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La grandeza y lo grotesco:
el esperpento y Luces de bohemia, de Ramón del Valle-Inclán

lunes 21 de junio de 2021
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Ramón del Valle-Inclán
Ramón del Valle-Inclán publicó Luces de bohemia por entregas entre julio y octubre de 1920 en el semanario España.
En mi escarnio físico, ciego, loco, yo pienso, sin invocar antecesiones gloriosas, que el estado natural de los hombres que ofrecen su alma en holocausto a la humanidad es el de una rebelde resignación, el de una bomba de dinamita que sólo aguarda que la muevan para estallar.
Alejandro Sawa, Iluminaciones en la sombra.

El hastío, la depresión social y las inconformidades políticas fueron motivos primordiales para que los escritores de la España de finales del siglo XIX y principios del XX se preocuparan por abordarlos en sus obras. La Generación del 98, a la que pertenecieron Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Pío Baroja, Azorín y Vicente Blasco Ibáñez, entre muchos otros, fue uno de los grupos más importantes de la época, que de forma crítica y mordaz cuestionaron y mostraron la situación de su contexto. A esta agrupación también perteneció Ramón del Valle-Inclán, escritor que en esta ocasión será nuestro tema central.

Oriundo de Vilanova de Arousa, Galicia, Valle-Inclán nació en 1866 y murió en Santiago de Compostela en 1936. Destacó por escribir en todos los géneros literarios; incluso tuvo un papel relevante en el periodismo, ya que tras la interrupción de sus estudios de Derecho viajó a México y trabajó como periodista en El Correo Español y El Universal. El autor, al igual que sus contemporáneos, se caracterizó por llevar una vida bohemia, misma que le permitió rendir un verdadero culto a la literatura, así como sumar un sinfín de anécdotas y experiencias, aunque no todas favorables, como la pérdida de su brazo durante una pelea.

Entre las aportaciones más relevantes de este autor está la creación del llamado “esperpento”, entendido como género literario, pero también como poética. La obra con la que Valle-Inclán inició lo esperpéntico fue Luces de bohemia y posteriormente lo empleó en todos sus textos, entre ellos La hija del capitán, Las galas del difunto y Los cuernos de don Friolera. Cabe mencionar que lo característico del esperpento es la mezcla de la grandeza y lo grotesco, acción que se sirve de la degradación de los personajes, su cosificación o animalización, la elevación del lenguaje coloquial y violento, las intertextualidades, las constantes comparaciones, los contrastes entre lo real y la pesadilla, la distorsión de la escena exterior, la deformación de la realidad, la presentación de lo extraordinario como lo verosímil y la presencia de la muerte como personaje fundamental.

Ramón del Valle-Inclán fue heredero de tradiciones renacentistas y del Siglo de Oro, mismas que desarrolló en el esperpento.

Si bien, y como se mencionó al principio, el esperpento se concibe como género literario, en el teatro también significó una aportación innovadora, ya que Valle-Inclán propone en sus obras continuos cambios de escenario, así como la intercalación de historias durante el desarrollo, técnicas dramáticas que incluso se convirtieron en precedentes cinematográficos. A estos aspectos creativos se suma que los personajes y los ambientes también tienen ciertas particularidades; por ejemplo, los espacios dominantes son las tabernas, los burdeles, los antros de juego, los interiores míseros y calles inseguras o deplorables; en tanto, los personajes suelen ser borrachos, prostitutas, pícaros, mendigos, artistas fracasados y bohemios. De alguna forma, Valle-Inclán sugiere mundos semejantes a los creados por Francisco de Quevedo y Francisco de Goya, tal como lo mencionó en una entrevista concedida al diario ABC en 1938.

Como se puede ver, Ramón del Valle-Inclán fue heredero de tradiciones renacentistas y del Siglo de Oro, mismas que desarrolló en el esperpento. Sin embargo también fue testigo de su contexto, de su España devastada moral, social y políticamente, y la cual lo inspiró para generar en sus obras esa atmósfera deprimente, donde se subrayan las contradicciones existentes entre el comportamiento de la sociedad y los valores que dictaba la época.

Luces de bohemia fue publicada por entregas entre el 31 de julio y el 23 de octubre de 1920 en el semanario España. Por tanto, el período en el que fue creada es clave para comprender la misma obra y el género, teniendo en cuenta que Alfonso XIII era quien reinaba. Durante su mandato, España atravesaba por serios problemas políticos. La turbulencia sociopolítica era tanta, que fue imposible que los partidos turnistas implantaran una democracia liberal, lo que acarreó que se estableciera la dictadura de Primo de Rivera, aceptada además por el monarca. Este fue el ambiente que presenció Valle-Inclán, por eso no es ajeno que en Luces de bohemia encontremos numerosas referencias a los monarcas, a los hechos políticos y a las inquietudes del pueblo, como la constante mención del movimiento en contra de los obreros: Acción Ciudadana.

