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Tratados. Diarios, de Rafael Castillo Zapata

miércoles 25 de julio de 2018
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“Tratados. Diarios”, de Rafael Castillo Zapata

El poeta, ensayista y crítico literario Rafael Castillo Zapata (Caracas, 1958) ha emprendido a través de sus diarios, Tratados en este caso, la tarea de sumergir al lector en su manera de concebir el género del testimonio, subestimado por algunos, aportando nociones que contradicen a escritores como Blanchot.

El diario como forma de dejar huella, “una marca que prevalecerá en el mundo”, especialmente en el ámbito literario:

El diario es el único, o el verdadero y auténtico, legado de ciertos escritores. El diario es una de las manifestaciones culturales del impulso natural del hombre a dejar una conmemoración, una estela de su paso por el mundo (pág. 48).

En Tratados. Diarios. I: la tentación de escribir se observa claramente este propósito: exponer una nueva perspectiva del género, como una categoría literaria irremediablemente. Asimismo, el diario como una forma de “exhibición del yo”, un texto donde “encontramos el retrato de las posibilidades realizadas o frustradas de un escritor” (pág. 50).

En sus libros podemos hallar un contenido valioso para todo hacedor, o cualquier lector, que desee obtener información de índole literaria. Castillo Zapata va inculcando conocimientos de este tipo a través de su testimonio. En Tratados hay una vasta acumulación de referencias de diferentes autores, experiencias, detalles de su vida cotidiana, citas, entre otros.

El diario es un cajón de sastre, el depósito de todos los materiales posibles en la obra en proceso de un autor (pág. 67).

Por otra parte, en cuanto al estilo, se podría decir que Castillo posee una prosa fluida, que de manera rápida atrapa, envuelve al interesado y no le permite escapar, algo primordial en toda obra.

Llevar un diario tal vez sea la forma de responder a la demanda de la escritura, a la tentación de escribir (pág. 113).

Resaltante: la escritura como un campo que aplaca los demonios del hacedor, el escritor no escribe sobre la felicidad.

En cuanto a Tratados. Diarios. II: las palabras y los días, tenemos lo siguiente: anécdotas, reflexiones a veces recubiertas con pizcas de ironía y, por supuesto, esbozos de relatos, los trabajos que aspiran a ser elaborados en algún momento. El autor nos cuenta por medio de sus observaciones datos que podrían considerarse significativos para los escritores en ciernes, pinceladas sobre el mundo literario, aspectos como el sectarismo de algunos grupos, por ejemplo; asimismo, hay partes que son relevantes para todo estudiante de Letras, cuyo futuro es, en muchos casos, ser críticos:

La crítica “consuma” la obra: la crítica como la lectura que “consuma”, que permite a la obra alcanzar su “consumación”; la obra no está “consumada” hasta que no es leída y hasta que esa lectura no es escrita (pág. 232).

El crítico como aquel que escribe sobre una obra literaria, que da su valoración al respecto, “no puede olvidar que es un mediador, un catalizador: debe activar un encuentro y desaparecer” (pág. 233).

Entre las planicies de contenido, no puede faltar este tema: el oficio del escritor, evidentemente: “La escritura puede ser la única forma de heroicidad para aquellos que no tienen otra arma defensiva que las palabras” (pág. 185). Resaltante: la escritura como un campo que aplaca los demonios del hacedor, el escritor no escribe sobre la felicidad. Esto se demuestra en lo siguiente:

No escribimos sino para elaborar lo que nos perturba, lo que nos afecta desafortunadamente; la felicidad se agota en su propia plenitud y no necesita decirse (págs. 214-215).

Finalmente, Tratados. Diarios. III: la alienación necesaria. Este libro cuenta con una suculenta información sobre los movimientos vanguardistas. Además, la disertación sobre el diario y el quehacer literario regresan.

El diario como obra. Se va componiendo un libro virtualmente infinito, sobre la marcha de los días, acumulando fragmentos, sin un plan preciso (pág. 3).

Rafael Castillo Zapata, con estos diarios, invita a leer su legado, atrapando a los interesados en su mundo teórico y cotidiano para ver, tal como un voyerista escondido tras las sombras, su vida como escritor, académico. Se exhibe ante el otro, sus estudiantes, lectores empedernidos, colegas, en una jugosa obra.

Es pertinente cerrar este escrito con la siguiente cita:

La exomológesis tiene una evidente potencia catártica, una potencia purificadora que proviene del impulso de hacer escarnio de uno mismo, de lacerarse públicamente reconociendo los propios pecados, la propia culpa, la responsabilidad que tenemos y asumimos en el dolor y el sufrimiento padecido por otros, en parte al menos, en proporcionarnos la oportunidad magnífica de tocar fondo en nuestras propias iniquidades, en nuestras propias oscuridades vergonzosas y reconocerlas de cara a cara a los otros, aunque sea bajo la sombra discreta del diario (pág. 175-176).

Ivanna Zambrano Ayala
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