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Callejón de los gatos: la resistencia desde el silencio

sábado 8 de octubre de 2022
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“Callejón de los gatos”, de Ana María Fuster Lavín
“Callejón de los gatos”, de Ana María Fuster Lavín (Isla Negra, 2022).
A los gatos les sucede sin esfuerzo lo que le sigue faltando al hombre: cruzar la vida sin hacer ruido.
Ernest Hemingway
La justicia es igual a las serpientes. Sólo muerden a los que están descalzos.
Óscar Arnulfo Romero
¿Cómo culpar a la gaviota por volar océanos? ¿Cómo condenar a una serpiente por alimentarse de los huevos anidados que pudieron ser gaviotas? La naturaleza es insobornable.
Ana María Fuster Lavín, Callejón de los gatos

Nuestros felinos más amados son protagonistas —o testigos o, tal vez, acompañantes— silenciosos en esta nueva entrega de la insigne escritora Ana María Fuster Lavín, Callejón de los gatos (Isla Negra Editores, 2022). En esta fantástica travesía sobre los estrechos caminos sórdidos que hay en nuestros ambientes urbanos, los temas de nuestra vida cotidiana, y que son tan recurrentes en nuestras humanas vidas, cobran nuevas dimensiones, y esta vez abordan, además, la legalidad injusta y el patriarcado implacable y violento que marca numerosos sectores sociales. Oscilando entre el género del horror y el gótico urbano que ha mostrado ser la especialidad de la laureada escritora Fuster Lavín, debo confesar que cautivan desde la primera página de esta nueva colección compuesta de diecinueve cuentos urbanos.

La presencia de —y el amor a— los gatos es el hilo conductor de esta nueva recolección. Los temas de la injusticia intrínseca de la legalidad actual son especialmente tratados, dentro de una dimensión de la inequidad existente y de la que nunca se habla en nuestros medios sociales y de comunicación. En homenaje a don Abelardo Díaz Alfaro (1919-1999) —en particular, su cuento “Bagazo”, del libro Terrazo (1947)— en la narración “Bagazo”, podemos apreciar un interesantísimo relato de la vida común y corriente de una magistrada —una descendiente del legendario Domingo en el genial cuento del ilustre cagüeño Díaz Alfaro— que, por ser mujer y negra, ha vivido toda una vida de afrentas y vejaciones, y si añadimos su humilde origen, veremos el contexto en el cual ella logra emitir un fallo libre, sin ataduras ni contemplación alguna. A modo de ver, este tributo a Díaz Alfaro quedó espléndidamente logrado, sobre todo cuando ilustra lo desnaturalizado —por no decir corrompido— que está el proceso judicial en nuestro Puerto Rico. La figura del acusado en este cuento cobra otra dimensión al resultar ser una víctima del sistema, que favorece a los poderosos y muerde —y por supuesto, tritura— a los más pobres y marginados; la jueza, con su veredicto —absolutorio, a mi modo de ver— se libera, libera y nos libera con su determinación, coraje y valentía. Es todo un manifiesto.

La escritora nos hace reminiscencias de personajes que aparecen en obras anteriores suyas, como Alondra, la cineasta de la novela (In)somnio.

Los relatos sobre la serie del hambre (“Los ojos del hambre-Niña 1”, “Las pisadas del hambre-Niña 2”, “La voz en el espejo-Niña 3” y “Los remedios del hambre-Niña 4”) sencillamente son cautivantes por las historias entretejidas unas con otras, en particular sobre una oficial de la policía, sus experiencias extranormales en el ámbito de su trabajo y los prejuicios que confronta. En “El jardín de los desvelos”, vemos cómo los personajes se nos transforman ante nuestros ojos. La escritora nos hace reminiscencias de personajes que aparecen en obras anteriores suyas, como Alondra, la cineasta de la novela (In)somnio (Isla Negra, 2012) que emigra a Nueva York, y con quien Emilio se muda luego de enterarse de la muerte de su novia desaparecida.

En “La maternidad de Jazmín”, por un momento la autora nos recrea la escena de la madre necrótica y momificada de Norman Bates, sentada en su silla mecedora en una de las escenas finales de la genial película de Alfred Hitchcock, Psicosis (Psycho, 1960). La perdición de la madre en El callejón de los gatos fue el odio patológico a los gatos, a quienes destrozaba con frenesí desquiciante; su redención ante los ojos de la narradora fue decidir irse a vivir al callejón de los gatos después de muerta para asegurar su espacio en la memoria de la protagonista. Y, como un toque magistral, lo que considero que es el cuento más hermoso y tierno, lleno de un profundo sentimiento de la llamada tercera edad, es “En el laberinto del olvido”, una historia de amor, entre la nostalgia, la pandemia y la demencia.

No puedo concluir sin manifestar mi gusto particular por “Al otro lado, el silencio (la resistencia)”, donde el acto de rebeldía se manifiesta como pregunta (“…¿y si somos los muertos que aún insistimos estar vivos?”). La escritora trae al cuento una escena de una mujer que, en medio de la crisis causada por los estragos del huracán María, se tiró al fango frente al Tribunal Supremo, noticia que salió relatada en algunos medios durante los días más convulsos durante el desastre que sobrevino al país luego del paso de ese aciago fenómeno ciclónico. En ese cuento, la resistencia se convierte en esperanza desde el silencio.

Los gatos, estos seres silentes, en realidad controlan el tono de toda la travesía a través de los relatos.

Por supuesto, la figura de los gatos está omnipresente en todos los relatos, a modo de la famosa escena de la película de Francis Ford Coppola El Padrino (1972), en la que vemos al Padrino don Vito Corleone dando instrucciones a sus capos mientras acaricia a un simpático gato. Estos seres silentes en realidad controlan el tono de toda la travesía a través de los relatos. Sin apenas hacer ruido, se transforman, acompañan y controlan a todos los personajes de esta genial recolección.

Callejón de los gatos nos muestra la naturaleza humana en todas sus dimensiones: el amor, la querencia, el desamor, la desigualdad, la intolerancia, el desdén por los demás, así como la violencia, sistémica y perenne, producto de un decadente orden patriarcal. Como bien apunta la autora, la naturaleza es insobornable, y como humanos podemos insistir, con nuestro silencio firme, en vivir y sobrevivir, como personas con derecho a existir, sin ser objetos de juicios, prejuicios y antejuicios, característicos de una sociedad cada vez más intolerante y que normaliza la violencia como una cotidianidad más. Auguramos un gran éxito con esta, la más reciente y genial obra narrativa de Ana María Fuster Lavín.

José Luis Ramírez de León
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