De la serie Voces contemporáneas de España
Con selección de Fernando Salazar Torres
Luz sin nadie
“En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras”.
Antonio Machado
Somos corpus, glosarios de palabras
caminantes que sueñan ser la cosa innombrada
que al encontrar su nombre se vacíe
de aquello que creía indispensable.
Inventamos lenguajes para llenar vacíos
de otras lenguas ahora inaccesibles.
Diseñamos las voces, su sentido y gramática,
convenimos que el símbolo, aunque sea a la fuerza,
satisfaga nuestra hambre de inventariar el mundo.
Ignoramos que cada nombre y lengua
aleja de nosotros cuanto ansiamos,
pues sin nombrar las cosas, cualquier flor,
insecto o ave viven y otros viven
por ellos y para otros que no saben
que el verbo no suplanta aquello que en silencio
no requiere decir para ser todo.
Darse sin un lenguaje que mancille
la innominada gracia de esa esencia
es don que no se elige; parcela de verdad
vetada a los hablantes: luz sin nadie
con ojos que la observe ni perturbe
cuanto dice al hacer sin falsos signos.
¿Qué verdad nos impone la mentira del verbo?
¿Qué solemne belleza preserva de nosotros?
Desde una perspectiva, el lenguaje es un puente
que concilia a deseo y deseado;
desde otra, es centinela de ese misterio informe
y nos confunde y ciega: su fiebre nos prohíbe
nombrar sin nombrar nada.
Nosotros veneramos una música
que en arbitrarias notas codifica
una parte del fuego, deja fuera
el prístino caudal que lo es sin cauce;
y ese desesperado intento es el lenguaje:
nacimiento de fe, esperanza asida
a una mentira en busca de verdad.
Es verdadero el río que inspira a trovadores;
la calidez de un rayo de sol a media tarde;
los ramajes del árbol que proyecta
su sombra en la ensenada.
No necesitan voz para decir,
ni tan siquiera un gesto:
discurren, iluminan, son
y siguen siendo sin nosotros.
La maravilla a solas que no exige un testigo
para satisfacer humanas ansias.
Así el amor de dios proclama en los no hablantes
sus consignas y así sólo se aman
aquellos que no esperan del amor
y son la vida.
Ser la flor
Mi savia se estremece al ritmo de los vientos
que me comban. Ahora lo comprendo
todo, ahora que sin habla
soy el abrevadero tras la lluvia,
soy un festín de polen para insectos.
Me doy sin menoscabo y soy con todo,
soy por múltiples causas, todas bellas.
Un pedazo de tierra y sus sustratos
son el altar del mundo, yo, temblor
de la vida, una ofrenda.
Veo sin ver y siento a mis raíces
fundirse a otras raíces, ayudarse
en el feliz encuentro del hambre y la alegría.
Una paz inhumana recorre mis urdimbres
y proyecta el perfume de mi centro.
Soy ardid del amor, fuerza imprevista
que parece no estar, pero sin ella
el mundo moriría desangrado.
Ser el pájaro
Todo está para mí y yo estoy por todo.
En las ramas que penden me poso y reconozco
parte del árbol.
Cuando bebo de flores y de ríos
nada encuentro azaroso ni de más
en esta orografía universal
que a todo abraza.
Es el aire mi espacio, y es en él que procuro
suspenderme, alejarme, sin más preocupación
que ser el vuelo.
Al saberme del aire hallo en la tierra
un mundo diferente, ya no mío.
Es un árbol mi templo; las cumbres, mis jardines,
es el viento mi aliado, en él me arrullo.
No juzgo a una serpiente si se come mis huevos,
no me quejo de frío ni por hambre,
a nada rezo,
no me escondo en la máscara palabra
de los seres que todo eso destruyen.
Me expreso y digo el mundo de forma simultánea,
me atraviesa el efluvio del sol y de las rosas,
perdono y me perdonan, agradezco y sucumbo
ante cada soberbio amanecer
cada mañana,
…………………………………………………………..si canto.
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