Vientos del sur
El viento mueve los prados
como si fueran mareas.
Campos dorados de estío.
Soplan vientos del sur.
Huele a lluvia,
huele a cambio.
En la ciudad
que nunca oscurece,
las calles despiertan mojadas,
atrapadas entre las esquinas
de la niebla.
El suelo se cubre de ocre.
Tantos rostros,
tantas almas,
tantos héroes anónimos,
tantos náufragos
moviéndose al ritmo intermitente
de los semáforos.
Se queman las horas en los relojes
y una ráfaga de viento
despeina el otoño
en la gran ciudad.
Soplan vientos del sur.
Caminar perdida
A mitad del camino,
me pierdo en una calle sin salida.
Busco un astro que me guíe,
pero sólo distingo estrellas fugaces.
Caminar en línea recta
a veces es tan difícil…
He soñado con el lado oculto de la luna,
mal presagio.
Se acabó subir los escalones
de dos en dos,
pelear por causas perdidas,
reivindicar utopías.
Me agoté,
harta de soflamas.
Sólo son ruido.
Ahora, bajo colinas azules
mientras la vida
pasa a mi lado a trompicones,
me susurra palabras
que por fin entiendo.
Los recuerdos me besan,
me arrodillo sobre tu tumba
y cavo la tierra con mis manos.
Busco algo de ti
en algún rincón de mi mente,
pero tu rostro se pierde
en mi memoria.
Quiero volver a ver tus ojos,
que me devuelvas tu sonrisa,
que me ayudes a encontrar
un trocito de tu cielo.
Otra noche de caminar perdida,
silenciosa como una sombra.
Diez miradas
Elige un buen rincón para contemplar
cómo la tarde arde
abrazándose a la tierra,
cómo los girasoles duermen
y la luna refleja
su estela de plata.
Guárdate diez miradas.
Diez motivos para demorar un instante.
Diez razones para asomarte
al reflejo que te salve del invierno
que te penetra.
Guárdate diez miradas,
o al menos una
para buscar una estrella fugaz,
para investigar en cada esquina de la noche,
para anticipar el recorrido de esa puñalada
que va a romperte corazón.
Elige un buen rincón para comprobar
cómo dentro de tus ojos
se cuela el cielo
mientras los girasoles duermen
esperando el primer destello de luz.
Como Alicia en el laberinto
Las calles acaban de despertar
mojadas,
atrapadas entre la niebla gris
de un naufragio.
Camino por la ciudad como una extraña,
dejándome llevar
por el flujo de aliento que expelen
los bares que madrugan,
las bocas de metro
que a esa hora bostezan.
A cada paso,
pobres siluetas
de miradas rotas
se cruzan en mi camino
como espíritus en trance,
imágenes distorsionadas
por la bruma de la mañana
que crecen y se alejan
sin dejar huella.
El reloj de la Puerta del Sol
me sonríe agotado:
Doce son muchas campanadas,
lo entiendo.
Los ritmos de la gran urbe se aceleran
rasgando el silencio de la madrugada.
Como Alicia en el laberinto,
transito por sus calles
y me escabullo en los callejones.
Hace tiempo que perdí el rumbo
cuando se apagó la luz bajo tu puerta.
Sólo soy un mes de enero,
una recolectora de naufragios,
con los pies hundidos en el barro.
Una mujer
con una niña escondida en la recámara
que espera impaciente
soplar esa pestaña
que cumpla sus deseos.
- Cuatro poemas de Carmen Maga - viernes 9 de junio de 2023