
Museo
Pedro López Lara
Poesía
Huerga y Fierro Editores
Madrid (España), 2022
ISBN: 978-84-125745-5-5
123 páginas
Pocas veces se habrá producido una aparición de tanta resonancia literaria como la que ha protagonizado el poeta Pedro López Lara. Nombre inédito hasta el cercano año 2020, cuando gana con Destiempo el Premio Rafael Morales de Poesía, libro que sería publicado en la prestigiosa colección Melibea en 2021, año en el que también se conoce otro destacado poemario suyo, Meandros. Y ya en 2022, el número de libros de versos publicados por López Lara, poemarios excelentes todos ellos, se incrementará con rapidez. Se presentan Dársena y Escombros, obras publicadas en dos editoriales distintas y que han merecido amplios y favorables comentarios críticos. Y llega ahora Museo, poemario que edita Huerga y Fierro, obra ganadora del Premio Ciudad de Alcalá de Poesía 2021. Libro admirablemente editado y que cuenta además con un ameno y elogioso prólogo del ilustre lingüista y académico José Antonio Pascual. Desde luego, no se pueden ofrecer más novedades, ni se podría acreditar una mayor calidad literaria en menos tiempo.
El título de este último y reciente poemario, Museo —título formado por una única palabra, como todos los anteriores del autor—, nos remite a un espacio, el propio libro, donde se muestra una amplia colección de poemas entroncados con reconocidas obras cinematográficas, pictóricas, literarias y, otras, referidas al ámbito mitológico. Constituyendo una poderosa y atractiva exhibición, tanto intelectual como poética, que pone de manifiesto la variada curiosidad, al igual que la extensa y profunda cultura de Pedro López Lara. Poesía, por tanto, la de Museo, de temática culturalista, pero con el intenso trasfondo existenciario propio del autor, lírico a veces, distante e irónico otras, mas siempre lúcido y con ese decir abreviado y preciso de poeta esencial y hondamente humano.
El corpus poemático de Museo está formado por cuatro secciones, donde se tratan de modo independiente cada una de las materias artístico-culturales que componen la temática del libro. La primera de estas secciones es la titulada “Cine”. Y únicamente añadir que el autor es un gran cinéfilo. Bajo el epígrafe se agrupan poemas originados por la visión de películas clásicas, como Nosferatu (1922) y La madre (1926), u otras más próximas en el tiempo, como Sin perdón (1992) o Salvar al soldado Ryan (1998). Y voy a ofrecer alguna muestra de esa poesía. Por ejemplo, el poema “Lluvias de cine”: “Lluvia purificadora, catártica, / contundente de ranas en Magnolia. / Lluvia condenatoria de Blade Runner, / sucio telón en que deliran androides”. O esta otra breve composición, “Mortalidades”: “Cine de los años cuarenta, / cuando el tabaco aún no era mortal: / lo eran sólo el amor, la vida, a veces una bala”.
El autor es —y no podía ser de diferente manera— un asiduo visitante de pinacotecas y entendido degustador del arte pictórico.
La segunda parte del libro se articula alrededor de la “Pintura”, título de la sección. El autor es —y no podía ser de diferente manera— un asiduo visitante de pinacotecas y entendido degustador del arte pictórico. El título del poemario cobra de este modo su exacta dimensión. Y, atrapados en la sutil percepción de los poemas, se encuentran escenarios, personajes, figuras, detalles, lienzos de El Bosco y de los grandes maestros del Barroco español, flamenco, italiano o francés. Una mínima prueba poética, el poema “La Anunciación (G. B. Tiépolo, col. Villahermosa)”: “El ángel portador de buena nueva, / postrado, con sus alas abatidas, / élitros que la luz hace temblar. // Ángel o insecto moribundo, con las fuerzas justas / para arrastrar su extraño encargo hasta el final”.
Pero, además, están también las obras de los innovadores pintores del siglo XX. Entre ellos, Lucio Fontana, Hopper o Picasso. Apréciese este poema sobre el cuadro de Munch “La danza de la vida”: “Una kermesse desesperada y tétrica, / sin otra relación con la vida que no sea / la expresión alucinada, pero ávida aún, / del hombre que en segundo plano, tras el friso frontal, / se aferra a su locura y baila. Baila con ella”.
La tercera sección tiene un título tan austero y esquemático como todos los otros del poemario: “Literatura”. No cabe la confusión. Pedro López Lara, lector apasionado y poseedor de una nutrida biblioteca, conoce bien todos los autores, géneros y movimientos literarios, y los dilucida con maestría, penetrándolos y desvelándolos mediante sus certeros versos. Así, en “No son cosas de niños”, y hablando del supuesto país maravilloso donde va a dar Alicia, escribe: “Era profundo el pozo, pero Alicia supo / descender hasta su fondo y ver / todas las espantosas maravillas / que se habían antes que ella refugiado en él”. Y valga asimismo la inquietante transposición que hace tomando como referencia la ciudadana “Comala” de Juan Rulfo: “El lector lo comprende ya al final, / cuando es tan sólo un habitante más: / nadie sale con vida de Comala”.
Por los poemas de López Lara transitan la Celestina, Hamlet, don Quijote, las voces de Horacio, Pessoa, Sánchez Ferlosio o James Ellroy, entre otros. La diversa gama de personajes, obras y escritores que han ido modelando su sensibilidad de lector y de autor. Sentimiento y percepción que se pone de manifiesto en el poema “Opiniones de un payaso”: “Soy un payaso que colecciona momentos. // No es sólo la definición precisa / de un personaje de novela. / Somos todos nosotros. / Con nuestra clasificación genérica / y nuestra peculiar manía”.
Versos libres, en los que resuena a veces el artificio sonoro de la rima, aunque sin esquemas ni normas prefijadas.
La cuarta y última sección es la titulada “Mitologías”. Denominación referida especialmente a las epopeyas fundacionales de la cultura y de la mitología occidentales, como son el Poema de Gilgamesh, la Ilíada y la Odisea, o la Eneida. Y sin dejar de lado tampoco a los personajes y el Dios de la Biblia. Un epígrafe final donde surgen a veces hermosos poemas que exaltan la nostalgia del héroe en decadencia, cuando las portentosas hazañas ya forman parte del pasado y sólo queda vivir un presente anodino. Sirva de ejemplo el regreso a Ítaca de Ulises descrito en “Vuelta a casa”: “Yo que guardo en el recuerdo los ecos del sonido / de las cóncavas naves, las voces de los dioses, / regreso ahora de otra historia diferente, / poblada de sirenas, de ninfas y de cíclopes, / de inolvidables hechiceras. // Me aproximo a una isla familiar y remota, / que habitan sólo los mortales”.
Y en relación con el tema bíblico, no puedo dejar de reproducir el sugerente cuarteto, titulado “El dios que estuvo”, con el que se cierran la sección y el libro: “Entro en la iglesia. Huele a incienso. / Y, aunque ya no consuele ni procure paz, / ha continuado siendo el olor de la infancia, / el que —se estaba yendo— usaba Dios”.
Poesía sobresaliente, sin ataduras. Versos libres, en los que resuena a veces el artificio sonoro de la rima, aunque sin esquemas ni normas prefijadas, uno más de los recursos estilísticos, junto al impecable dominio del lenguaje, que constituyen el sello de marca del relevante poeta que es Pedro López Lara. Autor del que, sin duda, seguirán llegándonos en breve noticias sobre nuevas actividades y publicaciones. Porque —no lo olvidemos— su brillante carrera literaria no ha hecho más que empezar.
Atentos, pues.
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