Escrito bajo la soledad de tu ausencia
Al amor que un día fue
En invierno se tiene la pureza de las almas
la pureza de tu voz en el océano.
Mi bestia, amanecer de septiembre
mundana callejera de mis días
¿Dónde estás ahora que acaricio
el mediodía de tu cintura?
Dueña del alba
alrededor mío inundábase el llanto
sólo tu soledad errante conocía mis raíces
Ámame pues desde el silencio
ebria hasta los dedos
a punta de muerte, calle o lluvia
ámame porque en vos mis lágrimas sonríen cadenciosas
ámame lejos, inédita, recóndita entre el silencio.
Vallejianos, vallejadas y vallejistas
al poeta universal César Vallejo
I
A morir voy todas las mañanas
y vuelvo a morir al mediodía
Sin embargo
hay quienes mueren al anochecer del llanto
y esa muerte es morir distante
bajo los obeliscos de la inmortalidad.
II
Desconozco ahora la edad de la ausencia
Ha sido tan exquisitamente olvidada.
III
Me es imposible ignorar a la muerte
Aquella sonrisa estúpida
de quien olvida la terraza en que se ahoga un poeta
———-El poeta ha perdido inexplicablemente su agujero
———-Va perdiendo explicablemente sus mujeres.
IV
Es cierto que el mundo se parezca tanto a unos senos
Qué duda cabe
Yo
cruzo los dedos
para que nadie vea al sol saltar sobre mis rodillas.
V
Cuando la muerte inunda de miedo Medio Oriente
del otro lado del mundo una madre
comienza a apretarse los ojos
porque su llanto lo inundaría todo
porque una mujer como la madre
———————–no debiera vivir en este mundo.
VI
La distancia del llanto al amor
tiene la brevedad de la noche
en él
la nostalgia
tiene la inocencia de los niños
VII
¡Oh no! No vuelvas a reír
mientras mi llanto llora
VIII
El hecho radicaba en la convicción
de que todos podían reír,
menos mi tristeza
IX
Ay Vallejo
si cayeras un poco más al sur
teñido de otro jueves, otra historia
una en la que ser poeta
no te hubiera roto los zapatos.
Los años 90
A mi madre, Angélica Emma
Eran los años 90, hijo mío
entonces uno creía que un rebaño de ovejas podía cruzar el arcoíris
que a media noche el sol espiaba desde el horizonte
y que el llanto de una madre podía uno aliviarlo con un beso.
Sin embargo, el tiempo
el tiempo enseña que los rebaños de ovejas no pueden más que cruzar las inmensas llanuras verdes
que a media noche el sol sonríe ya al otro lado del mundo
y que el llanto de una madre (el llanto de mi madre) no puede aliviarlo un tonto beso.
Eran los años 90
yo, un rapaz infeliz que jugaba a ser grande
no imaginé siquiera que en la infancia
inútilmente espera uno convertir los valles en gigantescos acres de verdura
inútilmente se tiene la esperanza de una mañana mejor
e inútilmente también se cree que los brazos de una madre pueden aliviar nuestras penas.
Año 2009 ¿sabes?
“La esperanza es lo último que se pierde”
y también es lo último que viene, hijo mío.
En el Perú nos enseñaron a vivir de esperanzas
han pasado más de cien años y aún tenemos la esperanza de un mañana mejor
y lo mejor que nos ha sucedido es que nuestras esperanzas nunca mueren.
Hijo mío, eran los años 90
cuando creí que mi madre sonreía
como ahora lo crees tú
ya el tiempo ha de enseñarte
que uno sonríe por no llorar
que uno sonríe en las calles
en el patio, en las urnas y en todo lugar
porque para eso se han hecho esos ojos
y el rizo de las mejillas por donde surca el océano
porque una mujer, una mujer como la madre
no debiera vivir en este mundo.
- Tres textos poéticos de Joel Lenner Castañeda Dueñas - lunes 21 de septiembre de 2015