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Cinco poemas de Mario Hernán Vargas Córdoba

viernes 30 de marzo de 2018
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Vorágine

Marcharon nómadas
de oprobio
efluvios de sonrisas
quebradizas al olvido,
ensoñaciones gitanas
recreadas en lánguidos exilios.

Busco desgranada en la muchedumbre
tu presencia, me hallas y te hallo
enraizada en la escarcha nostálgica
de un soplo efímero.
Desciende un cristal en gota
por la ignota mejilla de tu alma
Y el silencio de un nirvana
adorna tus múltiples formas.
La noche mimetiza tus labios
cual si guardaras en las sombras
un virgen beso.

¡Ah!, la piedra acoraza mi dolor
en sus raíces pedernales
cuando viajas en el
ligero plumaje del viento,
sobre las alas del alba
y torbellinos nubarrones
traspasas la inmortalidad.

La muerte logra saborearme
sin hacerme morir,
clava sus mandíbulas nórdicas
y su rabieta evoluciona en tu ausencia,
no soporto tu vacío fermentado.
Llévame o quédate…
Sí, mejor quédate…
Engullida en las arenas
movedizas de mi tiempo.

 

Reflexiones

Nuestro viajero espíritu
deja huellas hendidas
en el paisaje de los sueños.
La voz onírica persigue el canto
de la furia que habita
en la natura…
Desde su bodega estelar
el universo distribuye granito de ilusiones…
es el mineral de la amistad
tu regalo y el mío.

Nos sostiene el recuerdo
Y el cristal de la infancia.
Los años se cuelan
en los racimos de nuestra existencia
y en el ramaje de un abrazo
inmolamos el mohín del odio.
Habitaremos en la conciencia
del niño vitalicio…
La eterna alegría llega
cual diosa en abanico de sol y luna
con el sabor del gélido invierno…

 

Sortilegio

Los fantasmas que claman
en el umbral de la noche
sofocan mi alma,
viajan hacia el orbe
y la máscara volátil
de la mente.
Están hechos de mí
Y yo de ellos.

Heridas placenteras manan
sobre la piel,
caricias perdidas
se reencuentran en las dunas
del pensamiento.

La ilusión se calcina,
con la presteza de una sombra ciega.

Me decido a vivir
la inexorable angustia;
El aire denso en la telaraña,
la voz atrapada en
un canto mutilado,
el eco sin respuesta.

Y ahí, en la soledad
donde el silencio hace levitar
eternas tristezas,
mi corazón agoniza.

 

Melancolía

¡Claro que puedo extrañarte!
Tu silencio a mi costado
en las sábanas que fuiste y ya no eres,
infinita ausencia resbalando.
Las dolientes amapolas
me niegan el sedante,
la luna desvanece ante mis ojos
y las estrellas vierten
tu recuerdo en mi sangre.

¡Claro que puedo extrañarte!
en la pasión de la noche
y la ilusión de los amantes.
¿¡Emigrarás con el soplo vital,
que me hace existir en tus entrañas!?
Quizás ni con la muerte pueda olvidarte
¡Claro que puedo extrañarte… sin decírtelo!

 

Así eres

Llamarada en los ojos,
fuego vasto inquisidor
donde arde mi reflejo,
una pasión hecha de piel
en el silencio,
hábitat de nuestras voces.

Así eres…
Libre de herejía y atavío mundano,
soberana de natura,
desnuda en el alma de las flores
ceñida por el filo de mis dientes.

Y me esperas como un ocaso
sobre el lienzo amatorio.
¡queriendo conquistar!
¡queriendo conquistar!
La sombra de un cuerpo
en la penumbra.

Mario Hernán Vargas Córdoba
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