preocupaciones y ocupaciones frecuentes y comunes. Digamos que alrededor de esos paradigmas históricos (los que sean) surgen afiliaciones que a veces pueden ser de convergencias o disidencias. Algunos grupos y promociones (los que por lo regular tallerean y hacen antologías) terminan siendo hegemónicos ya por aceptación social, la crítica o porque son muy hábiles en la autopromoción y la autopublicidad. Se nuclean. A mí nunca me ha atraído mucho el asunto de las generaciones ni el de las afiliaciones por mi condición de extranjero tanto en Puerto Rico como en República Dominicana, y más que una desventaja lo digiero como una ventaja.

Mis poemas y cuentos, por ejemplo, no han sido incluidos en antologías que lleven el membrete generacional ni aquí ni allá. No obstante, sí figuro en otras antologías de naturaleza general o históricas donde no prevalece el criterio de la edad. Dos de ellas son Antología general de la literatura puertorriqueña del siglo XX (EDUPR), de Mercedes López Baralt, y Nueva poesía dominicana (Isla Negra), de Frank Martínez con notas de Néstor Rodríguez, aunque la nota sobre mí no la elabora él porque no quiso que yo apareciera en la antología… El aparecer en una antología es muchas veces un asunto fortuito. Hay escritores muy buenos que son excluidos muchas veces por ignorancia de los antólogos y otras veces porque privilegian unas estéticas promocionales y grupales sobre otras. La exclusión también puede ser programada por desafecto a un autor. Digo esto último porque ese sentimiento y esa conducta también se generan en el campo literario. Puede darse el caso, además, de escritores que rechazan la invitación de aparecer en una antología por otros motivos. Por ser el gusto personal de los antólogos el que prima, y puede darse el nepotismo, para mí las antologías no siempre son confiables. Antes de valorar a un autor prefiero leer el grueso de su obra o alguno de sus libros completo.

Yo hasta ahora he publicado tres poemarios y un libro de cuentos, entre otros textos dispersos en otros formatos. No significa que sean los únicos libros que haya escrito, aunque lo que cuenta es lo publicado. Si no publicas no existe. Mis libros de ensayos con intenciones estéticas y ejercicios de pensamientos e ideas van en otra dirección; igual mis escritos académicos, formas en las que he publicado seis o siete libros más para un total de doce o trece libros. Creo que hay varios aspectos que quizás hayan contribuido a que mis trabajos de ficción no aparezcan en antologías generacionales. Una es el hecho de mi extranjería tanto en Puerto Rico como en República Dominicana. Los antólogos quizás no han sabido dónde ubicarme geográfica y estéticamente. Eso explica también que sí hay textos míos que han sido incluidos en antologías de la llamada literatura dominicana de la “diáspora”, categoría que he rechazado y con la que tengo problemas conceptuales. Nosotros los que vivimos fuera de la República Dominicana no somos diáspora porque desde 1844 (aun con varias interrupciones republicanas posteriores) al día de hoy tenemos un Estado-territorio-nación legítimo ante el derecho internacional. Podemos entrar y salir voluntariamente del país cuando queramos. Es muy diferente a la condición de exilio político, que sí tiene negada la entrada a su país de origen. El exilio económico no existe porque uno decide libremente si se queda o se larga del país donde nació por azar y vive.

No he sido nucleado alrededor de ningún grupo ni de una cabeza o líder de generación. Déjame contarte esto: yo estudié mi BA en una universidad nocturna alterna porque durante el día tenía que irme a trabajar cuarenta horas a un taller de sastrería. Nunca fui un estudiante universitario típico que es donde en Puerto Rico y República Dominicana suelen nuclearse los que escriben y hacen otras formas de arte… Mientras realizaba estudios conducentes al grado de maestría a mediados de los 80 en la UPR de Río Piedras, yo escuchaba que en el recinto unos estudiantes se reunían en talleres y que publicaban unas revistas literarias, pero nunca participé de ellos porque ni sabía quiénes eran…

Mientras eso sucedía yo tenía que tomar mis cursos graduados e inmediatamente irme a una sastrería de Puerto Nuevo a coser piezas de vestir para sufragar mis gastos básicos, ayudar a mis hermanos menores que vivían en República Dominicana y para pagar el costo de mi matrícula. Agradezco al maestro de sastrería Luis González, que siempre fue flexible para que yo entrara y saliera del taller a tomar mis cursos. Suerte que para esos años todavía las guaguas de la AMA existían y funcionaban. Nunca he tenido privilegios, no los he procurado y no los acepto si entiendo que no tengo los méritos. Yo he vivido y he andado siempre con muchas deficiencias, algunas de las cuales he suplido con el autodidactismo.

