Mañana
Esa aguja del aire sobre tinta
carnosa,
una letra por desvestir la nada
sin ecos.
Todo llega a su esfera
descalza
por conducir el encorvado cielo
de confluidas margaritas
sin oráculo.
Compromisos del aire
despierto,
entre manos sin final
que promulguen sus aciertos,
ni salto con vacío que medirse
en halago devuelto.
Un desvestirse el aire
del soplo cartesiano
que acompaña el alba
en su prisma mensajero
de sonrisa enhiesta
sobre calzos de paciente pleamar.
Tarde
Se encumbra el abrazo
relevante, en sumas del día
almohadillado,
sin perchas de amargor
en su atasco fiel.
El faldón de la mañana
no grabó muecas
de la ortiga con alas tigre
que cocinar
en sosiegos vespertinos…,
ni salientes garras
de bolsillos calmos
en la tarde recién apoyada.
Sueltan los brazos
su pozo del cantar comunal
y un calor erguido
descrucifica su cansancio
dulce y ancho,
como un hondo disiparse mudo.
Noche
Acerca la noche
su cascada de mullido amparo
sobre pacientes párpados
de luz nueva en batalla
acampada.
Su espuela de mínimos pasos,
separa dos cierres incruentos:
la derrota del día acostado
hasta nueva redención,
o arrostrarse con media vida,
en abismado último sacramento
del viaje casero, sin parche preferente,
con pantalla en desclavado rostro
por concluir,
hasta rehuir la osamenta
de la noche echada,
con lento desconsuelo oscuro,
sobre nuestra hoguera blanda
que no resuelve su epílogo
de cálida amante en despierta
espiral.
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