Inventaré la palabra perfecta,
tan perfecta que su significado no estará en el diccionario.
Esa que haga feliz a la vieja de la esquina.
Una que no pierda valor si muchas veces es repetida.
Aquella que sea capaz de romper el silencio para mejorarlo.
Una sola palabra inventada,
tan perfecta que al verte partir ella salga de mi boca cual suspiro añorante y te haga volver sobre tus talones hacia mis brazos.
Tengo miedo,
de lo incierto, de las palabras impronunciables
y del desgaste vivencial.
Tengo miedo
del espejeo de estas dos almas vagantes en el cosmos.
Que nunca mueren.
Que nunca pasan.
Caminantes
Caminantes desgarbados andando sin rumbo.
Muchos vienen, pero no saben hacia dónde van.
Muchos van, pero no recuerdan de dónde vienen.
Algunos, cargados de sueños,
otros con pesados anhelos.
Muchos… llenos de nada.
Brindis
Calles solitarias adornadas de casas muertas. Las luces en la esquina se han apagado.
Ya no hay quien se coma las nueces sobre la mesa.
Sillas vacías pero llenas de recuerdos perfumados con esencia de nata, melaza y confite, permanecen en la memoria de los desafortunados.
El vino derramado y chispeante como sangre, ensució la alfombra inocente mientras las migajas de pan caían en el suelo.
Ya no hay quien se coma las nueces sobre la mesa.
Raíces
Extraño la tierra donde el limón es dulce y el mar es frío,
donde los miradores se abren al paisaje de las montañas aireadas y se vislumbra aquel volcán inactivo.
Algún día iré a buscarte, viejo mío,
a la tierra de la que me hablaste,
aquel lugar hermoso donde habías crecido,
y que sin pensarlo alguna vez… me arrancó lo más querido.
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