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Pedro Reina Pérez:
“La cultura es nuestro universo compartido”

domingo 23 de octubre de 2022
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Pedro Reina Pérez
Pedro Reina Pérez: “He procurado plantear mis proyectos como una invitación al diálogo”.

Pedro Reina Pérez (San Juan, Puerto Rico, 1966) es gestor cultural, historiador y periodista. Estudió su licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (NYU, 1988). Obtuvo su Doctorado en Historia de Puerto Rico y el Caribe en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe (Ph.D., 1998). Allí le conocí como mi docente de metodología histórica. Era ya y es docente e investigador en la Universidad de Puerto Rico. Es autor de investigaciones documentales, libros, artículos, entre los que destacan Palés y la rumba de esquina (Banco Popular de Puerto Rico, 2009), Gran historia ilustrada de Puerto Rico 2003-2013 (El Nuevo Día, 2007-2008) e Historias majaderas: diez años de escritura periodística (Bembetea, 2014). Él ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

 


 

Cuando lo conocí, recién publicaba una serie de conversaciones con el doctor Ricardo E. Alegría Gallardo, entonces rector y docente del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. ¿De qué trata La semilla que sembramos: autobiografía del proyecto nacional (2003)? ¿Cómo surgió la oportunidad de entrevistarle?

Ese libro, que está próximo a ser reeditado por la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña, cumple en 2023 veinte años de su publicación original. Recoge las conversaciones que sostuviéramos Ricardo Alegría y yo, de manera deliberada, entre 1999 y 2001. Quise que fuera un recorrido por los aspectos menos conocidos de su vida, procurando abrir pequeñas rendijas desde donde mirar aspectos íntimos, personales. No era tarea fácil porque Alegría era un hombre muy conocido, así como su familia. De algunas cosas, había contado mucho en publicaciones y documentales. Empero, había temas de los que hablaba poco. La oportunidad surgió de conversaciones espontáneas que solíamos tener regularmente por motivos de trabajo. Yo, además de su alumno, trabajaba en la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades (1993-1997) y desde allí, colaboraba con él y con el Museo de las Américas, que empezaba para esa época. De aquellos encuentros se dieron conversaciones iluminadoras, y un día le propuse que me dejara grabarlas, con la intención de publicar un libro. Tras dos años, las edité y publiqué en formato de libro, ganando el Premio Nacional del Ensayo 2003 otorgado por el PEN Club de Puerto Rico.

 

Soy un historiador contemporáneo y por eso las técnicas del periodismo me han servido para examinar el fenómeno actual.

¿Qué relación tiene su trabajo creativo previo a La semilla que sembramos: autobiografía del proyecto nacional y su trabajo creativo entonces y posterior? ¿Cómo lo hilvana con su experiencia de puertorriqueño-caribeño y su memoria personal o no con lo caribeño dentro de Puerto Rico, Estados Unidos, España y el Caribe?

La semilla que sembramos fue mi primer libro y presagió mi trabajo como periodista, además del de historiador. Fue en 2003 que me estrené como columnista en el diario El Nuevo Día y desde allí pude acometer el análisis de temas de actualidad de Puerto Rico y del mundo, que complementaba mi labor como investigador y docente. Soy un historiador contemporáneo y por eso las técnicas del periodismo me han servido para examinar el fenómeno actual. La fotografía, las grabaciones de vídeo y audio, y la prensa son fuentes de estudio y análisis pertinentes para quien se aboque a contar la historia contemporánea. Entonces, desde el inicio de mi práctica profesional, me he valido del periodismo para adelantar mis investigaciones y para proponer una conversación con el gran público. Digo esto porque mi objetivo no es sólo académico sino cultural: no hay democracia ni ciudadanía eficaz sin los diálogos que atraviesan, no sólo la historia, sino la sociedad en general. Yo estimo fundamental ese diálogo. Y no me puedo quejar: fui honrado con el Premio Nacional de Periodismo Bolívar Pagán en 2006 y 2015, lo que confirma la interrelación entre historia y periodismo que propuse en mi trabajo.

 

Si compara su crecimiento y madurez como persona, periodista, historiador, gestor cultural y escritor con su época actual en Puerto Rico, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo? ¿Cómo ha madurado su obra? ¿Cómo ha madurado usted?