 

Hay sonidos naturales y artificiales, malignos y benignos, perceptibles e imperceptibles al oído humano. La ausencia de sonidos es la muerte.

Ha logrado mantener una línea de creación e investigación académica en y desde Puerto Rico. ¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico, República Dominicana y fuera, y la de sus pares?

Mira, Wilkins, yo he sido el peor promotor y divulgador de mis libros. Nunca he solicitado a nadie que me incluya en una antología, ni para que presente un libro mío y mucho menos para que lo reseñe o comente. Me gusta que circulen libremente y que caigan en manos anónimas. Me gusta lo silente. Me siento cómodo ubicándome voluntariamente en ese lugar del autoaislamiento… No obstante, la recepción de mis libros no ha sido desalentadora del todo ni en Puerto Rico ni en República Dominicana, aunque reconozco algunos problemas de recepción por las estrategias críptica-oscuras que facturan principalmente mis poemas. Aun así, he tenido comentarios públicos y privados estimulantes de poetas, críticos y filósofos como Manuel García Cartagena (República Dominicana), José Kozer (Cuba), Alfredo Fressia (Uruguay), Carmen Dolores Hernández (Puerto Rico), Francisco José Ramos (Puerto Rico), Odalís Pérez (República Dominicana), Miguel Ángel Fornerín (República Dominicana), Rafael Acevedo (Puerto Rico), Rubén Soto Rivera (Puerto Rico), Iris Zavala (Puerto Rico-España), Pedro Granados (Perú) y Gilberto Hernández (Puerto Rico), entre otros.

Yo he trabajado el poema largo. Estaciones encontradas, aunque puede leerse en clave epigramática, se compone de dos partes (“La adolescencia recuperada” y “El tiempo herido”) que se mueven hacia el enunciar la celebración del descubrimiento y nombramiento del lenguaje amoroso y erótico en la frontera de la pubertad y la primera juventud. La segunda parte, más lanzada a una cierta visión ecológica, experimenta la caída y la degradación del espacio terrestre que desemboca en desencanto e infelicidad. Descendientes del sonido es otro largo poema tejido a manera de segmentos que asumen el sonido como señal de vida. Todo lo vivo siempre se está moviendo y vibrando. Hay sonidos naturales y artificiales, malignos y benignos, perceptibles e imperceptibles al oído humano. La ausencia de sonidos es la muerte. Zonas turbias es mi largo poema más sombrío e intrincado. Quise que funcionara a manera de un árbol-tronco de donde emanaran ramas, es decir, otros poemas tomando como pie forzado el primer verso del primer poema de los veinticinco versos que se condensan en el primer poema o árbol-tronco. Se trata de una voz exploratoria que se desplaza tras la búsqueda de la génesis del mal en el devenir de las rutas que ha seguido y construido la especie humana en sus aventuras nómadas y luego sedentarias sobre la Tierra.

Son poemas dilatados que no se conciben como orgánicos y sistémicos al modo de la arquitectura experimentadas por Octavio Paz en Piedra de sol (1957) o en Muerte sin fin (1939), de José Gorostiza, o David Huerta en Incurable (1987), que son poemas magnificentes. Los míos son textos más moderados y organizados segmentadamente con sus diversos intersticios y respiros internos, quizás más cercanos a Altazor o a Temblor del cielo (1931), de Vicente Huidobro. Si se leen desde una estrategia (o claves epigramáticas como te dije), que es una lectura posible, de Estaciones encontradas (2000) y Descendientes del sonido (2007) se pueden extraer algunos segmentos del todo y leerse como poemas sueltos y autosuficientes en sus orientaciones, sentidos y significados internos. Otros no, como es el caso de Zonas turbias (2011), porque necesitan del bastón del pasaje que le precede o sucede. Debe leerse en su conjunto para intentar (sin garantía alguna) agarrar su ritmo y sentido boscoso.

Pienso que de ellos Zonas turbias es el más dificultoso y complejo de ellos, razón por la que tal vez (que yo sepa) nunca haya sido comentado por nadie. Los poemas que he publicado hasta ahora sumatoriamente no sobrepasan las ciento cincuenta páginas. En fin, que con pocas excepciones siento que no he sido leído por mis pares generacionales, pero eso no me inquieta y jamás he exigido ser leído. Nadie está obligado a leer nada ni a nadie. Uno es o será leído en el momento en que le corresponda o tal vez nunca. Me conforta saber que no hay un solo libro en la historia de la humanidad que no haya sido leído el menos por un lector, aunque ese lector sea su autor. Eso, porque quien primero lee y relee un libro es quien lo escribe. Lo que sí me puede incomodar es que alguien comente un texto, de quien sea, sin haberlo leído. Después que lea, que cada cual diga lo que le parezca.

