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¿Humbert Humbert: un lobo estepario?

lunes 8 de octubre de 2018
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Hermann Hesse y Vladimir Nabokov
Vladimir Nabokov (derecha) escribe Lolita en la segunda mitad del siglo XX, luego de la terminación de la segunda guerra mundial, casi treinta años después de la publicación de El lobo estepario, de Hermann Hesse (izquierda).

Posiblemente, las siglas H. H. figuren en los tratados de historia de la literatura, en las enciclopedias poéticas o en los diarios de los acérrimos lectores como una de las abreviaturas que, a lo largo de la tradición literaria, mayor significado y remembranza han encerrado.

Las siglas H. H. podrían representar la figura, a lo mejor sólo vista en la mente, de grandes personajes literarios que tan sólo dos asombrosos maestros de la escritura podrían crear.

Los abogados, sociólogos o psiquiatras, en el momento en que a sus ojos y a su mente tal abreviatura se imponga, evocarían quizá la figura de H. H. Holmes —Henry Howard Holmes—, asesino en serie estadounidense condenado a muerte el 7 de mayo de 1896 por el Tribunal de Filadelfia. Los historiadores, posiblemente, rumiarían en la época de la Segunda Guerra Mundial para invocar la figura de Heinrich Himmler, comandante en jefe de la Schutzstaffel, mejor conocida como la SS. Incluso, si nos acercamos a la historia violenta, nefasta y fratricida de Colombia, muchos colombianos al observar las mayúsculas H. H. podrían desenterrar —quizá con odio y rencor— la estampa de José Everth Veloza García, paramilitar colombiano y narcotraficante que hizo parte de las Autodefensas Unidas de Colombia —AUC—, quien se hacía llamar con el alias de H. H.

En fin, son muchas las historias, leyendas y recuerdos que tales letras podrían englobar; sin embargo, para los amantes de la literatura, poetas, escritores y literatos, ¿qué función cumpliría la imprenta de estas dos letras?

Sin generalizar pero fieles a la tradición, las siglas H. H. podrían representar la figura, a lo mejor sólo vista en la mente, de grandes personajes literarios que tan sólo dos asombrosos maestros de la escritura podrían crear. Hablamos de Harry Haller, personaje principal del libro El lobo estepario, escrito por Hermann Hesse y publicado en 1927, tildado de ser el alter ego de su autor, pues no es mera casualidad que el nombre y apellido tengan las mismas iniciales que los de Hesse,1 y hablamos también de Humbert Humbert, personaje principal y narrador en primera persona de Lolita, clásico de la literatura norteamericana escrito por Vladimir Nabokov y publicado en 1955.

A pesar de tal coincidencia, llama la atención que, estando en frente de dos libros escritos en épocas no tan distintas, incluso similares —la diferencia de publicación es tan sólo de veintiocho años—, los dos personajes tan sólo tengan en común las dos iniciales de sus nombres. Posiblemente, accediendo a la entraña misma del libro, pueden estar entrelazados, aparte de la abreviatura, por una misma forma de vida.

Cortázar dijo en las primeras líneas de Rayuela que un encuentro casual es lo menos casual en las vidas.2 Con ello de manifiesto, la pregunta que saldría a relucir es si resulta una simple casualidad que Nabokov, al escribir Lolita, haya nombrado a su personaje principal como Humbert Humbert —cuyas iniciales son H. H.—, o si Nabokov, a propósito, dio tal nombre a su héroe con el fin de recrear su vida de conformidad con los designios de la existencia de Harry Haller. En pocas palabras, ¿es Humbert Humbert un lobo estepario o es una simple coincidencia que posea las mismas abreviaturas en su nombre que el protagonista ideado por Hesse?

Así las cosas, el presente ensayo se encauzará en afianzar la noción del autor argentino partiendo de la tesis de que no es sólo casualidad la igualdad en las iniciales de los nombres que los personajes de las dos obras tienen. Su similitud va más allá de tal característica pues, cada uno desde su soledad y desapego, como se verá a lo largo del escrito, ve con desprecio y crítica la sociedad en que vive. Para fundamentar y cimentar tal tesis, se postulará y analizará en primer lugar el contexto histórico en los cuales las dos obras fueron escritas y en los que habrían de desarrollarse los personajes para, posteriormente, entrar a estudiar las similitudes de pensamiento y obra que éstos, a lo largo de los textos, han de desempeñar.