Acaso el mayor sesgo en mi evolución profesional sea la emergencia del mundo digital y todo lo que éste comporta. Es un verdadero parteaguas tanto en el sentido epistemológico como en el práctico. Esto tiene implicaciones para mi trabajo como docente, como investigador y como comunicador. Sin una comprensión operativa de lo que está en juego, es imposible ser efectivo en ninguno de estos roles. Para algunas cosas, sigo morando en el territorio del papel, pero para muchas otras vivo en el territorio digital plenamente. Soy un ciudadano de la transición porque manejo ambos códigos con relativa eficacia. Por ejemplo, la prevalencia de tantos dispositivos digitales de auxilio a la memoria hace que esta generación memorice menos que las anteriores. La memoria entonces es más corta. Eso quiere decir que recordamos menos porque siempre podemos utilizar las herramientas de búsqueda a nuestro favor. Esto es un desafío claro para la docencia porque debemos enseñar a razonar sin depender de la tecnología y para eso hay que enfatizar en actividades como la lectura, que se ha tornado anticuada. Es paradójico pero la lectura y la escritura, que antes se daban por sentadas, ahora son destrezas especializadas. Quien las domine tendrá una ventaja estratégica para la vida. Esto no era ni remotamente así cuando me inicié en la docencia hace 34 años.

En cuanto a la maduración de mi obra, creo que he procurado plantear mis proyectos como una invitación al diálogo. No importa si fuera un documental, un podcast o un libro, siempre quiero conversar con el público y que de esa conversación salgan otras cosas, otras indagatorias. Soy un intelectual público, un educador que usa la imaginación y la creatividad como una plataforma de despegue. La cultura es nuestro universo compartido.

 

¿Cómo visualiza su trabajo creativo con el de su núcleo generacional de escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico, Estados Unidos y España? ¿Cómo ha integrado su trabajo creativo a su quehacer de escritor?

Mi trabajo siempre procura la colaboración con otros creadores. Digamos que tengo una profunda vocación coral. Por eso muchos de mis libros son polifónicos, es decir, en coautoría. Me gusta el juego, la complicidad. Con la profesora Doris Sommer aprendí en la Universidad de Harvard que todos somos artistas. No reconozco una barrera que distinga entre los científicos y los humanistas. Todos dependemos de la imaginación para resolver los problemas más acuciantes, como los artistas. Eso implica estar dispuesto a fracasar y a intentarlo de nuevo. Si algo nos reveló la pandemia es que la ciencia no es omnipotente, al contrario. Es tan imperfecta como cualquier rama del saber y por eso debe asumir el fracaso y la voluntad de ensayar vez tras vez. El arte es una herramienta muy poderosa porque es una forma de pensar que permite el juego, la exploración y la duda.

La historia y la ficción se hacen con las mismas herramientas —las palabras.

Como historiador, me interesa mi disciplina como parte de las artes narrativas y me aboco a practicarla desde esa tesitura. La historia y la ficción se hacen con las mismas herramientas —las palabras—, sólo que la historia reclama tener evidencia para todo lo que afirma. La “verdad” es parte central de su estatuto, apoyada en el carácter de comprobación que la respalda. Pero eso no la exime de tener que seducir y convencer al lector. Para ello, la historia tiene que estar bien escrita, conforme a una cierta estética literaria. Como una buena novela. Mario Vargas Llosa lo resumió muy bien en su ensayo La verdad de las mentiras diciendo: “La verdad de una novela depende de su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia. Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque ‘decir la verdad’ para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y ‘mentir’ ser incapaz de lograr esa superchería”. Lo mismo ocurre con la historiografía, tiene que construir su verdad convenciendo con las palabras, con una escritura persuasiva.

Yo valoro esa dimensión estética de la historiografía porque quiero que mis relatos —escritos o narrados—impacten, convenzan, perduren.

 

Ha logrado mantener una línea de creación en y desde Puerto Rico. ¿Cómo concibe la recepción a su trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de sus pares?

