Supongo
Y estaré tan cansada…
supongo,
cuando no vuelva la euforia,
que, en algún momento,
desearé la paz
que negué persistente
durante tanto tiempo.
Desearé, supongo,
el silencio infinito
y sin belleza alguna.
Zambullirme en la noche
más profunda y profana,
sin sueños y sin guerras,
ni retornos que perturben
el sencillo no estar.
Sin promesas
o guías a un inicio improbable,
ni infiernos de dolor.
Y estaré tan cansada
de pérdidas, desamores,
de constantes inconstancias,
de inviernos y primaveras,
de noviembres de fuego,
de colores,
que, supongo,
desearé la oscuridad
que ahora sólo me aterra.
Estaré tan tan cansada
que me encontrará,
por última vez, la noche,
sin escudos
y sin defensa alguna.
El más íntimo momento
me llegará esperándolo,
rendida, resignada,
entregada y sumisa.
…Y me izará del sueño,
ya tan cansada… tanto…
Las otras víctimas
La luz se eclipsa para los suicidas.
La claridad se borra,
la niebla deja cerrados los reductos.
Las últimas defensas
retroceden, replegadas.
El estilete se clava en el pecho
sin anestesia.
Poco a poco,
se les va desgajando la piel,
rasgada a tiras por el bisturí
infernal.
El llanto se les ahoga a los suicidas.
Y es de ellos la libertad,
pero no de los demás,
de aquellos a quienes prohibieron la paz
de compartir demonios,
de cincelar las sombras.
Los desterrados para siempre
bajo un manto de infamia;
las otras víctimas.
El agua, el fuego, la tierra, el aire,
se cierran para los suicidas.
Un momento incompleto.
Sólo eso…
…Incluso la nada
acogedora se les niega
a los que todavía esperan
bajo la luz de un faro
en la noche,
con ojos sobrecogidos y la vida silente.
Como figuras de sal.
Eternamente.
Solsticio
Me gustaría recobrar el amor.
Desde este lecho de muerte
izar la piel entre el clamor del verano,
como Lázaro de la piedra.
Me gustaría devolver la sal
a cada uno de los poros de mi vientre,
sentir la luna crecer en cada curva
del cielo, una noche de cada treinta.
Pero la noche ya ni es noche, ni siente temor,
ni habilidad alguna, ninguna chispa
de luz
capaz de encender o atormentar.
Ha circundado el tiempo ya tantas primaveras,
que ha amortiguado los aromas, los deseos
y el lujo de las tormentas por la tarde,
tantos cambios de luces y tinieblas,
que no tiene miedo, el miedo, ni gozo, la alegría.
Pero una lágrima de vez en cuando sorprende
todavía en el ojo
y reclama la vida, que custodia silente
quién sabe qué. Quizás algún milagro
que rescate del lodo
una febril turgencia…
Me gustaría comenzar el amor con una sangre nueva
para regalarle el Sol, para ofrendarle,
con toda esa magia,
con todo ese misterio,
solsticio
al corazón helado.
Llueve
Llueve.
Y no me aporta nada, la lluvia,
más que olores intensos
que ya conozco.
Llueve.
Ni siquiera me incomodan
las insolentes salpicaduras
del chubasco,
que no va a menos.
Llueve.
No lo disfruto, ni juego,
y no apresuro el paso
al refugio correcto.
Navego por las gotas
como una rama seca,
cosechando cosas muertas.
Recuerdos:
mil inviernos, diluidas
presencias.
Pero sólo la ausencia
apoyada en mi brazo,
austera, va amigándome.
Entretanto, la lluvia…
Llueve.
- Cuatro poemas de Carlota Figuerola - lunes 17 de julio de 2023
- Cuatro poemas de Carlota Figuerola - viernes 23 de junio de 2023
- Cinco poemas de Carlota Figuerola - viernes 24 de febrero de 2023