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Ocho poemas eróticos de Virtudes Montoro

lunes 16 de octubre de 2017
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Amor gestacional

Ser placenta
e irrigarte de deseo fetal
Tu primera bocanada,
atrapada en los pulmones:
charcos de oxígeno molecular
Pezón que gotea sudor,
sudor que escurre latidos deformados
erupcionando en tus inexpertos labios

Ser en ti cuando no eras

 

Párpa-dos

Desnúdame los párpados y las mejillas,
a besos
La comisura te espera:
entreabierta
El cuello alzo para ser abordado;
por tus labios
Despacio recorre mis hombros,
descubiertos
Y ahora que abro los ojos,
mírame y hablamos

 

Carne crujiente

Despiértame así, con el cuerpo crujiente
con las ganas revueltas
con la promesa de tu vuelta
Con la esencia de nuestros deseos,
con el hueco de tu sonrisa
con tu pena desatendida,
con la profusión de nuestras agonías

Después, sabré saborear la soledad de mis horas,
esas que no entienden de relojes,
sabiendo que conservo dentro mía
todos tus húmedos recuerdos

 

Voltéame la soledad

Destrózame la cintura a lomos de tu montura
Resquiébrame la espalda, a beso limpio
Ráptame y no me sueltes nunca,
así amordaces todos mis silencios

Lléname de ti, rellena cada poro
con la insistencia de tu Lengua

Voltéame la soledad, quiébrala en tus dedos,
esos que ocupan, ahora, todos mis espacios
Dame cobijo de hambre en el hueco de tus brazos
que quiero desprenderme de mí, hoy, en ellos

 

Enraizarme en tu pecho

Enraizarme en tu pecho, con cada latido
Sembrarme entre tus brazos, abonada en caricias
Cuajar un amor dulce, almíbar en tu boca
Regar con mis manos tu tronco-hombre, sólo mío

Nacer en ti cada noche revueltos en ramas,
hojarasca y tierra fecunda: amasijo de carne
como madreselva sarmentosa enroscada

Germinar por ti cada una de todas mis madrugadas

Envolverme con tu triste verde sonrisa,
hasta que desaparezca y sea abono amante
de una historia de amor, la nuestra,
hecha de sol, luz y terrosa sangre

 

Caracol

Un caracol por mis dedos,
en mi pie, se arrastra babeando dentro de un beso
Tan lento, que el pie es labio,
y el labio, despacio, beso.

Me pides que te dé tristeza,
pero sólo soy un caracol feliz
reptando entre los dedos de tu pie

Me pides que te dé saliva, cuando ya sabes
que la tienes toda adentro, bullendo
acorazada y denostada entre mis piernas

Agarro por un momento tu rostro:
Mítico semblante de actor de cine,
y aun no queriendo, me pierdo
entre parecidos razonables

Como niños fugaces nos reconocemos:
Intacto juguete, instantánea ludoteca sexuada
abierta treinta horas al día, accesibilidad asegurada

Me pides ser boomerang libre,
y te pienso: oblicuo recorrido, y te pido,
sólo te pido que me cuentes el camino
y que vuelvas, o mueras, en mi vientre

Me pides, y te pido, me desarmas y me compones
como cómic inconcluso, como titubeante espera,
me trago lo que te quiero, para que nunca lo sepas

 

Eres

Eres la porción de ti en mí, en el hueco
que no alcanzan a cubrir nuestros cuerpos,
si enredados cohabitan en amasijo de abrazos

La infinita arruga formada en la sábana de nuestra piel,
la desparramada cortina que flota divagando
entre gemidos de animal herido

La luz del despertador que parpadea
guiñándole a la enamoradiza muerte,
una gota de sudor descalza que se estampa en el suelo,
se posa en mis pies y se evapora

La misma madera forjada en alabastros confitada
con olor a canela y hierbabuena,
el pestillo herrumbroso de viejas argucias,
la mota de polvo que se deshilacha en miles de lucecitas
flotando, inmóviles en la gravedad de un tenue reflejo

El cuadro que pende en la cabecera;
sinuoso y reptil colgante de tulipanes abrazados
La comisura en la rendija del vitral que deja escapar
fluctuantes vaivenes de luz:
ópalos blancos que se estrellan contra la pared

El estrecho colchón que chilla su inestable existencia,
el candil eléctrico que proyecta sombras chinescas y esparto
Eres el habitáculo mismo donde, condesado de partículas tuyas,
transcurre la alquimia de nuestros cuerpos

 

Codicia

Avaricio tu cuerpo, tu suave piel
resbalando en la mía. Tu piel:
mapa memorizado en sal
Avaricio ese pálpito lingual en mi saliente
bombeando pierna dentro:
ritual-despertador de nuestros instintos,
saliva compartida, efluvios unísonos

Avaricio tu sencilla desnudez,
la decadencia de alientos,
nuestras miradas perdidas que se buscan,
tu nuca abierta a mí,
la fragilidad de esa ascensión momentánea
que nos traslada al cuerpo del otro
donde morimos, otra vez, en vida,
donde vivimos un instante, en muerte

Virtudes Montoro
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