Me interesa Puerto Rico como una nación diaspórica, cuya comunidad desborda la geografía de la isla y se extiende en todas direcciones. Hoy, más puertorriqueños viven fuera de la isla que en ella. Eso es una realidad contundente, y la población de la isla sigue en picada. Por lo tanto, le hablo a esa comunidad extendida que quiere y reclama ser parte de la conversación sin importar dónde se encuentre. Aquí y allá, vinculados. A través del podcast Marullo, que cocreé hace casi cuatro años, he confirmado el interés amplio por la cultura puertorriqueña, ya que la mitad de la audiencia radica en el exterior. Entonces dirijo mi trabajo a conversar con esa gente que está sedienta de oferta cultural.

 

Sé que es usted de San Juan, Puerto Rico. ¿Se considera un escritor puertorriqueño o no? O, más bien, un escritor, sea éste puertorriqueño o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente usted?

Soy un escritor puertorriqueño y, como tal, sujeto de mi tiempo. El colonialismo y la multiculturalidad son parte de mi existencia. Creo que esto es cierto en todo el Caribe insular. Me ubico en San Juan porque allí trabajo, pero también porque me brinda un lente específico para mirar el mundo. Lo que está ocurriendo en Puerto Rico es una catástrofe producto de la corrupción y del capitalismo del desastre, entre otras cosas. El robo sistemático por parte de la clase política y la transferencia de riqueza a los inversionistas de diverso cuño por medio de la ley Promesa son la fuente parcial de esta tragedia. Me toca dejar constancia de mi tiempo a través de lo que creo. Mi testimonio por medio de mi obra es un arma política.

 

¿Cómo integra su identidad étnica y de género, y su ideología política con o en su trabajo creativo y su formación en Puerto Rico y fuera?

Creo que la única manera de hacerlo es con honestidad. Como hombre cisgénero tengo un privilegio que no puedo desconocer, y que me impone un deber ético. Así lo concibo y me inspiro en el entorno. Pese a todas las calamidades que afligen a Puerto Rico, el artista más escuchado y venerado en el planeta hoy es de Vega Baja. Se llama Benito Antonio Martínez Ocasio a.k.a. El Conejo Malo. Desde su trinchera, él ha desafiado muchos estereotipos de raza y género, sin negar sus orígenes. Al contrario. Me inspira observarlo.

 

¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritor en Puerto Rico hoy?

Cultivo mi curiosidad todos los días y la utilizo para crear. El periodismo es un buen vehículo para entender el mundo. Me encanta interrogar el tiempo que me tocó vivir, así sea una fuente de perplejidad o tristeza muchas veces. Trato activamente de no dejarme ganar por el pesimismo y para eso, crear es la mejor medicina. Reconozco la interconexión del planeta y estoy atento a lo que enfrentamos. Lo que pasa en Ucrania o en China repercute en nuestro entorno, y es necesario comprender y articular respuestas. La indiferencia es muy peligrosa.

 

Creo que la gente quiere relatos con los que se pueda identificar, que resalten las contradicciones y las dudas inherentes a la condición humana.

¿Qué diferencia observa, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?

Creo que la gente quiere relatos con los que se pueda identificar, que resalten las contradicciones y las dudas inherentes a la condición humana. Que sirvan para empatizar y para comprender mejor. Esa no suele ser la mirada de la historia tradicional, que prefiere subsanar los vacíos y eliminar las dudas. Esto no ha variado desde que comencé. Persigo interrogar mis objetos de estudio para encontrarles ángulos nuevos, elementos nuevos que los actualicen. Ya lo dijo el gran historiador Fernando Picó, cada generación tiene que investigar y escribir su historia.

 

¿Qué otros proyectos creativos tiene recientes y pendientes?

En agosto se publicará el libro Ciencia con humanidad: entrevistas a la comunidad científica de Puerto Rico en tiempos de pandemia, que recoge un trabajo hecho desde el podcast Marullo, con Silverio Pérez y Ana Teresa Toro. Además de eso, trabajo en un libro coeditado sobre paternidades titulado preliminarmente Quitarse los pantalones, en el que nueve autores abordamos este tema desde diferentes experiencias personales. Confío en que se publique antes de que termine el año. Además, preparo un podcast en serie sobre Puerto Rico y la doctrina de los casos insulares con apoyo de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Deberá difundirse en 2023. Y un par de libros más, en proceso. Poquito a poquito, como dice la canción.

Wilkins Román Samot

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