 

Sé que es usted de La Vega, República Dominicana. ¿Se considera un escritor dominicano o no? O, más bien, un escritor, sea éste dominicano o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente usted?

La noción de identidad puede abordarse desde varios ángulos. La identidad es uno de los fenómenos humanos más comunes porque todo el mundo asume al menos una, aunque ande con varias inconscientemente. La identidad es una referencia de marca, una muleta o una casa donde todos nos apoyamos y guarecemos. Pueden ser programadas (de ahí los activismos y las militancias) o automáticas y naturales como algo espontáneo, y que los más ortodoxos, incluso, pueden pensar que viene en el ADN. Pensar la identidad o las identidades es poner a sudar el pensamiento al interior de un mundo cada más “desfrontalizado” en materias étnicas y de preferencias, las que sean. Como secuela de los desplazamientos poblacionales hace ya varias décadas que la concepción de patria y Estado-nación, donde converge un arcoíris de identidades, ha sido alterada.

Toda identidad (no importa si de “derecha” o “izquierda”) es conservadora, aunque al interior de ellas siempre germinen y broten individuos y grupos que las desbordan.

Desde que el romántico alemán Herder la trazó como el espíritu de una colectividad alrededor de creencias religiosas, mitos, tradiciones, destino común, prácticas lingüísticas, folclóricas, culinarias, expresiones musicales, literarias y hasta rasgos antropológicos, entre otras pericias, nadie escapa a lo identitario. Lo que sucede es que el Estado como instrumento regulador, y se supone que equilibrista, la comprime jurídica e institucionalmente y los grupos dominantes terminan medrando de ella. La menean muchas veces bajo la casaca del populismo o el elitismo… ¿Qué es por ejemplo la identidad dominicana? No existe, existen identidades dominicanas. Lo mismo aplica a Puerto Rico. No existe una identidad puertorriqueña sino múltiples identidades puertorriqueñas.

Las instituciones educativas y cívicas (superestructuras y aparatos ideológicos del Estado) se encargan de preservarlas y nos educan para mantenerlas vivas en nombre de la identidad nacional. En ese sentido, toda identidad (no importa si de “derecha” o “izquierda”) es conservadora, aunque al interior de ellas siempre germinen y broten individuos y grupos que las desbordan y quebrantan a través de otras prácticas que rebosan las concepciones identitarias que el Estado capitaliza e institucionaliza. La cultura no se puede legislar ni institucionalizar. La responsabilidad del Estado es apoyar las diversas manifestaciones, expresiones y representaciones de un país y garantizar un espacio de convivencia. Eso sí se puede legislar. El Estado no puede ser aduanero de las manifestaciones culturales.

Por tanto, pienso que por haber nacido en República Dominicana y haber vivido casi mis dos primeras décadas de vida en La Vega supongo que tengo una cuota alta de dominicanidad. Mi generación cronológica es hija del ocaso de la hegemonía trujillista y de los doce años de Balaguer. Mi lealtad a la identidad nacional es problemática porque también he vivido al menos cuatro décadas en PR y digamos que también me he asimilado bastante a esta isla y todo lo que acontece en ella también me toca. Aquí me formé profesionalmente, he trabajado y nacieron mis dos hijas y mi hijo, que se consideran puertorriqueños. Uno se abre camino en donde le tocó estar, aunque ese vivir a veces sea al rojo vivo, como dijera el poeta español Blas de Otero. Con relación a si me siento un escritor dominicano o no, te digo que yo no tengo claro lo que es un escritor dominicano o puertorriqueño, aunque sé que existe esa ansiedad por las etiquetas.

 

¿Cómo integra su identidad étnica y de género, y su ideología política con o en su trabajo creativo y su formación en Puerto Rico?

