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Contra la destrucción
(sobre Últimos días de mis padres, de Mónica Lavín)

sábado 21 de enero de 2023
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“Últimos días de mis padres”, de Mónica Lavín
Últimos días de mis padres, de Mónica Lavín (Planeta, 2022). Disponible en Amazon

Últimos días de mis padres
Mónica Lavín
Novela
Planeta
Ciudad de México, 2022
ISBN: 978-6070787300
256 páginas

La literatura es un acto íntimo, pero también un acto social. Tiene tanto de exhibicionismo como de ocultamiento. Como en cualquier diálogo, hay espacios para la franqueza y la insinuación, para la afirmación contundente, desnuda o para esas sensaciones que apenas se murmuran, que el otro tiene que deducir e interpretar.

En Últimos días de mis padres (Planeta, 2022), la narradora mexicana Mónica Lavín se arriesga a escribir sobre uno de esos temas que se soslayan por sensibles y, paradójicamente, por comunes, que forman parte del entorno familiar, siempre tan difícil de reflejar sin que los seres más queridos se sientan revelados, o heridos, o injustamente minimizados, y lo ha hecho con grandeza, pero también con miedo a olvidar, celosa de ese tiempo “cuando yo aún podía ser hija de alguien” (pág. 11).

En buena medida ejercicio de autoexamen, de reconocimiento, entiende que además de huérfana es también heredera, y que las memorias que puede retener, esos instantes que tanto tienen, infortunadamente, de premonitorios, son formas del compromiso: “Es necesario comprender los hechos en el tiempo, hacer la crónica de una muerte para restituirle luz a la confusión, dignidad a la ausencia” (pág. 204).

La muerte de los padres es también la desaparición de un mundo.

Pero reconstruir la muerte de los padres, en su caso separada por poco más de un año de diferencia, no puede ser sólo la narración de unas determinadas circunstancias médicas, de los tristes días del cuarto de hospital, de las pequeñas culpas que el cansancio, los compromisos del día, dejan como poso, de las decisiones que vistas en perspectiva son inevitables, pero que en el momento de crisis son un dilema tremendo, de los sordos ritos funerarios. La muerte de los padres es también la desaparición de un mundo, y Mónica Lavín intenta apresar en las páginas de su libro esas reminiscencias de los abuelos, que ahora parecen caminar hacia el olvido, esas historias de inmigración, de una finca cafetera en Chiapas ­—que ya le habían inspirado su premiada novela Café cortado (2001)—, de la vida en las diversas colonias de Ciudad de México a lo largo del siglo XX, de los regresos a esa España que poco a poco dejaba de ser la de la guerra civil y el oscuro régimen franquista. Fiel al negocio familiar, el de los cueros y las pieles, raspa en la superficie con la esperanza de recuperar lo vivido y se encuentra con que no tiene todos los datos, con que el palimpsesto con el que trabaja tiene surcos naturales pero también grietas, oscuridades de un pasado que ya no podrá recuperar. ¿Qué tanto sabemos, en realidad, de nuestros padres? ¿Qué tipo de jóvenes fueron? Más allá de las anécdotas de sobremesa, de las observaciones tardías, ¿cómo fueron como pareja? ¿Qué tanto sabemos de nosotros mismos, antes de ser nosotros?

Desde una cierta angustia, Mónica Lavín también se pregunta si en esos últimos días, si en las horas finales, los seres que nos dieron la vida sintieron verdaderamente que estábamos para ellos: “No sé si se dieron cuenta de nuestra compañía en los últimos instantes, quiero pensar que sí. Que nuestras voces desde el balcón de la vida los seguían abrazando y envolviendo de cierta paz, de nuestra única manera de barrer su miedo y el nuestro. La voz como el último lazo” (pág. 102).

Hay un desliz bien significativo, y por tanto más que perdonable, en Últimos días de mis padres, y es la división en dos partes casi simétricas, “Mi padre”, “Mi madre”. Si bien cambian los énfasis y los sucesos comunes se narran desde ópticas distintas, si bien hay la constatación de la independencia de los dos miembros de la pareja en los períodos en los que estuvieron separados, es también evidente que, por lo menos para Mónica Lavín, es muy difícil referirse al uno sin relacionarlo con el otro, y es natural que ocurra cuando se ve a la familia como una unidad, cuando, al final de un recuerdo feliz que los involucra a todos, se escribe: “Un posible final de cualquiera parecía una ficción lejana” (pág. 28).

Hace unos años, en Palabras de frontera, una publicación de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, escribí sobre la muerte de mi padre, quejándome del sistema de salud colombiano. En Últimos días de mis padres también se habla de desprotección al final de la vida y de indolencias y negligencias médicas. En ese entonces escribí: “En publicaciones de este tipo los escritores solemos ser cultos, ingeniosos, incluso ligeramente frívolos (…). Pero no, hoy no. Extraño mucho la inteligente sonrisa de mi padre”.

Agradezco mucho a Mónica Lavín por los descubrimientos, por los silencios, por encontrar las palabras justas.

Octavio Escobar Giraldo
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