Mujer tormenta
De un mar cálido, agitado
Alzas vuelo, dejas rebrotes
entre olas de olvido
y arenas de hogar.
Suspiras, árboles enmarañados,
atizas y fortaleces raíces.
Caen las hojas
al reposar tu fuerza luminosa.
Animas, relente,
quebradas en recuerdos turbios.
Avivas, ríos y pampas
a marchar fresca y más lejos.
Sin importar los daños, ni el polvo,
ni los muertos, ni los vivos,
vuelves al océano, ya oscuro,
aguarda calmo, sin playas, indiferente.
Crecerán tus alas, huirás de nuevo.
Lumbre
Talismanes de muertos
dan lumbre a los vivos
que escriben sin prudencia
con clavos rígidos
en un oval de lirios.
Pulpa lúgubre
nutre el alma
sobre las brasas
bajo la colina del olvido
escriben tras mareas y tormentas.
Olor a yerbabuena
en la tramontana
durante albas salpicadas
de granizo y fuego
cuántos bultos recuerdo.
De charcos violetas
brotan sólo guijarros
en las cabezas
mas no cerezos
en el espíritu.
Linde entre la suerte de los vivos
y descanso de los muertos
¿dónde ahora oscila mi barca?
hoy es este relente
mi aliento en las despedidas.
Juntos
Sueñan bajo las luciérnagas,
esclavos del tiempo,
entre las piedras,
dos cristales de lluvia
que brillarán por siempre.
Caer de pie
Sobre el río Huaracane,
cansado de pisar curvas de asfalto,
el chalán va a paso llano
por la orilla de aguas inquietas.
Los cascos de su animal
rompen el cantar de las olas
en playas donde las aves
con ligeros equipajes
sueñan eternas primaveras.
El aroma de la resaca
ha desgastado el cuero,
y como el viento arrebata las hojas,
vuela desprendido el chalán
sólo para entender que la arena
es tan dura como el asfalto.
- Cuatro poemas de Roberto de Olazábal Wismann - lunes 1 de mayo de 2023