Anteriormente te adelanté que me asumo como dominicano de nacimiento y vivencias históricas directas y también puertorriqueño (con las limitaciones que eso conlleva en una colonia paradójicamente muy recelosa de lo nativo), por convivencia física, espiritual, aprendizajes empíricos y vínculos familiares. Lo histórico de ambos países me es común. No soy ajeno a lo que acontece en ninguno de ellos. A veces me concibo como un doble y otras veces como extranjero en ambas islas… Por herencias ancestrales similares que vienen desde el colonialismo español, ambos países y culturas tienen más colindancias que diferencias, aunque a veces, aun compartiendo la misma lengua, no hablemos el mismo lenguaje… Desde muy joven me he identificado con la autonomía jurídica ante el derecho internacional y la libre determinación de las dos islas y de cualquier otro país del mundo. Igualmente, a favor de la justicia social, de la discriminación por origen étnico-cultural y lingüístico a nivel global y del respeto a las diferencias de género, preferencia sexual y credo religioso, aunque hoy día no sea activista social de ninguna de esas causas ni de ningún partido en ninguna de las islas. Esa identidad con los programas de convivencia social democrática me llevó desde temprana edad en la República Dominicana a militar en contra de la dictadura sutil de los doce años de Joaquín Balaguer y los remanentes de la tiranía de los treinta años de Trujillo.

Por eso, cuando vine a Puerto Rico a finales de los 70 para mí fue algo natural afiliarme a la causa independentista puertorriqueña en agrupaciones marxistas que incluían en sus aspiraciones la independencia de esta otra isla… A los pocos años de vivir aquí ya era miembro del Taller de Formación Política donde estaban los profesores Félix Córdova Iturregui, Rafael Bernabé (hoy senador por Victoria Ciudadana) y Sebastián Cabrel, entre otros. Participé de intensos talleres de lecturas teóricas marxistas leninistas trotskistas y de investigaciones de archivos de la historia del movimiento obrero e independentista en Puerto Rico de los primeros cuarenta años del siglo XX. Simultáneamente participaba de marchas, piquetes y otras manifestaciones de reivindicaciones políticas y sociales que aceleraron mis conocimientos del devenir de la isla y de sus luchas por que se le reconociera la dignidad y la autonomía como nación-Estado autónomo e independiente.

En mis pocos trabajos de ficción publicados, sobre todo poéticos, he tratado de que sus orientaciones de sentido no se religuen ni se anexen explícitamente con los discursos políticos y militantes, aunque a veces es imposible que algo no se filtre y se vea la mosca en el vaso de leche. Yo para hablar de política directa he preferido el ensayo porque me parece un género más adecuado. Por su vitalidad, sentido de inmediatez y flexibilidad, para mí el ensayo es más estirable (como un chicle) que cualquier otra forma de escritura para esos fines. Eso, claro, si uno quiere asumirse concretamente como sujeto cívico activo que pretende ser escuchado y participar en los diálogos públicos, práctica que nadie está obligado a ejercer.

 

No hay una sola forma ni una sola ruta en nada. Hay formas y rutas posibles.

¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritor en Puerto Rico hoy?

En poesía apuesto a deslizarme más hacia el viaje a lo simbólico, alegórico e imaginario que a lo mimético-directo, que es de donde mayormente derivan la poesía conversacional, testimonial, confesional, intimista y privada muy en boga desde los años 60 y en las últimas décadas, y hoy divulgadas como las practicas poéticas dominantes y casi únicas. Respondiendo puntualmente a tu pregunta, te digo que es casi imposible que algunas vivencias-experiencias no se transpiren tácitamente en lo que escribo, aunque no ofrezca claves cartográficas o señales al lector. Una voz poética, a mi manera de ver, no tiene por qué estar supeditada al dato autobiográfico, aunque hay quienes lo hacen magistralmente y eso lo saboreo como lector. Eso, claro, si siento que sus temblores expresivos son auténticos y traspasan las bogas y modelos que se imponen como las únicas formas posibles. Hay muchas modalidades posibles de escribir poesía. También de hacer exégesis y hermenéutica de un poema breve o extenso. A menos que se siga ortodoxamente una escuela, un magisterio o una tradición (y eso puede ser válido y coherente), yo rechazo el modelo poético único; igualmente la pretensión del pensamiento único y la dictadura del partido político único. No hay una sola forma ni una sola ruta en nada. Hay formas y rutas posibles.

Te diría que donde me parece que se hacen más perceptibles mis experiencias de vida concreta, incluso las vicarias, es en mis cuentos y ensayos… Entre nosotros tiende a ser lugar común empadronar o ceñir a quienes escriben al criterio de género literario, eso a pesar de que es un concepto que cada vez despierta más dudas y resulta más problemático por el hibridismo literario cada vez más evidente globalmente. Pienso que eso se debe a que hay un cierto facilismo en empadronar y censar, aunque sólo se lean los títulos. Muy rara vez se concibe la escritura como múltiple y poligráfica. Mi idea de la escritura huye de las tentaciones del reduccionismo. Para mí, si ha de usarse un título (y si es merecido y necesario) es suficiente con el calificativo de escritor o escritora, escribidor o escribidora, redactor o redactora.

