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Lo que no se nombra también existe
(reseña de Casas vacías, de Brenda Navarro)

sábado 13 de mayo de 2023
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“Casas vacías”, de Brenda Navarro
Casas vacías, de Brenda Navarro (Sexto Piso, 2020). Disponible en Amazon

Casas vacías
Brenda Navarro
Novela
Editorial Sexto Piso
Ciudad de México, 2020
ISBN: 978-8417517649
164 páginas

Casas vacías (2018) es la primera novela de Brenda Navarro, escritora, socióloga y economista de la Ciudad de México. Originalmente publicada por la editorial Kaja Negra, Casas vacías es una novela a dos voces que presenta los pensamientos de un par de mujeres que (ya) no pueden ser madres y su dolor por haber perdido a un hijo. Ellas narran en medio de contextos violentos en los que son tanto oprimidas como violentadoras, mostrando el carácter hereditario y cíclico de la violencia. La opresión que atraviesan no es sólo aquella física o psicológica sino también la de la maternidad como constructo aspiracional e imposición femenina. Esta novela, que también retrata temáticas como el feminicidio, la soledad, el miedo y el hartazgo, expone la realidad de muchas mujeres víctimas de violencia, lo complicado que puede ser nombrarla o reconocerla cuando se está atrapada dentro de ella, y cómo, incluso cuando ésta se denuncia, no se obtiene justicia.

Ninguna de las narradoras tiene nombre, lo que obliga a los lectores a nombrarlas a partir de la maternidad: la madre de Daniel y la madre de Leonel. Desde el comienzo, los lectores se ven obligados a nombrarlas y definirlas a partir de sus ausencias; esto es un acierto en el texto debido a que sus ausencias las atraviesan de forma inescapable. La madre de Daniel se nos presenta desde que abre el texto como madre de nadie pues se niega a actuar como madre de Nagore, la sobrina de Fran, su pareja, cuyo cuidado le fue impuesto tras el feminicidio de su madre, y ha perdido a su hijo Daniel: “Yo me volví madre de una niña de seis años mientras engendraba a Daniel en mi vientre. Luego no fui madre y ese fue el problema” (Navarro, 2018, p. 21). Al expresar que luego ya no fue madre, esto debido a que Daniel ya no estaba y a pesar de que Nagore ahí seguía, la narradora muestra que la comprensión de la maternidad está ligada a aquella del actuar. La madre de Daniel ya no actuaba como madre con Daniel porque éste ya no estaba, y en el dolor de su ausencia, se veía imposibilitada para actuar como madre de Nagore; por lo tanto, no se enuncia como su madre. El maternar es entonces no el procrear, sino el criar, el cuidar, el procurar, el servir: lo que no puede ya hacer con ninguno de sus hijos.

La madre de Leonel, en cambio, no puede nombrarse como madre pues la acompaña la sombra de que su hijo no es su hijo, de que su hijo es en realidad hijo de alguien más pues se lo robó a la otra madre. Está atrapada en el querer ser madre, sin alcanzarlo nunca del todo. Como ella enuncia: “Quería ser madre de los hijos de Rafael” (Navarro, 2018, p. 40), pero Rafael evita dejarla embarazada, y es por eso que se lleva a Leonel. Se roba a Leonel porque no puede conseguir su deseo de ser madre de los hijos de Rafael y con Leonel no puede conseguirlo del todo tampoco. Además, expresa cierto reconocimiento de que su obsesión con ser madre está atravesada por la construcción social femenina:

Luego para darme una respuesta sí he llegado a pensar que todo empezó cuando mis primas empezaron a tener hijos, de la noche a la mañana las casas de mis tías se llenaron de niños que gritaban por todos lados. Primero dejé de ir a visitarlas, no sé, me sentía incómoda, pero luego empecé a salir con Rafael y al mes de andar le dije que yo quería tener una hija (Navarro, 2018, p. 42).

La personaje intenta recurrir a la maternidad para no quedar fuera de la experiencia femenina en su contexto. Es por ello que, a pesar de no poder mostrar mucho a Leonel para no arriesgar a que se le reconozca como el niño perdido (lo que al final sucede), invita a sus primas a visitarla, como se muestra en el siguiente pasaje: “Aunque con el miedo de que las cosas se fueran a complicar, les mandé decir a mis primas que me fueran a visitar” (Navarro, 2018, p. 55). Recurre a la maternidad para intentar seguir perteneciendo como mujer. Sin embargo, debido a las diferencias de Leonel, que tiene autismo y que no cuadra cómo llegó a su vida, no lo consigue, como al final no consigue tampoco ser madre.

A pesar de su ahora imposibilidad de ser madres, las dos mujeres son en la historia, antes que nada, madres.

Si buscáramos otra forma en la que podría nombrarse a estas mujeres podríamos encontrar: la pareja de Fran y la pareja de Rafael, nombrándolas de nuevo a partir de los hombres de su vida, a partir de las violencias que sufren (pues así como fueron víctimas de violencia tras la pérdida de sus hijos, son víctimas de violencia por parte de estos hombres). También podríamos llamarlas la madre que perdió al hijo y la madre que se lo robó; la madre de Nagore y la que sufrió el aborto; marcadas en cada posibilidad por una violencia distinta conectada al feminicidio, o a la falta de educación sexual, o al secuestro, o a las imposiciones sociales.

A pesar de su ahora imposibilidad de ser madres, las dos mujeres son en la historia, antes que nada, madres: la madre de Daniel y la madre de Leonel. Ese es el ciclo de dolor inescapable en el que se encuentran, que son durante toda la historia madres que no son madres. Y si, como mi compañera Beatriz Anzaldo propuso en una sesión que tuvimos al respecto, en el texto “no hay otra posibilidad de ser más allá de la maternidad”, las dos personajes viven atrapadas en el dolor de ser imposibilitadas de ser. No se nombran, no son y, aun así, ambivalentemente, son, resisten, y los lectores encontramos cómo seguirlas nombrando sin poder separarlas de las violencias que sufren, ejercen, y las atraviesan.

 

Referencias

  • Anzaldo, Beatriz (2023). “Sesión 8”. Diplomado en Actualización de Literatura Hispanoamericana Siglo XXI: Nuevas perspectivas temáticas y críticas de la narrativa reciente.
  • Navarro, Brenda (2018). Casas vacías. México: Kaja Negra.
Claudia Santos

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