Razón para anidar
Si llegué a esta planicie
si una fría ciudad no detuvo mi fuga
si Nínive viajaba en mi pupila
si me parezco ahora a su paisaje
y encima de las piedras equilibro
el aire en la viveza
ha sido por tu beso
suavísimo
ovalado
perfecto como el fruto del olivo.
(De Marjales de interior, Editorial Aguaclara, 2017)
Baeza
Es la combinación
de mil texturas
lo que invita a quedarse,
tratando de entender qué es la belleza,
dónde se refugia lo perfecto.
Guadalquivir sinuoso.
Incontables olivos:
esa forma mil veces coreada
que nunca nos abruma ni limita,
esa forma redonda,
aquella sencillez
hecha columna.
Voy rozando las puertas, los arcos,
y una antigua plegaria
me anega,
una vinculación ignota que sonríe
y expande desde adentro plenitudes…
¿Qué se agita si acojo
las obras del pasado esculpido en la piedra?
¿Qué lenguaje me cala?
¿Qué mujeres y hombres
desde lejos repican cual bronce?
¿Qué manos decididas
me guían a este ajuar de trascendencia?
Carthago Nova
En mi cuerpo de torre hay un vigía
que te observa y te busca, Cartago.
Circular es el teatro,
o el circo que susurra bajo tierra,
que puja por salir a nuestros ojos.
Elíptica emoción.
Este pecio que soy lo mueve el tiempo.
Quiero verme en la faz de herrumbrosas monedas,
ser ánfora que cae como gota,
olivo solitario,
o aquella resonancia de gravilla.
Piedras sin nombre
amando a un dios de mármol de Carrara.
Mediterráneo,
recojo tus esencias,
tus cruces de destino,
tantos ecos.
Yo vine para oírte,
para maravillarme con lo ausente,
con tu puerto
de siglos y siglos…
Balcón del adarve
Priego,
buscamos tus alturas,
las piedras horadadas y la hierba
que crece en ese muro del castillo.
Qué fugaz equilibrio.
Buscamos lo perdido,
los vestigios,
o ese telón de borlas de olivares,
tu armónico tornado
de iglesias,
de macetas,
y de fuentes…
misivas colectivas del ayer.
Frente a la contundencia del paisaje
¿qué podemos dejar que se eleve?,
¿qué debemos querer que se asiente?
¿Qué parte de nosotros sobrevuela?
Coordenadas del fin
Enterradme en Iznájar,
enterradme en su azul.
Dejadme descansar
en ese cementerio
que mira hacia el embalse que se estira,
en ese cementerio
que sonríe a la trama
infinita de olivos.
Me hallaréis
bajo simples cubiertas de tejas,
tan cerca
del pósito de libros,
de macetas
celestes que navegan,
de espaldas a la iglesia y al castillo,
con mi aliento-ceniza
escribiendo
en el aire.
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