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Cinco poemas de María Antonia Segarra

viernes 29 de julio de 2022
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Soy una y soy mil

Este silencio empobrecido.
Esta falta de palabras.
Todo aquello que balancea las tiras de mi garganta
como juncos enloquecidos.
Este desierto en la muchedumbre
oscuro pistilo
el día que se abruma en la inestabilidad del
viento.
Mi pensamiento huye.
mis pasos huyen
mis ojos arrojados al incendio…
Quién puede velarme desde el camino.
La procesión: enjambre de invisibilidades.

Extraña
…la del reflejo me llama.
Soy mil y soy una
siempre al borde de tu abismo
como una hormiga en una maleza.

 

Te he retenido ya mucho tiempo

Te he retenido ya mucho tiempo
en contra de los bastiones y pedregales
orillándome como un crepúsculo tardío.
Demasiado tiempo limando tus callos de obrero de emociones
a ese rastro en la piel que late aun después de la oscuridad.
Pletórica de razones
pánfila de tus ojos.
Sembradíos de embarazos de luz
apostando a la muerte y humedad.
Mucho tiempo bajo la hendidura.
Estoy cansada
como de algo desprendido
de ese olor a recuerdo y heliotropo
alguna cosa dicha bajo el vino y la neblina.
Obvia de imprecaciones
las sombras que nos visitan
de madrugada
y desoladas ahora gimen como gatas
bajo los techos rotos.
Hoy abrí mi puerta maltrecha
mi grieta ya no supura ausencia.
Acaso mi abismo va cerrando.

 

Caer

Hermoso borde,
terrible como lo inminente
reflejo de la niebla
y la cabellera en un desatino trigal
que ondula libre sobre la profundidad
abismo abajo… sin miedo
caer de los árboles
de las palabras
de los sueños
caer de la espera
lo que no llega
caer danzando bajo el tiempo detenido
apresurado
caer desde las manos y los ojos
del perfume de los muertos
ocluidos del mundo
de este mundo:
cárcel preciosa y devastada
caer de las alas de las mariposas
despeñadero y colores agitados
caer al abismo
como un pétalo
como una lágrima
la gota se destroza.

 

La simulada

Que se me viene esta tristeza sonriendo
de golpe
y no recuerdo cómo era, cuando era ella
no recuerdo mis ojos
ni mis labios gruesos.

No me recuerdo en esa piel de antigua mordaza
con trapos blancos
y ojos muy abiertos
no recuerdo mi mirada que ella te dio
como una azucena
exhalando de mí y su pecho
y de mi cuello su olor
a raíz perfumada.

Me he olvidado, a ella,
que volaba bajo un pino en el jardín.

Oloroso desquite, el olvido…

Y ella regresa a mí, conmigo:
su curandera
en esta guerra de avisos coloridos.

(El tremor no ha cesado.)

 

Oh… tu mirada es la multitud…

Oh…
tu mirada es la multitud que huye
y sedienta elude al viento
y a la luz.
Manoseada bajo los árboles
tus manos son las raíces del mundo
se mecen bajo tu sombra
y el abrazo cálido de la lluvia vespertina
apenas con la terrible bruma, tus ojos.

He tarareado mis pecados
al vientre de la madre recién parida
traigo la ceguera del que ama
el desconocimiento de la inocencia.
Oh, tú…

María Antonia Segarra
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