A mí se me conoce más por mis publicaciones periodísticas. Eso a pesar de que mi estadía en el piso en la redacción de un medio escrito (El Nuevo Día y Diálogo) fue corta y efímera, y que desde hace ya varios años sólo publico muy ocasionalmente. Hay que tomar en cuenta, me parece, que el periodismo es siempre mucho más público, social y directo. La circulación del libro es más lenta y limitada, y ni decir de las revistas, y más si son académicas. Las tiradas de los libros son más cortas y costosas, e incluso demandan más tiempo para ser leídos, aunque todo lo que tiene que ver con la producción y la circulación de la palabra escrita ha sido revuelto después de la supremacía de los medios digitales.

En mis trabajos de ficción se tocan y se problematizan tramas vinculadas al desplazamiento poblacional (migración y exilio), marginaciones y convivencias (haitianos, puertorriqueños y dominicanos), poder policíaco, maltrato, tremendismo, crueldad, discriminación y lo grotesco, entre otros tópicos y conflictos propios de las convivencias humanas en contextos citadinos y laborales. Algunos de estos asuntos aparecen en algunos textos narrativos de Sujetos y predicados y fragmentos de los libros de poemas ya mencionados. Estas narrativas se escenifican en el imaginario de lo puertorriqueño, lo dominicano y lo haitiano entre otros contextos extraterritoriales.

 

¿Qué diferencia observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo y a la temática de éste? ¿Cómo ha variado?

Como te dije en la pregunta anterior, sin duda alguna mis trabajos periodísticos se conocen más que mis libros de otros registros, algo que es normal porque en los años que empecé a publicar los periódicos tenían mayor alcance y porque yo específicamente sólo me ocupaba de periodismo literario que siempre ha sido una de las partes más frágiles de los medios escritos corporativos, y con mis coloraciones suplí parcialmente un vacío que existía (me refiero a El Nuevo Día) y me hice de una cuota considerable de lectores que seguían mis escritos en la edición dominical.

Fue después de dejar definitivamente el periodismo que publiqué varios libros de ficción y uno que otro de ensayos.

Aunque cuando yo entré de lleno a publicar en El Nuevo Día ya había publicado poesía y ensayos, estos trabajos eran poco conocidos por las deficiencias en las gestiones de autopromoción que ya te señalé. La realidad es que fue a través de mis colaboraciones periodísticas en forma de ensayos reflexivos y críticos, entrevistas y diálogos con escritores y notas culturales que primero se me conoció, además de que tuve la suerte de ser reconocido con varios premios literarios notables auspiciados por el Instituto de Literatura Puertorriqueña, el Overseas Press Club y el PEN Club Internacional, seccional de Puerto Rico, entre otras instituciones culturales. Fue después de dejar definitivamente el periodismo que publiqué varios libros de ficción y uno que otro de ensayos de trabajos ampliados y editados publicados previamente en medios, con la novedad de que se organizaban a modo de unidades y tópicos interconectados que le daban cierta unidad, práctica habitual en el campo literario desde que los modernistas Rubén Darío, José Martí y el filósofo José Ortega y Gasset, entre otros, recopilaban parte de sus escritos publicados en periódicos y revistas para ser divulgados en formato de libros unitarios.

 

¿Qué otros proyectos creativos tiene recientes y pendientes?

Bueno, Wilkins, yo normalmente si hago público lo que estoy escribiendo se me aguan los proyectos o se me retrasan. Debe ser superstición. No obstante, en el último año y medio pandémico he estado muy ocupado con las clases a distancia, que son sanguinarias y aplastantes. Igualmente he estado muy concentrado en atender un problema de salud complicado muy urgente de mi entorno familiar inmediato y trabajando en varios borradores de proyectos que estaban engavetados y desperdigados. Mis próximas publicaciones estarán centradas en el tema del exilio dominicano antitrujillista en el contexto caribeño y de ultramar. Es un asunto en el que he venido trabajando en fuentes de archivos directas desde hace más de una década. Ya tendrás noticias. En otro aparte, he seguido ocupado con mis plantas frutales y de otros tipos. También de las gallinas que tengo en el patio de la casa donde vivo en Río Piedras.

Wilkins Román Samot

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