
Es un joven capaz de robar o de mentir. Lleva las manos sudorosas el deseo, sabe que aquello que ansía es una moneda de otro dueño y él la busca entre los bultos. No. El deseo se deja hacer, deja que el sol mismo se agache. El deseo tiene la sombra larga y abnegada, fugitiva, como árbol que se enreda entre las nubes para capturar al sol. Como un roce de manos o como no llevar anillo. Deseo, hombre tirado boca arriba mirando enredarse las ramas de los árboles con él o con la luz. Hombre que se quita el pasto para volver al manicomio. Deseo, mujer de pelo interminable como un árbol. Deseo que cambia de forma y de color, deseo de abrigo o de bochorno. Deseo bisexual, deseo de manada. De vientos medianos, duros, recios como un tronco. De tantos rostros, de tantas cosas, de manos vacías, de hacer upgrade, de vengarse.
Es poco lo que me hace ser un árbol. Mis brazos cargan una parvada de hojas contra el viento, mi voz se queda al ras de las hormigas y sus minuciosidades. Algunas veces grito de dolor y, como un árbol, levanto de más una raíz o dejo caer mis garras secas sobre un auto. También a mí me aplastaron creyéndome arbusto, también a mí me dieron un hachazo y seguí sonriendo cada año cumplido. Mas, como un árbol, fui terco y todos los brazos que perdí los sigo sintiendo al llover.
Tú crees tener control sobre las plantas
porque eres una mala jardinera,
tú crees domar la lluvia al esconderte
detrás de un techo breve de paraguas.
Tú crees poder decirle al sol que caiga
tan sólo porque apagas lamparillas
y crees poder matar un ave en vuelo
con una red para atrapar mosquitos.
De abril no tienes tú mayor dominio,
de abril tú no eres libro bien llenado,
de abril tú no eres ni una plana en blanco.
Creíste tener fuerzas sobrehumanas
cuando la tierra adentro a ti te guarda
para que no te aplaste cualquier bota.
¿Cómo será que le llaman al viento
los pájaros con ganas de volar?
¿Con qué nombre lo invocan a alojarse
en esa casa abierta de sus alas?
¿Cómo será que le llaman al viento
los soldados que parten a pelear?
¿A qué mujer le rezan quedamente
con la esperanza de poder amarla?
Y el hombre de ciudad, entre los cables
y viejos edificios encorvados,
¿con qué nombre busca calmar su asfixia?
¿Cómo será que le llaman al viento
esos hombres con ganas de besar?
Quisiera yo saber cómo llamarle
sin invocar un huracán.
Vestir de negro
Y ahora deseo regresar el tiempo atrás
A las sombras
A una canción de discos rotos
Al reinicio
De quien encuentra a su rival
En guerras de ser mucho más perverso
Gritando raíces bulbos turbios
En el primer concierto de dos sangres
Y un buen día hacerse de mar y que su sombra se recueste entre mis piernas
Y que el universo conjure
Y que su tierra se desplome
Con mi beso y seamos lengua
Y seamos nariz y seamos nada con una leche lúgubre y sin alma
Entonces pienso en las hermandades de lo herido
En el hambre del beso en el vertiginoso beso
De sutil aire caníbal y de rendición
Colmaba tu decir de mí este sólido relámpago
Yo te decía…
Déjame bajo el césped vencido ser tu muerte en multitudes
Ser silencio entre tus labios
En esos días
Aún éramos las tardes golpeteando
El necio anclaje de mi actividad
Pero ahora en la prisión no puedo nada
Déjame abrirme paso hasta que duela
Fiera de noche
Desgarraba tus colinas
Amaestradas
Como en estados demudados
Déjame latir
En tu agua al alcanzarte…
…Ya no me acuerdo del olor de lo vencido
Hoy tras los muros lacerados
De los filósofos idiotas
Suspiro por la lluvia a plenitud
Y por vestir siempre de negro
Contra el sol de las edades.
Yo soy el mar
cuando no se conoce el mar
Yo soy lluvia inconsistente
lluvia indecisa
sobre las lozas ardientes
Yo soy la roca volcánica
y el niño desbarrancado
Yo soy la sangría hecha por el sol
a los desterrados
y a los apátridas
Yo soy el insecto
marabunta de sí mismo
emperador de casi nada
Yo soy la calle de noche
y la navaja escondida.
Cómo nos hace falta en ocasiones
bebernos la mañana en un café
para que el mundo pueda comenzar,
para que el hombre de mi estudio se levante.
Cómo nos falta, a veces, morder unos labios
como robando el jugo de una mandarina
que no esté rancia madurando hasta la nieve
fría y azulada en el frutero del ayer.
- Yo no vine a hacer amigos, de Ériq O. Rulo Sáñez
(extractos) - viernes 13 de agosto de 2021