 

El mundo de Haller y el mundo de Humbert

En la segunda década del siglo XX, en la época de la entreguerra, Hermann Hesse escribe El lobo estepario. Algunos años atrás había acabado una primera guerra mundial que dejaba en la devastación a Alemania y Europa. Pero, también, era la época en que se gestaba, minuciosamente, el nacionalismo excluyente en Alemania, y que unos años después desembocó en la ascensión al poder de Hitler y su ideología del nazismo. Aquella Europa, la de la sociedad del vacío existencial, acabada por la guerra, sin rumbo ni objetivo, sólo determinada por el recuerdo de la violencia, era la Europa en que Hesse hace su aparición.

Era un defensor asiduo del pacifismo, pero crítico de la sociedad moderna e intérprete de sus problemas, de sus cuitas, las cuales no tardaron en afectarlo: su fracaso matrimonial, la búsqueda de sí mismo y el deterioro de su vida social, fueron los elementos que contribuyeron al desarrollo de su libro El lobo estepario.3

Cada época con sus particularidades genera un vacío existencial en los H. H.

Por su lado, Vladimir Nabokov escribe Lolita en la segunda mitad del siglo XX, luego de la terminación de la segunda guerra mundial, casi treinta años después de la publicación de El lobo estepario. Para la época, Estados Unidos se enaltecía como el lugar de la prosperidad y de las oportunidades en virtud del modelo económico de acumulación de capital que allí imperaba, aunado al estilo de vida consumista que se forjaba como la fuente de tranquilidad y esperanza de una sociedad que, paulatinamente, se convertiría en la autómata de una vida terciada por los medios, su valor de uso y de cambio.

En aquella sociedad simulada, cegada por los medios y por los grandes avances tecnológicos, enmarcada en las relaciones económicas y de intercambio, en donde Nabokov expone la figura de Humbert Humbert, un profesor y literato que observa, a pesar de sí mismo, el auge de la cultura pop, el nacimiento del cine de Hollywood, una realidad social que supera con creces el imaginario literario hegemónico durante todo el siglo anterior.4 Aquel personaje se engloba en la consolidación del “mundo simulacro” que viene de la mano con la posmodernidad, con el mundo de la antiintelectualidad el cual, en su normal devenir, rechaza, a partir de la vida llevadera que entraña, el acto de la reflexión.

Tales contextos, si bien se edifican de maneras diversas, permiten la emersión de un factor que condiciona la vida de los dos personajes analizados: cada época con sus particularidades genera un vacío existencial en los H. H., pues la guerra y la sociedad devastada en que vive Hermann Hesse le permite plasmar a Harry Haller como un personaje inconforme, desorientado y desubicado en un mundo frívolo y de desaliento:

El que haya gustado los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya gustado aquellos días infernales, ese ha de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy (…).5

Encontramos, asimismo, que la sociedad irreflexiva, materialista y ciega en que escribe Nabokov le da los insumos para crear a Humbert Humbert en un manto de desesperanza —pues ya no se leen los libros que él tanto ama—, de superficialidad, en tanto el dinero es el pensamiento que colma las cabezas; de una vida carente de objetivos y fines:

Era a todas luces una de esas mujeres cuyas cumplidas palabras pueden reflejar un club de libro, o un club de bridge, o cualquier otro mortal convencionalismo, pero nunca su alma; mujeres desprovistas por completo de humorismo; mujeres absolutamente indiferentes, en el fondo, a la docena de temas posibles para una conversación en una sala, pero muy cuidadosas sobre las normas de tal conversación, a través de cuyo luminoso celofán pueden distinguirse sin esfuerzo apetitosas frustraciones.6

En los contextos presentados, ¿cómo se forja la personalidad de los personajes de ambas obras literarias?

 

Dos mundos literarios

La vida de nuestros dos personajes ha sido un frenesí de luchas internas o externas contra los sentimientos de melancolía y depresión que los invaden, melancolía por ellos mismos y por la sociedad en la que desempeñan un rol.

La mirada desesperanzadora, los suspiros de desaliento y de tristeza que encarna Harry Haller a lo largo del texto, dan cuenta de su sufrimiento interno:

(…) no, la mirada del lobo estepario atravesaba penetrante todo el mundo de nuestro tiempo, toda la fiebre de actividad y el afán de arribismo, la vanidad entera y todo el juego superficial de un espiritualismo fementido y sin fondo.7

Sin duda alguna, Haller permanecía incómodo en la sociedad en que vivía y quizá, incluso, incómodo con la vida aparente que llevaba (“¿cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención?”).8 Aunque internamente cultivaba un sufrimiento ilimitado, buscaba erradamente sumergirse en la sociedad sin dañar a los demás, pues se dio cuenta de que sin amor a la propia persona era también imposible el amor a los demás y de que el odio a uno mismo produce la misma desesperación que el egoísmo más rabioso.9

La existencia característica de los dos personajes, solitaria y nostálgica, emerge como el elemento que les obstaculiza incorporarse en aquella despreciable sociedad.