De una manera u otra, el escritor gallego toma elementos claves de España y los adapta a los personajes, las ambientaciones y la trama. Resalta que Valle-Inclán no es explícito por completo al momento de hacer críticas, pues si algo caracterizaba el teatro de este autor era el valor simbólico que le atribuía a determinados elementos. De hecho, tal estrategia dramatúrgica fue lo que hizo que a Valle-Inclán se le considerara como un personaje de referencia para el teatro renovador e innovador; sus representaciones se encontraron vinculadas a personas e instituciones implicadas en la transformación del teatro español. A esto se suma que contaba con el apoyo de los liberales y progresistas (Iglesias Santos, 1998, p. 60). Podríamos decir que el autor supo hacer crítica de forma creativa, mas sus símbolos y alegorías no fueron del todo incomprensibles, pues el hecho de que tuviera seguidores liberales es muestra de que identificaban la postura política del autor.

Ahora, antes de profundizar en Luces de bohemia, obra en la que nos centraremos, es necesario tomar en cuenta que ésta, al ser iniciadora del esperpento, presenta todas las características del género, incluyendo la sátira al poder, hecho que impidió la presentación y se llevó a cabo hasta 1970 en el Teatro Principal de Valencia, basada en la edición definitiva de 1924, la cual tiene tres escenas más que las publicadas en el semanario. En cuanto a la trama de la obra, basta resumirla como la narración del último día de Max Estrella —también conocido como “Mala Estrella”, “El Víctor Hugo de España” y “El primer poeta español”—, un escritor bohemio andaluz que padece el dolor de la ceguera, la pobreza y la mediocridad por su falta de reconocimiento. En el transcurso de la obra, Max siempre está acompañado de su “amigo” don Latino de Hispalis, con quien visita tabernas y transita por las calles de Madrid. En el camino también se encuentra con los jóvenes miembros del Parnaso Modernista, a causa de los cuales Max termina en prisión por unas horas. La obra concluye con la muerte y el velorio del protagonista.

La obra está dividida en quince escenas, de las cuales la IV, la XI, la XII, la XIII y la XV son las que incluyen los mayores puntos de tensión. En la escena IV vemos cómo se desarrollan los disturbios y, tras una discusión con los modernistas, Max es detenido por la policía y llevado a prisión; por su parte, la escena XI tiene impacto porque en ella están las distintas voces del pueblo, como las del empeñista, del albañil, de una vieja, entre otros, quienes representan las consecuencias de la huelga del proletariado, entre ellas la muerte de un niño; por otro lado, en las escenas XII y XIII se narra la muerte y el velorio de Max Estrella y por último, en la escena XV, durante una reunión de taberna y por medio de los personajes del lugar, descubrimos el suicidio de la esposa y la hija de Max. Como queda evidenciado, desde los primeros momentos de la obra acontecen hechos deprimentes, mismos que se mantienen hasta el final, como si de una tragedia se tratara.

Cada personaje tiene rasgos positivos, pero su pesimismo es el que sobresale.

En tanto, los personajes también son trágicos, tanto los nucleares como los comparsas y los fugaces. Así, por ejemplo, Max Estrella es una combinación de talento e inteligencia, pero también de la queja, la indignidad y la molestia contra el sistema y muchos sectores de la sociedad. En cambio, en don Latino de Hispalis encontramos a un anciano que se considera bohemio, pero que en realidad se caracteriza por su hipocresía. Otro personaje que vale la pena nombrar es don Gay Peregrino, quien constantemente compara España con otros lugares, como Inglaterra, a la cual enaltece sobremanera. Mientras, los personajes femeninos son pocos, pues tan sólo sabemos de Madame Collet, esposa de Max Estrella; Claudinita, hija de Max, y Enriqueta La Pisa Bien, una joven de clase baja que representa a la sociedad marginal del Madrid de la época.

