Diez más cuatro versos tiene
Diez más cuatro versos tiene
un soneto, Amarilis…
Y este cuarteto sostiene
que a su final arribemos;
y ordena acá (no se abstiene)
que en el segundo marchemos
con algo de tiento e higiene
para no enfermar a Filis.
(¿Enfermar a Filis, vate?
¡Sólo con un mal terceto
y un obvio disparate!
Así caería indispuesta
sobre este verso que aprieto
con una mano —¡ja!— infesta.)
De sométicos abades
está el orbe cargado;
de tocas y curvidades
el convento bien chapado…
Hablar en mil lenguas;
pensar con mil conceptos
extenúan al Hombre
y al polvo.
Vegano sanalotodo:
Gusto les das y no poco
a aquestas que piden moco…
Mete y saca —saca y lodo.
Y la matemática
se alejó de mi lápiz
—sólo la nostalgia queda…
sólo la nostalgia.
En esta tumba que ves
yace un célebre pianista;
con lira, plata y modista
confundió manos con pies.
El temor a mí mismo:
he aquí la Verdad.
Caminante apura el paso
y no vuelvas la mirada
o te carga la chingada
por ser de obediencia escaso.
Los heraldos que caen
sobre la Tierra
ruedan por un instante;
después,
sin mancha alguna,
acarician las olas…
Aquí yace un poeta
de nombre desconocido
que pudo haber escribido
con arte una cuarteta…
La belleza que presumes,
Berenice, de sombrero
y bilé al caballero
de la izquierda los perfumes
de tu piel con verdadero
gusto hacen que lo abrumes
(y sin paga lo consumes)
al observar tu trasero.
“¡Ay de aquél que se te arrime
—dice hacia sí malquisto—;
y si atina en acercarse
ese alguien que deprime
observarás por el Cristo
puño, codo y pie en su arse!”.
- Cuatro poemas de Rubén Gil Quiñónez - miércoles 21 de octubre de 2020
- Nueve poemas brevísimos y dos sonetillos - viernes 20 de septiembre de 2019