En este aspecto Humbert Humbert nunca se quedó rezagado. Si bien, como consta en el texto, está enfermo y tiene fuertes síntomas de nostalgia y depresión, tanto así que ha permanecido por algún tiempo en varias entidades de sanación,10 mantenía una frenética lucha interna por su condición en la sociedad. En un principio, solitario como el vuelo de un ave, se limitaba a ocultar su aberrante obsesión por las nínfulas. Conocía prostitutas y su vida sexual se limitaba a estar con ellas, sin que el éxtasis y satisfacción completa emergiera de tales encuentros. Incluso llegó a casarse con Valeshka para, al igual que Haller, lograr incluirse en una sociedad de la cual, debido a sus deseos turbulentos frente a las pequeñas mujeres, él mismo se había ausentado:

(…) resolví casarme. Se me ocurrió que horarios regulares, alimentos caseros, todas las convenciones del matrimonio, la rutina profiláctica de las actividades de dormitorio y, acaso, el probable florecimiento de ciertos valores morales, podían ayudarme, si no para purgarme de mis degradantes y peligrosos deseos, por lo menos para mantenerlos bajo mi dominio.11

Aun así, su deseo de sociedad sólo se limitaba, desde que conoció a Dolores Haze —su nínfula de tan sólo doce años—, a permanecer con ella sin importar lo que para tal fin tuviese que hacer. Las demás circunstancias, luego de ver a su Lola, mermaban su importancia:

Sólo puedo decir que mientras esa Haze y yo bajábamos los escalones hacia el jardín anheloso, mis rodillas eran como reflejos de rodillas en agua rizada, y mis labios eran como arena (…).12

La existencia característica de los dos personajes, solitaria y nostálgica, emerge como el elemento que les obstaculiza incorporarse en aquella despreciable sociedad. No obstante, a pesar de las dificultades, exhiben determinados móviles que actúan como sus catapultas de inclusión. En el caso del lobo estepario, el deseo de querer a las personas, a sus semejantes, e incluso el anhelo de estar con Armanda, su compañera, y en el caso de Humbert Humbert, la obsesión de permanecer siempre junto a Lo, de verla, escucharla y sentirla perennemente.

Pero el símil entre aquellos dos personajes es mayor, entre otras cosas por un factor que es evidente pero que en ocasiones se pasa por alto: cada uno de aquellos personajes se enaltece como el doctor Jekyll y el señor Hyde de la época. El carácter ambivalente, aquella doble personalidad que sus vidas les han impuesto, es característico del lobo estepario, Harry Haller, e influye, tal vez, en la conversión de Humbert Humbert en un animal del mismo rasgo.

La crítica lo anuncia y el libro lo entrevé. Haller, como intelectual, se analiza a sí mismo y percibe y describe su estado mental, su carácter y sus pensamientos, concluyendo que la agonía que lo devasta y carcome tiene una raíz interior:13 su personalidad dialéctica y ambivalente entre dos entes: por un lado, el lobo, y por el otro, el hombre; caras de la moneda que permanecen en constante fricción. El lobo como insignia indica los diversos instintos animales de Harry, convirtiéndolo en una criatura que no cumple las reglas, las normas, la ética, la moral ni las leyes de la sociedad, y el hombre como representación de los buenos pensamientos y de las buenas acciones. Sin embargo, en el enfrentamiento constante entre las dos facciones de Harry, radicaba su imposible vida:

en él no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada uno vivía exclusivamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible. Pero en fin, cada uno tiene su suerte, y fácil no es ninguna.14

Otro tanto igual, o al menos parecido, acontece con Humbert Humbert, quien nos cuenta cómo su vida se dividía en sus pensamientos nínficos por un lado y en sus acciones “normales” por otro lado. Al respecto, cuenta el personaje:

No es de asombrarse, pues, si mi vida adulta, durante el período europeo de mi existencia, resultó monstruosamente doble. Abiertamente, yo mantenía las relaciones llamadas normales con cierto número de mujeres terrenas, provistas de calabazas o peras como pechos; secretamente, me consumía en un horno infernal de localizada codicia por cada nínfula que encontraba y a la cual no me atrevía a acercarme, como un pusilánime respetuoso de la ley.15

La alusión H. H. establecida en el texto de Hesse, así como en el texto de Nabokov, eventualmente podría ser tomada no sólo como una mera coincidencia.

