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Cinco poemas de Adriana Lamela

lunes 24 de febrero de 2020
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Presencias

Presagio una serenata de pájaros insomnes
Una sombra se descalza en el tejado y el mundo
cambia de color
A medianoche
la sombra vuelve a la cama
acarreando suspiros blancos entre las pestañas;
en los pies que antes se rozaron,
que alguna vez se rozaron con la luna.
Sé lo que ocurre en los pasillos;
el tiempo fluye bajo los suelos profundos
Un ir y venir de dualidades
La nostalgia y mis vergüenzas giran,
se sacuden sobre las baldosas.
Como si nada pasara en otro lugar
Como si hubiera vivido sin dejar ningún rastro

 

Pretextos

Voy descuidada, mordiéndome las uñas,
alargando las sombras
sobre la cordillera fría
La historia llega distante,
como un aguacero quieto
que sacude su aura sobre los troncos
Hay nubes de sobra
Dragones urbanos que hipan,
una luna que gotea
Y unas pocas moscas sobrevolando
los escombros.
La noche florece como una semilla.
En las profundidades del lecho
no cabe un corazón solitario

 

Imanes

Es el mismo. El mismo zorzal
Dando saltitos por encima del muro,
entre las baldosas rotas.
Remonta sobre el caos de nuestra historia,
como si abrazara el sol,
picoteando las malezas que rasguñan mis manos.
Ignoro si mi naturaleza es lo bastante pura;
hay un temblor que escurre de nuestros plumajes olvidados.
Las baldosas rotas me agradan. Son como imanes
Se mezclan con las hojas secas
que me agradan aún más
Desde el balcón lucen como un mural de arte abstracto
Ahora vuelvo. Me voy a disfrazar con jirones de tela azul que
huelen a menta rancia.
Una suerte de conjuro, o una estupidez nostálgica
(No es la primera vez que escribo dormida)

 

Oriundos

El viento humilla la ciudad
sopla hasta el hartazgo y las esquinas alucinan
con faldas, papeles y hojas secas.
Sopla y condena a todo ser vivo a bajar la cabeza
sin piedad.
Del otro lado de la barda se doblan los pinares
Luego llueve y el viento se acobarda.
Lágrimas sucias de absurdas dimensiones
resbalan en los ventanales
y hasta los gatos maldicen ser oriundos
de este lado del mundo
El aroma sediento de tus umbrales trasciende
las calles, retoza sobre las vías y trasnocha en las avenidas
Las horas se irán soltando
A oscuras o envueltas en rocío
Nadie recordará la tierra escarbando en los ojos
Dios barre polvo y memoria
Y abraza con orgullo la inmensidad patagónica.

 

El giro de la claridad

Y qué si digo no
y al intento más mínimo del alma le
da por sublevarse
en una antología de las horas
Los dinosaurios eran tan espléndidos
Y sin embargo las polillas
no pueden siquiera mirarse al espejo
Por eso la nostalgia
distrae mis dedos entre hilos de seda
y alfileres de papel
Mi viejo y querido insomnio
cultiva una tensión silenciosa
Hace temblar las sábanas
hasta que la claridad gira
en mi habitación
como un extraño objeto de fe.

Adriana Lamela
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