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Poemas de Defectos capitales, de Edurman Mariño Cuenca
(inédito)

viernes 26 de noviembre de 2021
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Mecánica cuántica

No olvidéis del odio y la mentira, sin ellos no podremos vivir humanamente.
No digáis que han amado ni perdido ni enjuiciado, debemos parecer
nulos y recientes, lejos de cualquier extravagancia de existencia.
No deis razón a esos vicios del aire, a los endebles latidos de la memoria,
a esa aberración del ánimo.
No malgastéis el miedo, es lo único que nos quedará cuando seamos escoria.
No esperéis reconciliación con la pobreza,
como primicia del mal se expresa en el maligno genio del deseo.
No digáis que el tiempo es proporcional a nuestro hartazgo de conciencia.
Como a los gusanos nos asiste una tendencia a ocurrir expresada en probabilidad, porque estas ansias de realidad no son más que la irresistible pretensión
de significar y emocionar.
Hemos de admitir la posibilidad de que no estemos vivos.

 

Juntos pronosticamos desastre

Hay que rascarse el izquierdo
talón, pisar la tumba de al lado, garabatear
en el paisaje algún riesgo, ir de compras
aunque no sepamos qué es bueno para el reuma.
Hay que pronosticar dos o tres velorios o espacios
paralizados por el miedo o una sonrisa corrupta
o caso de violación (para dar motivos).
Hay que mirar al cielo cada vez que tengamos hambre,
nunca será igual, pero la inmediatez del cielo tranquiliza.
Hay que tener la mente repetida un millar de veces
para no caer en tentación y volver a aquellos momentos
en que fuimos casi principales, casi enemigos,
casi los que colocaban flores en las tumbas.

 

Evaluando la proximidad del miedo

Eso que escuchan es mi espíritu aranero.
Eso que se vuelca y levanta y es irreparable y tiene rabia es el alma.
Eso que demanda atención es el mismo hombre
que fue villano y tortuoso y amó los tenues minutos en el mundo.
Eso que ven retorcido de tiempo es nuestro cuerpo
cuando le han extirpado la razón.
Eso que regresa a hostigarnos no es más que agudas horas
en cumbres abismales, puesto que de ellas puede uno
despeñarse en cualquier instante; y tales caídas
reconfiguran nuestro estado carnal, ambidextro, solitario.

 

Cuando el dique se ranura

Más allá de nosotros está morir.
Más allá no sabemos qué modo de olvidar es menos cruel,
qué proverbio en la voz, qué distancia entre nosotros y el odio.
Más allá, en eso que llaman después o entierro
o algo estratégicamente futuro.
Y nos recuerda el viento que la palabra es ciega y tortuosa
cuando decide acompañarnos en la soledad,
porque en la faena del pensamiento sólo hay azar y titubeo,
porque si miramos bien,
dos o tres gestos indican que estamos vivos.

 

Las mediciones hechas sobre una partícula no permiten afirmar lo que le sucedería a otra partícula producida en las mismas condiciones

No propugnar la realidad, no hacerla pública. No practicar sodomía
ni vejez ni cárcel. No interesarnos en el mundo si nos ha supurado algún ojo,
algún puño o se ha estilizado nuestra manera de pedir. No merecer como
si fingiéramos. No decir lo que nos parece indigno (y menos si hay algún rostro sospechosamente de acuerdo). No plagiar la manera de Dios en olvidarnos.
El espacio se mueve ágilmente sobre las florestas metálicas, la veracidad
se desorienta apenas aparece un temor, la culpa siempre cae en nuestra lengua,
la culpa corta y envenena los ojos furtivos de los muertos.

 

Eco

Ante cualquier agujero no resistimos la tentación
de gritar, con la preeminencia de que invocamos
al mundo… al borde del precipicio… en cualquier
altura en que nos sintamos minúsculos… porque
nos supera el ansia de neutralizar lo inmenso,
porque tenemos memoria del abismo… porque
con nuestros gritos sentimos que apaciguamos
el azoro de existir… porque nuestros gritos son
expresión de nuestra soledad… porque en cada
grito nos desintoxicamos del yo.

Edurman Mariño Cuenca
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