La similitud entre estos dos personajes resulta diáfana. La ambivalencia en que forjan sus mentes y en que se desarrolla su vida no goza de un margen amplio de diferencia. Si Harry Haller está poseído por un lobo que le impide ser un hombre, que lo incita a lo ilícito, a la superación de la moralidad social y a la infracción de la ley; Humbert Humbert encarna también un lobo interno y reprimido que lo induce por el cuestionable sendero de amor y pasión sexual hacia las nínfulas, por Annabel y por Lo posteriormente, lo cual le genera un deseo, casi siempre oculto, de transgredir la ley, la ética y moral social, pues no es bien visto que un hombre de cuarenta años quiera estar junto a una pequeña de doce.

Igualmente, la perspectiva de “hombre” que se ve en Harry Haller no es indiferente a la personalidad de Humbert Humbert, pues a pesar de su reprimido lobo interno, la actuación del cuarentón ante la sociedad es la de un perfecto caballero, la de un ser humano normal que lleva relaciones estables con mujeres, que se ha casado dos veces, con Valeshka y con Charlotte, y que es una persona estudiosa y preparada.

En suma, a pesar de la diferencia temporal en que los libros fueron publicados, la alusión H. H. establecida en el texto de Hesse, así como en el texto de Nabokov, eventualmente podría ser tomada no sólo como una mera coincidencia sino incluso como un acto consciente del autor ruso que buscaba plasmar, en su personaje, parte de la personalidad de Harry Haller en los designios de lo que fue la vida literaria de Humbert Humbert. De la vida aislada y desesperanzada de Haller podrían emerger rasgos que también hacen parte de la personalidad ficticia del formidable personaje de Lolita.

 

Bibliografía

  • Aguirre Miguélez, Katixa; “Lolita de Vladimir Nabokov: historia de una obsesión (fílmica)”; Euskal Herriko Unibertsitatea; País Vasco, España, 2010.
  • Cortázar, Julio (2013); Rayuela. Bogotá: Alfaguara; edición conmemorativa por su 50º aniversario.
  • Hesse, Hermann (1985); El lobo estepario; México: Editores Mexicanos Unidos; 7ª edición.
  • Malik, Hassan M.; “Steppenwolf: The Genius of Suffering”.
  • Martínez Sahuquillo, Irene; “La novela de formación de Hermann Hesse como testimonio de una identidad y una filosofía de la vida: la construcción del outsider en El lobo estepario”; Universidad de Salamanca; revista Espacio, Tiempo y Forma, serie V, Historia Contemporánea, t. 23, 2011.
  • Nabokov, Vladimir Vladimirovich (1983); Lolita; Colombia: Editorial Oveja Negra; primera edición.
  • Sarmiento, Conchi (2010); “Humbert Humbert y la fidelidad ninfúlica”. Ábrete Libro.
David Andrés Iregui Delgado
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Notas

  1. Martínez Sahuquillo, Irene; “La novela de formación de Hermann Hesse como testimonio de una identidad y una filosofía de la vida: la construcción del outsider en El lobo estepario”; Universidad de Salamanca; revista Espacio, Tiempo y Forma, serie V, Historia Contemporánea, t. 23, 2011, págs. 73-94.
  2. Cortázar, Julio (2013); Rayuela. Bogotá: Alfaguara; edición conmemorativa por su 50º aniversario, pág. 17.
  3. Malik, Hassan M.; “Steppenwolf: The Genius of Suffering”.
  4. Aguirre Miguélez, Katixa; “Lolita de Vladimir Nabokov: historia de una obsesión (fílmica)”; Euskal Herriko Unibertsitatea; País Vasco, España, 2010, pág. 2.
  5. Hesse, Hermann (1985); El lobo estepario; México: Editores Mexicanos Unidos; 7ª edición, pág. 36.
  6. Nabokov, Vladimir Vladimirovich (1983); Lolita; Colombia: Editorial Oveja Negra; primera edición; pág. 38.
  7. Ibídem supra nota 5, pág. 16.
  8. Ibídem supra nota 5, pág. 42.
  9. Ibídem supra nota 5, pág. 19.
  10. Sarmiento, Conchi (2010); “Humbert Humbert y la fidelidad ninfúlica”. Ábrete Libro.
  11. Ibídem supra nota 6, pág. 26.
  12. Ibídem supra nota 6, pág. 41.
  13. Ibídem supra nota 3.
  14. Ibídem supra nota 5, pág. III.
  15. Ibídem supra nota 6, pág. 20.
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