Todos estos personajes poseen rasgos pesimistas, incluso Claudinita, quien a pesar de su juventud constantemente está alerta de lo que sucede a su alrededor, y además muestra una capacidad avanzada de razonamiento, misma que la hace caer en comentarios objetivos que se tornan negativos. A este pensamiento deprimente se unen muchos de los personajes fugaces, porque como representantes del pueblo, gritan frases que denotan impotencia e incluso odio, tal como el caso del preso con el que se encuentra Max, quien muestra un fuerte aborrecimiento a la Cataluña industrial. Así es como cada personaje tiene rasgos positivos, pero su pesimismo es el que sobresale.

En contraparte, la caracterización de los miembros del modernismo: Dorio de Gardex, Rafael de los Vélez, Lucio Vero, Mínguez, Gálvez, Clarinito y Pérez, son presentados como jóvenes entusiastas y revolucionarios que llevan por bandera la defensa de la cultura, de las letras. A ellos se unen Rubén Darío y el Marqués de Bradomín, personajes interesantes porque propician que como espectadores o lectores busquemos comprender las referencias, ya que mientras Darío fue un escritor real, Bradomín es el protagonista de las Sonatas de Valle-Inclán, por tanto, en Luces de bohemia, y específicamente en la escena XIV, hay un juego de ficción-realidad, pues en el diálogo entre ambos personajes conocemos sus concepciones de la muerte y de la misma creación poética.

Destaco la presencia de los poetas personajes porque simbolizan el amplio contraste con el resto de personajes negativos; los modernistas, aunque son conscientes de la degradación de su entorno, también reconocen su capacidad para generar cambios, pues confían en las letras pese a lo demeritadas que son por la sociedad y la política. Además, el hecho de que Valle-Inclán haya tomado nombres de la realidad contribuye a que la obra adquiera verosimilitud y no se convierta únicamente en una sátira de la situación española. Por ello, tampoco podemos dejar a un lado al personaje esencial para la construcción de Luces de bohemia: el escritor español Alejandro Sawa, quien además fue amigo cercano de Ramón del Valle-Inclán y Rubén Darío. Decir que Sawa es fundamental es porque, gracias a él, Max Estrella también se vuelve verosímil y, me atrevería a decir, casi biográfico, pues entre Sawa y Estrella hay semejanzas en el comportamiento, descripciones físicas como la ceguera; además, ambos estuvieran casados con una mujer francesa. Con la siguiente cita de Ramón Gómez de la Serna (citado por José Esteban, 2014) comprendemos la admiración del escritor gallego por su amigo:

Valle sabía quién era Sawa, hasta dónde podía y hasta dónde presumía, pero no desistía de verlo, de asistirlo en su flotante, de jurar con él en vano, de verle morir ciego y clarividente, enloquecido al no encontrar la gran belleza, pero buscándola en la cantera, en las cuevas que la dinamita dejó en ella (p. 32).

En otro sentido, es importante señalar que Ramón del Valle-Inclán no sólo mezcla la realidad y la ficción por medio de los personajes, sino también a través de los espacios, los cuales son ubicados en direcciones existentes de Madrid. El autor se sirve de referentes reales para colocar los lugares; de esta forma sabemos que la casa de Max Estrella se ubica en Bastardillos, esquina San Cosme; la Cueva de Zaratustra en Pretil de los Consejos, y la Taberna de Pica Lagartos en calle de la Montera. En estos casos, el autor recurre a inventar el nombre de los lugares mas no el de las calles; sin embargo, también menciona espacios reales, como la Buñolería Modernista, el Ministerio de Gobernación o el Paseo de los Jardines. Similar al procedimiento creativo que Valle-Inclán hace con los personajes, con los lugares también recurre a la combinación de la ficción-realidad.

En cuanto a elementos funcionales, Luces de bohemia cumple con la característica de innovación, no sólo por lo esperpéntico, sino también por el tipo de acotaciones, teniendo en cuenta que no son indicaciones sencillas, sino que son una guía esencial para los directores y encargados de escenografía y vestuario, esto debido a que las descripciones son sumamente detalladas. Al comienzo de cada escena vemos entre paréntesis y letras cursivas la señalización de cuál es la ubicación, cómo es el ambiente, se presenta al personaje y se mencionan todas sus particularidades físicas y de vestimenta. En el siguiente ejemplo vemos cómo se presenta a Max Estrella:

(MÁXIMO ESTRELLA se incorpora con un gesto animoso, esparcida sobre el pecho la hermosa barba con mechones de canas. Su cabeza rizada y ciega, de un gran carácter clásico-arcaico, recuerda los Hermes) (Del Valle-Inclán, p. 2).

Pese a que las acotaciones son en mayor medida indicaciones generales para toda la escena y no para las acciones o expresiones de los personajes, son claves para comprender el desarrollo dramático de la obra. Gracias a ellas identificamos con más claridad los movimientos, el entorno y los puntos de tensión. Asimismo el lenguaje es uno de los aspectos fundamentales de la obra, ya que Valle-Inclán utiliza arcaísmos y cultismos, así como palabras en griego y latín, pero es exactamente en las acotaciones y no en los diálogos donde identificamos un estilo poético, como en el siguiente ejemplo:

(Paseo con jardines. El cielo raso y remoto. La luna lunera. Patrullas de caballería. Silencioso y luminoso, rueda un auto. En la sombra clandestina de los ramajes, merodean mozuelas pingonas y viejas pintadas como caretas. Repartidos por las sillas del paseo, yacen algunos bultos durmientes. MAX ESTRELLA y DON LATINO caminan bajo las sombras del paseo. El perfume primaveral de las lilas embalsama la humedad de la noche) (Del Valle-Inclán, p. 43).

En este fragmento identificamos cómo el autor recurre a la musicalidad e incluso a la rima interna para dar cierta estética, como las frases “silencioso y luminoso” o “luna lunera”. Asimismo crea metáforas, por ejemplo “el cielo raso y remoto”. Como se puede observar, Valle-Inclán no menciona únicamente los elementos necesarios para la puesta en escena, sino que también piensa en un lector, en ese que se deleita con la creatividad de las descripciones, mezclas de esperpento y modernismo.

La obra de Ramón del Valle-Inclán representó un cambio de paradigma en el teatro.

Luces de bohemia no es rica solamente en lenguaje, acotaciones y personajes, sino también en temáticas, pues aunque la trama es sumamente sencilla, la fuerza recae en la ideología y la crítica que están infiltradas en los diálogos de algunos personajes. Así percibimos ideas acerca de la religión, del periodismo, de la academia y de la misma literatura, de ahí que esta obra también pueda considerarse metaliteraria. A pesar de esta variedad temática, la que más resalta es la crítica sociopolítica, ya que, como se mencionó al inicio, Valle-Inclán no pasa desapercibido a su entorno ni su contexto. En el siguiente fragmento, por medio de don Gay Peregrino y Max, vemos cómo el autor degrada a España, haciendo énfasis en la religión:

DON GAY: He caminado por todos los caminos del mundo, y he aprendido que los pueblos más grandes no se constituyeron sin una Iglesia Nacional. La creación política es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben los hombres.

MAX: Ilustre Don Gay, de acuerdo. La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los dientes; el Infierno, un calderón de aceite albando donde los pecadores se achicharran como boquerones; el Cielo, una kermés sin obscenidades, a donde, con permiso del párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere (Del Valle-Inclán, p. 7).

En resumen, la obra del escritor gallego Ramón del Valle-Inclán representó un cambio de paradigma en el teatro, porque el autor consiguió innovar por medio de una mezcla de discursos. En el texto hay cuidado en la estructura, en la construcción de los personajes y en la definición de los espacios; ningún elemento es azaroso, porque cada uno encaja con la frase que aparece al inicio de la obra: “La acción en un Madrid absurdo, brillante y hambriento”, pues efectivamente, el desarrollo de las acciones parecen absurdas en más de una ocasión, como el hecho de que al final de la obra quedemos con la duda de si Max Estrella padeció catalepsia o murió de verdad, o como el hecho de que haya sido aprehendido y haya sido liberado rápidamente mientras los modernistas iban a un periódico para publicar la nota. Por otro lado, la hambruna también es clara en la sociedad española, tanto física como espiritual, y finalmente es brillante porque, a pesar de las insatisfacciones del pueblo, había situaciones por las cuales estar orgulloso, como los poetas y su intención revolucionaria. El esperpento es así, un equilibrio entre la luz y la oscuridad, entre el coraje y la algarabía, es una degradación de tonos que nos dirigen a la reflexión. El esperpento hace visible lo que a veces está deformado en la realidad.

 

Bibliografía

  • Del Valle-Inclán, Ramón (1924). Luces de bohemia. [Digital]
  • Esteban, José (2014). “Valle-Inclán y Alejandro Sawa”. En: Valle-Inclán y la bohemia. Sevilla: Editorial Renacimiento. pp. 31-42.
  • Iglesias Santos, Montserrat (1998). Canonización y público, el teatro de Valle-Inclán. Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela.
  • López, María, y Miguel Salas (1991). “Sobre el esperpento”. En: Claves de Luces de bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán. Ciudad de México: Diana.
Berenice González Godínez
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